Díes irae

Tetralogía del cambio de hora: la redención

Pablo González de Amezúa
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4º.- LA REDENCIÓN

Si en algún asunto la Unión Europea ha demostrado más claramente su incapacidad, su lentitud y su pringosa burocracia es en este del cambio de la hora. Hace años que manejan encuestas solventes que afirman que los europeos están ¡hartos! de mover los relojes dos veces al año. Que dan por absolutamente probado que no existe ahorro. Que es una miserable rutina que se eterniza por pereza e incapacidad.  

Las encuestas, además, dicen que la mayoría de europeos prefiere su horario de verano, que es su GMT natural + 1 huso. Esto es el triunfo de aquella “hora española” que vivimos entre 1940 y 1975, un hallazgo que, años después, ha deslumbrado a todos los europeos. Porque con la irrupción generalizada de la luz eléctrica, Greenwich se había quedado muy rural y antigua. El GMT de cada país + 1 huso es un horario mejor adaptado a estos tiempos, más urbano y más rico. ¿Por qué no se adopta en toda la Unión  Europea? No se atreve la ineficiente burocracia de Bruselas a hincarle el diente al tema. Piensan, y así lo dicen, que si cada país pone la hora que quiere, sería el caos. Hombre, no: caos el de Cavaco Silva en Portugal, que se pasó los tres husos y no llegó a los Urales de milagro. Se corrigió y no pasó nada.  

La UE debería imponer un horario de estas características:  

a) Sin cambios estacionales, todo el año el mismo.
b) No el marcado por el meridiano natural de cada país miembro sino el marcado por el meridiano natural + 1 huso.  

Así, Portugal (GMT-1) se quedaría siempre en Greenwich (GMT- 0) como Irlanda y las islas Canarias, que siempre tendrán “una hora menos”. España y Francia tendrían el GMT +1 Alemania, Polonia, Italia y todos los países del horario centroeuropeo (que son muchos) se pasarían del GMT +1 al GMT +2.  

Y como en el GMT + 2 solo estaría Rumanía (ver mapa) porque ni Ucrania, ni Bielorrusia, ni los bálticos son UE, Rumanía podría quedarse en el mismo GMT +2, que sería como vivir en un “minigreenwich” lo cual se compadece bien con su carácter de país rural y atrasadote (sin ánimo de ofender).  

¿Podrá la UE alumbrar por sí misma esta solución? Si nuestros gobiernos fuesen más capaces, tendrían en su mano promover para toda Europa “La hora de España”, ya probada y de éxito garantizado. Y la UE podría asumirla. Pero aún existe otro marco en el que la hora debería ser devuelta, no ya a “la española” sino al mismo Greenwich: el cambio climático. Unos veranos abrasadores, en los que fuese imposible dormir por el efecto del calor sobre la tarde/noche, conduciría a un acortamiento radical de la tarde, regresando a Greenwich. Las 16 horas, máximo momento de calor; no como ahora, que son las 18. Pero esta solución sería bien amarga y resultaría trágico tener que cambiar el sistema por su inviabilidad térmica.  

La lucha viene siendo larga. En España ha habido héroes y villanos en esto de suprimir los cambios de hora. Ignacio Buqueras y Bach, que fue presidente muchos años de una fundación por la racionalización de horarios, fue mi héroe, aunque era un Greenwichista convencido. Como Josep Borrell, el alto representante europeo, otro Greenwichista. También algunos doctores del arco mediterráneo, cuyos nombres lamento no recordar. Mi villano fue Jorge Mira, catedrático de física en la Universidad de Compostela y miembro de la Comisión creada por Sánchez. Para él, el cambio es estupendo y habría que cambiar aún más veces. Obviamente, aquella comisión fracasó, incapaz de alumbrar nada.  

Y de la ciudadanía de a pie, no conozco a nadie tan perseverante como yo. Cada año por estas fechas he enviado cartas a los periódicos (que era mi único medio de expresión) protestando contra el cambio de hora. He publicado en ABC, EL PAÍS, EL MUNDO, LA RAZÓN, LA VOZ DE GALICIA y algún otro. Pero las Cartas al Director son limitadas, estrechas, apenas dos ideas. Hasta este año, que gracias a EL DIARIO DE MADRID  he podido exponer cabalmente lo que creo debe decirse y conocerse sobre el  cambio de la hora. Eso sí, en cuatro entregas. En estos temas siempre hay un factor de subjetividad. Y con toda seguridad, habrá lectores que no se identifiquen con estas reflexiones. Pero si han servido para aclarar dudas y abrir mentes, lo celebraré.  

Y ya sabéis, cuando alguien os pregunte “¿Pero usted, entonces, qué horario prefiere?” responded sin titubeo “¡La hora española!” Un descubrimiento tan magnífico que no hemos sabido vender. Pero nunca es tarde para alcanzar la redención.

 

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