Senciallamente irresistibles

Los monstruos de la guerra

“Y allá muevan feroz guerra, ciegos reyes por un palmo mas de tierra”… que diría un crítico del poder, el gran poeta Espronceda, con más razón que un santo en su “Cancion del pirata”.

La guerra estalla y se extiende como una mancha de aceite, hoy aquí, mañana allí. Y los pobres seres que pueblan las tierras, las que sean, mueren a puñados, y los poderosos, seres que pueblan unas tierras más que otras, viven cada vez mejor y con los bolsillos más llenos. 

Esa es la cruda y tristísima realidad, la brutal realidad que subyace en el fondo de cualquier conflicto, aunque se disfrace: Unos cuantos, dueños del control de los estados de opinión (para todos los públicos), son capaces de manipular hasta la nausea o el odio. Lo son de decidir cuándo y cómo hay que ejercer la fuerza y la violencia, las pandemias, los cambios de rumbo de la humanidad, los de la energía, la ecología, la climática, las guerras en definitiva. Juegan a ser Dios porque piensan que lo son, que la muerte no es su final, como el de todos los demás y que  se van a llevar al más allá sus fabulosas riquezas.

Claro que son piratas!, pero no aquellos envueltos en un halo de romanticismo propiciado por Holliwood y la novela rosa. En el fondo son su pobreza de espíritu, su fealdad interior, su necedad, su ignorancia, las que les llevan a guardar en la Pirámide póstuma, al modo de los faraones egipcios, el tesoro que han saqueado en vida y que después de muertos les saquearan a ellos los ladrones de tumbas.

Pero ahora se entretienen entre otros diabólicos quehaceres, en  la industria de las armas, el lobby más poderoso del mundo después del de las farmacéuticas, que como un monstruo sanguinario necesita saciar su hambre de vidas. 

Lo suyo es matar, así que maquinan matarnos como sea. De sed por ejemplo, y nos roban el agua y la monopolizan y la comercializan porque también son los amos de la naturaleza en pleno. Su lema es comercializar, ganar pasta, matar, comercializar, gana pasta, matar y así gira su rueda hasta el infinito, sin asumir lo finito de su esencia.

Y entre sus voceros más ínfimos, los más súcubos e insignificantes, Miss Tucán (que aunque el tucán se vista de seda tucán se queda)  carga contra Israel: “Necesitamos poner fin a la ocupación y que el pueblo palestino pueda vivir con dignidad”. Pero ni ella ni la “Mujerologa sacerdotisa, morada de “femiinutilidad” dicen nada de las horribles imágenes de maltrato, secuestro y violación a mujeres judías, publicadas por los mismísimos terroristas de Hamas.

La ética, la moral, la dignidad y sobre todo, la libertad son violadas, las de cada uno  de nosotros, en cada disparo, cada instante. 

Pero lo olvidaremos, nos olvidamos  de las afrentas pasadas para tener aun capacidad de  recibir más, y más, amplificadas a tope en el presente. 

Lo haremos eso sí, anestesiados, en las terracitas, o en la playita, tomando el solecito con una cervecita delante y unas patatitas fritas .

 Y ellos, metidos en su capullo protector, en su bunker  antibondad a prueba de cualquier sentimiento aparte de acumular  incontables beneficios, seguirán  comprando voluntades y etiquetando su actividad en el apartado de “lo hacemos todo por ti, por el bien de la humanidad”.

¡Hasta eso les debemos! 

Pero ¿cómo pueden asumir  la humanidad, cuando hace tanto tiempo que dejaron de ser humanos?