ORBAYADA

Ciudades Invisibles

En estos días prenavideños estoy leyendo el libro de Ciudades Invisibles de Italo Calvino que desde hace tiempo tenía en la lista de mis deberes literarios. Para Italo las ciudades son un compendio de memorias, deseos, signos, nombres de mujer y trueques. Recomiendo su lectura porque entre otras cosas, explica por qué no debe confundirse la ciudad con el discurso. Si se define a una localidad como rica, elegante y majestuosa, según Calvino, la descripción debiera llevarnos a imaginar su contraste y, sin que nadie nos tenga que explicar nada, entender que en ella también habrá pobres, hollín y suciedad e incluso que lo majestuoso y elegante se vuelva mediocre. De forma que cuanto más exagerada sea la primera descripción, más lo debería ser su reverso; como si la primera exposición fuera solo para comprender lo que con ella se oculta. En el retrato de la ciudad de Olivia, Calvino concluye con una frase que se ha hecho famosa “la mentira no está en las palabras sino en las cosas” porque -añado- las palabras no hacen más que transmitir un mensaje a medias que, por serlo, a quien lo escuche debe exigirle una representación completa. Por eso hay quien piensa que el que miente solo está cambiado de opinión, porque al decir solo una parte traslada la culpa a los que son incapaces de imaginar el todo. Al fin y al cabo, así nadie nos puede tachar de mentirosos ni hay que aferrarse a eso de que cambiar es de sabios. Es como el juego de los espejos o el de las medias verdades. 

Mientras leo el libro, me imagino a Marco Polo, tumbado en una hamaca en los jardines de palacio, conversando con el sultán acerca de una ciudad imaginaria flotando sobre un cristal pulido, donde en la parte superior se reflejan quiméricas imágenes a las que aluden las palabras y en la inferior lo que su ausencia evidencia. A lo mejor lo que Marco Polo diría a Kublai Kan, el rey de los tártaros, es que solo es un desdoblamiento. O a lo peor, lo que ocurre es que vivimos en un mundo donde el anverso y el reverso no son más que la mitad de las dos caras de un mismo espejo. Una imagen de los vivos y otra de los muertos. Una ciudad del olvido y otra del recuerdo; una la de las medias verdades y otra la de los medios deseos. Mi problema es que yo no acabo de saber en cuál de las dos hábito. 

Me siento como si viviera en Perinzia, una ciudad ideada por astrónomos que jugaron a ser dioses calculando hasta el más mínimo detalle para mirar al cielo y en la que tras una idílica primera generación, con la segunda la ciudad se llena de obesos, hombres bajitos con flequillo y mujeres barbudas. Y es entonces cuando los astrónomos de Perinzia, que parecen ser eternos, se encuentran frente a la difícil opción de admitir que erraron sus cálculos o de revelar que el orden de los dioses es exactamente el que la ciudad muestra. Lo cierto es que el mal ya estaba hecho. Trasladado a nuestro mundo sería más o menos lo que le pasó a Cameron cuando convocó el referéndum sobre el Brexit e hizo campaña para seguir en la Unión Europea, pero tuvo que retirarse después de que el resultado fuera en contra de su criterio ¿Le pasará lo mismo a nuestro presidente? Me preocupa, vaya a ser que con las que está liando, dentro y fuera de nuestras fronteras, vuelva nada de menos que de ministro de asuntos exteriores. Pero eso es otra historia.

 

Maribel Barreiro es jurista y escritora. 

Autora del libro de relatos 

De príncipes azules y otros cuentos

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