La mirada del centinela

Huesos en prime time

Al faraón Sanchezhotep le gustan los huesos. No se extrañen si ven al nuevo fichaje estrella de RTVE, el señor Broncano, mostrando huesos en horario de máxima audiencia. Parte de los 28 millones de euros que percibirá la productora de Broncano podrían ser destinados al acopio de huesos. Lo que no sabe el presidente del Gobierno es que son sus huesos los que expone al público cada vez que profana la historia. 

Sus huesos quiebran el equilibrio alcanzado tras la transición, en sus ansias faraónicas, enraíza la simiente de un mal superado por la sociedad española. Sanchezhotep necesita confrontación, necesita agitar a su electorado, enarbolar huesos como el mantra de la memoria que ajuste cuentas con su pasado. Sin embargo, no enarbola otra cosa que una bandera pirata, dos astillas cruzadas y una calavera, esa sí pudiera ser el estandarte de su partido, los huesos de lo que fuera el otrora partido socialista. 

El faraón sonríe, se burla, se ufana, siente el clamor de su bancada, de sus súbditos, los palmeros que besan su estela mientras lanzan pétalos de narciso a su paso. Él, en su atalaya de traición e inquina, les mira por encima del hombro, asumiendo su papel de dios pagano, las urnas no le fueron favorables, no alcanzó la gloria tras los comicios, pero los satélites del mal le ungen, es de nuevo el faraón de su país inventado. Porque, eso que él otea en su horizonte de estadista aficionado, ya no es España. Es lo que quieren los independentistas que sea una nación de la que no desean formar parte. 

Al faraón le agrada vestirse de forense y posar en el Valle de Cuelgamuros. No es un político decente, es un pirata que rebusca entre huesos una salida a su desesperada situación. Intenta desviar el foco, pero son sus huesos los que están en el disparadero. La amnistía y las investigaciones acerca de sus tramas corruptas le acorralan, apuntan hacia él. Puigdemont, Koldo, Ábalos, Armengol… todos ellos configuran el percutor. 

Sanchezhotep pasea sus huesos desoyendo las voces que hablan de lo que quedará de él cuando caiga en desgracia, un paria de la política española. El hombre que quiso ser faraón y se quedó en mameluco. Un soldado adiestrado por el odio que pactó con los enemigos de su país. 

Y mientras eso sucede, buscará otros osarios donde fotografiar su cara circunspecta. Recorrerá otros valles, pero no otras calles, porque en ellas es abucheado. Buena parte del pueblo hace mucho tiempo que no se deja engañar; otros, se engañan a sí mismos. Buscará más esqueletos a los que sacar rédito político. Alzará, como el hombre-mono de Kubrick en 2001: Una odisea del espacio, su herramienta hueso para destruir la estructura social del país. Levantará en su mano izquierda la calavera del tiempo y exclamará: “Resistir o no resistir, esa es la cuestión”. Después, con la soberbia que le adorna, decidiría resistir, investido en paradigma de la resiliencia que erosiona el Estado de derecho. Mejor haría en buscar su tumba política y cincelar su epitafio sobre la lápida: “Aquí yace Sanchezhotep, destructor de España, ministro del mal”.