Símbolos sin tiempo

Maquiavelo y el sanchismo

Me sirve como preámbulo el pensamiento de Nicolás Maquiavelo, para reflexionar desde lejanos parámetros que intiman con el alborotado pensamiento democrático de nuestro Presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Ya que, cuando alguien en pleno siglo XXI se retroalimenta de principios anacrónicos, en los que los ciudadanos ocupan un puesto irrelevante y prevalece la fuerza del Estado por encima de todo, también suele prevalecer el interés por aferrarse al poder cueste lo que cueste, y de justificar los medios -sean cuales sean esos medios - para alcanzar el fin deseado. Esos pensamientos y esas conductas centradas en personalismos, perjudican notablemente a los españoles e incluso a aquellos devotos del sanchismo y seguidores del sanchismo que no saben y no desean saber que todo lo que sucede ahora mismo en España también les perjudica. Pedro Sánchez es un ciudadano español más, como nosotros, que en este momento es el Presidente del Gobierno elegido en las urnas. Pero la reencarnación del Estado no es Sánchez y tampoco es Sánchez el paradigma de nuestra democracia, a pesar de que diga - he podido escucharlo - que cree en la división de poderes; sin embargo se ha empeñado en emponzoñar la Fiscalía General del Estado e incluso el Tribunal Constitucional con el nombramiento de individuos muy afines y muy politizados en la causa sanchuna. Y el simple hecho de que yo, en un régimen democrático, critique lo que hace el gobierno y que mi crítica pudiera estar mal vista por algún representante del propio gobierno, sería un síntoma claro de que no se asimila y de que no se admite que un ciudadano pueda estar en desacuerdo con un modo determinado de gobernar.

Pero lo peor de todo radica en que sea un grupo de periodistas afines al gobierno y chupópteros del gobierno, los que se atrevieron a elevar la voz  - capitaneados por Silvia Intxaurrondo - para pedir la abolición de la libertad de prensa. Otros muchos que tal bailan como Silvia Intxaurrondo y que yo siempre supuse que creían en la democracia sin fisuras, se han unido a esa posición con un patético titular más propio de férreas dictaduras. Y sí, es cierto que los gobiernos se eligen en las urnas, pero también es cierto que los jueces pueden y deben juzgarnos - por igual y con las mismas oportunidades - a todos los españoles, incluida a Begoña Gómez, si es que consideran que debe ser juzgada. Aquí no hay más que eso, la propia democracia y las leyes que deben de ser garantistas e iguales para todos, porque sin ley no hay democracia. Tampoco hay, en el supuesto de Begoña, atropello antidemocrático, no hay causa turbia que deba de tenerse en cuenta en supuestos como este. Por eso considero que hemos de seguir creyendo en la democracia por encima de todo.

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