A Volapié

Europa iliberal, ¿y autoritaria?

Hace unos días llegó una noticia preocupante desde Francia. A Le Maire, ministro de finanzas  de Macron, cuyo gobierno es de centro o moderado, no se le ocurrió otra cosa que decir que hay mucho dinero parado en las cuentas de los ciudadanos, y que convendría ponerlo a trabajar por el bien de Francia. Pone así en cuestión la propiedad privada de los franceses, lo cual es muy grave.

Esos ahorros que están en los bancos es lo que les queda a los ciudadanos después de pagar de media más del 50% de sus ingresos en impuestos, y de vivir, porque hay que vivir, cosa que parece que olvidan los políticos. No contentos con cercenar los sueldos por la mitad, los gobiernos franceses han cuasi doblado la deuda de su país en dos décadas, fruto de un déficit público cronificado en el rango del 3 al 7%. 

La montaña de deuda pública acumulada en Francia desde el año 2000 apenas ha reducido el desempleo en 1,3 puntos, hasta el 7,4%, mientras que, en términos per cápita, la renta ha pasado de ser un 71% mayor que la deuda a ser un 7% inferior en 2023. Esto no es progresar.

Teniendo en cuenta el impacto de la inflación y de los impuestos, y asumiendo que la deuda pública se tuviera que pagar en quince años, la renta media disponible de un francés del año 2000 alcanzó 20.700 euros en 2023. Sin embargo, bajo las mismas hipótesis, en 2023 la renta disponible cayó a 17.300 euros. El leviatán público nos hace realmente más pobres, y encima mucho menos libres. Hay muchos otros argumentos empíricos para ilustrar esto que digo, pero en aras de la brevedad, no los comentaré. 

Ante la incapacidad de digerir más deuda sin provocar una crisis traumática, los políticos han optado por generar una elevada inflación, castigando así a las clases populares y medias. Pero ahora, este ministro francés medita confiscar los ahorros privados para seguir desarrollando las políticas empobrecedoras de las dos últimas décadas. No sé que piensan Vds. pero a mi me parece que los gobiernos europeos, y la propia UE, están tomando un camino iliberal que se empieza a parecer al autoritarismo. Levantarnos un día con la cuenta corriente cercenada por real decreto ley es propio de una distopía nada democrática. 

El ahorro de la gente es sagrado, y en una democracia verdadera, debe ser intocable, mucho más después de pagar elevadísimos impuestos. En España también tenemos nuestros propios déspotas.

Esto viene a cuento de la, para mi, inaudita noticia de hoy por la que nos hemos enterado de que para financiar la compra del 10% de Telefónica, el gobierno español ha decidido apropiarse de 2.000 millones de euros de liquidez pertenecientes a ayuntamientos y autonomías. No critico la entrada en Telefónica, sino la forma de financiar el precio. 

Esta confiscación de saldos es un abuso, y además fomenta la mala gestión y el despilfarro por parte de las administraciones locales, ya que, si no tienen nada en cuenta, nada podrán quitarles. Pero aquel que ahorra, se ve despojado. Que no me hablen de “cash pooling” en este asunto porque de eso solo tendría el nombre. ¿Cuánto creen que tardaría la Comunidad de Madrid en recuperar su dinero de manos de la ministra de hacienda actual?. En ningún caso debe el estado tomar el dinero de otras administraciones no estatales. Esto es gobernar la “res pública” como si fuera un cortijo.

Si el Estado quiere entrar en Telefónica a través de la SEPI, es esta la que tiene que financiar la compra. Tiene sus propios recursos y capacidad para endeudarse. Si aun así fuera demasiado grande el bocado, siempre puede el Estado avalar a su holding, o prestarle. 

El estatismo que nos empobrece desde hace años está llegando al límite financiero y fiscal del sistema. Dado que no pretenden cambiar de rumbo, parece que algunos políticos se plantean ahora dar el siguiente paso, es decir, confiscar o estatalizar los ahorros ajenos, especialmente los privados. Argentina ya hizo algo en este sentido en el pasado y miren donde se encuentra. 

Si esto se materializa, pasaríamos a ser una especie de súbditos con derechos menguados respecto de nuestra propiedad. Se abrirían entonces los diques del autoritarismo. 

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