Opinión

La edición digital y el libro impreso I

Basilio
photo_camera Diario de Madrid / Biblioteca Nacional de España

Presentación

Me une al mundo del libro una pasión incondicional, a veces justificada, otras veces no tanto, que me obliga a una fidelidad absoluta, casi a un sacerdocio.

Algo difícilmente comprensible dado el carácter arriesgado del negocio del libro: siempre con la incertidumbre a cuestas: el autor porque no sabe si se editará su obra, el editor porque no sabe si la venderá.

Desde los orígenes, la humanidad ha tenido que hacer frente una cuestión fundamental: la forma de preservar y transmitir su cultura, es decir, sus creencias y conocimientos, tanto en el espacio como en el tiempo.

El planteamiento de esta cuestión supone, por un lado, determinar la forma de garantizar la integridad intelectual del contenido de la obra y la conservación del soporte en el que fue plasmada y, por otro, encontrar el medio por el cual se mantendrá inalterada la intención o finalidad para la cual se concibió.

Con el advenimiento de la imprenta, se inicia la época de expansión bibliográfica, de la modernidad y del pensamiento crítico, facilitado en la actualidad con el acceso a la información en otro tipo de fuentes, tales como periódicos, revistas, internet, etc. No obstante, el valor del libro es perdurable a través del tiempo.

Pero, el modelo de negocio editorial está cambiando, ya que los importantes avances en desarrollo de software y las tecnologías de impresión digital han permitido la aplicación de la producción bajo demanda (en inglés el acrónimo P.O.D.) al mundo del libro. Esto está permitiendo eliminar el concepto de "libro agotado" al poder reimprimirse títulos desde un sólo ejemplar, y se está fomentando la edición de libros en tiradas muy cortas que antes no eran rentables por los medios tradicionales.

Como aplicación más innovadora, las librerías electrónicas más reconocidas están además ofertando a todo el mundo libros que no son fabricados hasta que son vendidos.

A finales de 1971 comenzó a desarrollarse lo que hoy denominamos libro digital o electrónico. Michael Hart fue el impulsor del Proyecto Gutemberg, que consistía en la creación de una biblioteca digital totalmente gratuita, donde podíamos encontrar obras de autores como Shakespeare, Poe y Dante entre otros, todas ellas obras de dominio público. En 1981 se produce un importante avance, ya que sale a la venta el primer libro electrónico: Random House's Electronic Dictionary. Sin embargo, fue en marzo de 2001 cuando el libro digital (también conocido como ebook) experimentó su máxima expansión gracias al novelista Stephen King, quien lanzó al mercado a través de la red su novela Riding the Bullet (Viaje a las tinieblas).  La obra, en apenas 48 horas, vendió más de medio millón de copias, al precio de dos dólares y medio la copia.

Desde este momento comenzaron a aparecer varias editoriales electrónicas y muchas tiendas virtuales empezaron a incorporar libros electrónicos en sus catálogos.

No obstante, el despegue comercial del libro electrónico ha sido muy lento y complicado. Y si bien es cierto que hace poco más de tres lustros se vaticinaba la desaparición del libro impreso en papel antes de que se iniciase la segunda década de este tercer milenio, en 2023 se puede constatar que, aunque cada vez se publican más libros en formato digital, en modo alguno ha desaparecido el libro en papel, ya que ha mantenido su rentabilidad, mientras que el libro digital aún no puede consolidarse como una opción prioritaria comercialmente. 

Libro y lector son conceptos que están cambiando. También se está transformando la industria editorial, que modifica sus estructuras conceptuales y logísticas para adaptarse al desafío de la modernidad. El concepto de libro, relacionado hasta hace poco con el de material impreso, que es el universo de los soportes físicos, se amplía considerablemente como consecuencia de las innovaciones tecnológicas que permiten multiplicar la difusión de un texto hasta el infinito.

Desde la aparición de los audiolibros y de los libros digitales, el concepto de libro queda redefinido puesto que ya no se puede considerar sólo como una obra impresa, o manuscrita, formada por un conjunto de hojas encuadernadas, sino que ahora el material capaz de almacenar y transmitir un cierto conjunto de información puede ser tangible o intangible.

Cambia también el concepto de lector –de lector experto, habitual o culto- porque en la era digital esto implica saber manejar ciertos materiales o utensilios que guardan poca relación con el pasado. Ya no basta con tener acceso a internet, contar con equipos informáticos y disponer de una cierta capacitación tecnológica. Ahora, además implica adquirir la cultura tecnológica suficiente para entender cómo funciona el formato digital: es necesario saber cómo se organiza la información, cómo y dónde se la puede encontrar, cómo cabe interactuar con ella.

En España, la industria editorial genera empleo para más de 100.000 personas de manera directa e indirecta. Las 778 empresas editoriales agrupadas en la Federación de Gremios de Editores de España representan cerca del 95% del sector y a lo largo de 2022 editaron más de 179 millones de libros y 79.000 títulos, con una tirada media de 3.600 ejemplares por título, aunque creemos que esta última cifra no se ajusta a la realidad, ya que en los últimos años las tiradas se han visto reducidas notablemente.

Con una facturación global del sector de 2.718,52 millones de euros (son datos entresacados del Informe sobre el sector editorial español del año 2022, presentado en julio de 2023) y que aproximadamente supone el 3% del PIB español (incluyendo libros y revistas), lo que la coloca a España entre el séptimo y octavo puesto a nivel mundial, aunque ha descendido cinco puestos del cuarto que ocupó hace algo más de una década.

Estamos, obviamente, ante titulares periodísticos que deben ser analizados en profundidad.