Madrileños por Madrid

Una Virgen holandesa, los huérfanos y el Rastro madrileño

Inauguro esta sección que he titulado “Madrileños por Madrid”, parafraseando el título de un conocido programa de RTVM, permitiéndome hacer una recomendación a aquel lector que quiera seguirla. Propongo que dediquemos alguna jornada a pasear por Madrid con ojos de turista foráneo, para redescubrir lugares por los que normalmente atravesamos sin pensar que puedan tener su propia intrahistoria. 

Hoy conoceremos un antiguo distrito de la Capital, que surge en el Plan de división territorial de Madrid de 1840 y subsiste con algunos cambios hasta 1955: el distrito de La Inclusa. Su ubicación en 1906 aparece delimitada en un plano firmado por Sucesores de Rivadeneyra que custodia la Biblioteca Nacional, con forma de triángulo invertido, en el que se definen sus límites en esa época (al norte el distrito 8º de Latina, al este el distrito 6º de Hospital y al oeste los términos municipales de Carabanchel Bajo y Villaverde).

Distrito La Inclusa Madrid
Distrito La Inclusa Madrid

Años antes, en 1867, el Diario Oficial de Avisos de Madrid citaba los barrios incluidos en el distrito de La Inclusa: Rastro, Huerta del Bayo, Cabestreros, Peñuelas (estos cuatro permanecen en el plano de 1906), Peñón, Encomienda, Comadre, Cara Vaca, Embajadores y Provisiones (sustituidos en 1909 por los barrios de las Amazonas, Caravaca, Duque de Alba, Gasómetro, Marqués de Comillas y Miguel Servet).

Encontramos respuesta en el citado plano a una de las correlaciones formuladas en el título de este artículo. El actual Rastro formó parte durante poco más de cien años del distrito madrileño de La Inclusa, cuyo nombre proviene -lógicamente- de la ubicación en dicho término administrativo de la conocida institución de recogida y atención de niños huérfanos y abandonados. De hecho, la Tenencia de Alcaldía del distrito de La Inclusa, aunque inicialmente tuvo su sede en el número 18 (bajo) de Embajadores (hoy distrito Centro), desde 1935 estaba situada en el n.º 2 de la Ribera de Curtidores. 

Llegamos así a la tercera derivada: la virgen holandesa de nuestro título no es otra que una pintura de la Virgen orlada de angelitos y con un recién nacido a sus pies, traída por los tercios de Flandes desde la localidad flamenca de Enkhuizen, puerto marítimo cuyas iglesias católicas fueron saqueadas por los “mendigos del mar”, corsarios al servicio de Guillermo de Orange, tras la toma de Briel en 1572. Esta ciudad holandesa estuvo en el foco de la sublevación calvinista que dio origen a la Guerra de los Ochenta Años, en la que no solo interfieren las creencias religiosas, sino también -y mucho- los intereses comerciales relacionados con la pesca del arenque. 

Ya en España, la imagen de la Virgen de Enkhuizen acabó siendo entregada, por intermediación de Felipe II, a la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y las Angustias y las damas piadosas que gestionaban la casa de acogida de niños expósitos en Madrid, donde el cuadro fue colocado y pronto rebautizado por los castizos madrileños como “Virgen de la Inclusa”, mucho más fácil de pronunciar que el término holandés.  

En el siglo XVIII la sede de la Inclusa -y su Virgen- estaba situada en un edificio en la calle de los Preciados, esquina a la calle del Carmen, muy cerca de la Posada de los Segovianos, como testimonia el “Kalendario Manual y Guía de Forasteros en Madrid” de 1759, que para los no entendidos era una especie de “Who is Who” de la época, pero también una Guía de Viajeros, lo que hoy sería un blog de información para los Erasmus. 

En muchos Calendarios Manuales que se editaron por entonces aparecían detalladas las cifras de niños acogidos por La Inclusa en el año en curso, que fueron in crescendo desde los poco más de 500 expósitos acogidos en 1759 hasta los 1.337 infantes que ingresaron en 1799 y los 1.600 que lo hicieron en 1881. Lo que no detallaban estas publicaciones era la elevada mortalidad de los niños, a pesar de que la inclusa siempre contó con al menos un médico. La mortandad era especialmente grave en el destete, por carencia de amas de cría, muchas de ellas malnutridas, que amamantaban a un buen número de infantes cada una. A esta carencia se unía la falta de medios aportados por la Diputación Provincial, que no llegaban a cubrir la mitad de los gastos, por lo que se recurría a la caridad y a la imaginación. No es muy conocida la relación de La Inclusa con el corral de comedias de la calle del Príncipe, por concesión de privilegios sobre su recaudación, o con la lotería del cerdo que se celebraba en la Puerta del Sol, que también aportaba parte de sus beneficios a la institución.

La Inclusa tuvo varias sedes hasta su desaparición, casi concluyendo el siglo XX. En 1801 estaba en la Calle del Soldado, pagando un alquiler de 6.000 reales en un edificio conocido como la “Galera Vieja”, lo que da buena idea de su estado; en 1804 se trasladó a la calle de la Libertad; tres años después lo hace al nº 66 ó 74 -según las fuentes- de Mesón de Paredes. En esa ubicación sigue hasta 1926, cuando sale de su distrito para ubicarse en el nº 50 de la calle O´Donnell, luego Instituto Provincial de Puericultura y hoy sede de una Consejería de la Comunidad de Madrid, bien reconocible por los dos medallones con las figuras en relieve de cerámica de dos recién nacidos que adornan su fachada. El famoso torno había sido ya sustituido por una discreta oficina de entrega, identificada por un letrero que gráficamente exponía su función: “por este portal se entregan niños”. 

Paradójicamente, el distrito de la Inclusa dejó de albergar su institución homónima durante sus últimos 29 años de existencia. Y es que los nombres, aunque no supongan una identificación perdurable -sobre todo si hay instituciones públicas detrás de ellos-, siempre nos permiten conocer algo de su historia.

 

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