A Volapié

Hacienda y la voracidad fiscal, Parte III

En esta última entrega vamos a ver algunos de los casos en los que Hacienda se comporta de forma arbitraria y/o abusiva. Mi intención no es ser exhaustivo, solo ilustrativo.

1) IRPF: en relación a este impuesto hay varios temas a comentar:

- En primer lugar Hacienda no deflacta la tarifa. Esto se traduce en que Juan Español paga más impuestos ganando menos que antes. Están gravando rentas ficticias.

Lo mismo sucede con las plusvalías generadas en el largo plazo. Los famosos coeficientes de abatimiento para inversiones adquiridas con al menos dos años de antelación al 31/12/1996 no se pueden aplicar a la parte de la ganancia generada a partir de 2006. De nuevo, tenemos a hacienda gravando ganancias nominales y no reales. Por si fuera poco, hay un límite de 400.00e. 

Cualquier operación de más de un año de duración, hecha con fecha posterior a 1996, es gravada por hacienda por el valor nominal y no el real. 

- En segundo lugar, tenemos las rentas imputadas por la segunda vivienda. Esta es una renta imaginaria. No obstante, si llegáramos a convenir que existe realmente, habría entonces que restarle los gastos que la vivienda genera, como el IBI, los gastos de comunidad, el seguro de hogar, y los intereses de la hipoteca si la hubiera; cosa que Hacienda no permite. 

2) IVA: este es un impuesto regresivo que perjudica a las clases bajas y medias y anula en gran medida la progresividad del IRPF. Sueldos y rentas menores a 30.000 euros deberían pagar un IVA máximo del 10%. Este impuesto se estrenó en España con el 16%, y ya vamos por el 21%. Los políticos lo suben sin rubor, empobreciendo notablemente a los más necesitados y a las clases medias. En cuanto al IVA aplicado a la vivienda nueva, el 10% es claramente confiscatorio.

3) Plusvalía Urbana: este es un impuesto local. Hasta hace muy poco tiempo los ayuntamientos tenían la caradura de cobrarlo aún en el caso de que no existiera plusvalía urbana alguna. Afortunadamente la justicia ha puesto orden en este asunto.

4) ITP: además de la tarifa excesiva que soportamos en el caso de la vivienda usada, también podemos criticar la arbitrariedad con la que Hacienda calcula la base imponible. Usa un precio supuestamente de mercado, cosa que no es, pues se trata del precio que fija la Dirección General del Catastro en base a los precios de compraventa que comunican las notarías.

Este precio no se ajusta a la realidad porque el valor calculado no es el resultado de analizar viviendas comparables. No tienen en cuenta si la vivienda está reformada o no, ni las calidades, ni si es un bajo o un octavo, ni si es interior o exterior, etc. Estas características influyen notablemente en el precio. De esta manera, el precio de catastro casi nunca se corresponde, ni con el valor intrínseco, ni con el valor de mercado, y casi siempre perjudica al contribuyente. 

5) Sucesiones y donaciones: este impuesto es bastante común, aunque hay nueve países en Europa que no lo aplican. SyD es abusivo y arbitrario por naturaleza pues no se grava la creación de riqueza, ni el consumo suntuario. Se gravan transferencias de riqueza que implican una suma cero. Lo que recibe el donatario, lo pierde el donante. Esto nunca debería estar gravado, y aún menos en el marco de la familia.

La riqueza acumulada con el paso de los años ha pagado previamente grandes cantidades de impuestos, directos e indirectos. Es justo entonces que esté exento lo que dejamos a la familia después de tanto esfuerzo e impuestos. En el límite, se podría debatir si es legítimo, y fiscalmente objetivo, exigir este impuesto a las grandes o muy grandes fortunas. Hablo de verdaderas fortunas, no de quien tiene 2 o 3 millones. Las cuantías a partir de las cuales se tributa por estos impuestos en España son inmorales y confiscatorias.

La excusa de los políticos es que este impuesto es necesario para redistribuir la riqueza y reducir las desigualdades. Esta afirmación no se sostiene. La única forma justa y eficaz de conseguir esto es aplicar las políticas de oferta, educativas, fiscales, presupuestarias y legales comentadas en otros artículos. Así es como podemos reducir el paro, mejorar la productividad, crear riqueza sostenible, y de esta forma aumentar la renta disponible de la mayoría de la gente. Si se hiciera así, las desigualdades se reducirían en gran medida. 

En verdad, la desigualdad no es el problema, es la derivada o consecuencia. Los problemas reales son el paro y la pobreza, tanto de los que no trabajan, como de los que trabajando pasan penurias. No sufren por ser desiguales en renta y patrimonio, sufren porque son pobres, por estar en el paro, o porque sus rentas del trabajo son insuficientes. La economía no es un juego de suma cero como creen algunos anticapitalistas. 

Por lo tanto, hay que poner las condiciones para la creación de empleo privado de calidad y para aumentar la productividad. Esta es la forma de evitar la pobreza, tanto de los parados, como de aquellos que trabajan. El remedio no es gravar el fallecimiento, ni las donaciones familiares. De ser así, no tendríamos el paro que tenemos, ni el 20% de los hogares en riesgo de pobreza. El remedio es reducir el paro al 6% o menos, como Portugal, mediante la creación de más empleo privado. Pero esto no es suficiente, ya que la productividad está estancada desde hace muchos años. Si no se toman medidas para que aumente, la pobreza y su derivada, la desigualdad, no se reducirán. 

La ineficacia e ineficiencia del gasto público, así como el fracaso de la educación pública, son otras de las causas que explican la pobreza, y por lo tanto las desigualdades. Me parece inaceptable que los que provocan estas desigualdades con políticas erradas pretendan resolver el problema confiscando gran parte de las herencias y donaciones.

7) Patrimonio: lo mismo decimos de este impuesto. Aquí la diferencia es que casi ningún país europeo lo aplica, sólo Noruega y Suiza. Y no solo esto, los mínimos exentos en estos países son mucho mayores, mientras que las tarifas son mucho menores. El patrimonio acumulado soporta con frecuencia una doble o triple imposición. Aplicarle una cuarta no tiene sentido. Este es un impuesto trasnochado, totalmente arbitrario y confiscatorio.

8) Impuesto extraordinario a la banca y las energéticas: recientemente hemos dedicado un artículo a estos nuevos impuestos.  A él me remito. No se justifican en ningún caso puesto que cuando se generen mayores beneficios, la cuota del impuesto de sociedades será mayor. En muchos casos esto que llaman beneficios caídos del cielo son beneficios normalizados. Si no nos acordamos del empresario cuando tiene pérdidas, o beneficios modestos, no podemos esquilmarle los años en los que tiene éxito. Hacerlo, además de inmoral e injusto, es limitar la capacidad de las empresas afectadas para invertir. Esto a su vez, lastra la creación de empleo y de riqueza. Este es un impuesto ideológico y anticapitalista, impropio de un país avanzado.

9) Otros impuestos: causa sonrojo leer que hacienda grava las ayudas que el estado otorga para facilitar la compra de un coche eléctrico. Lo mismo se puede decir la obligación de tributar por los intereses de demora que paga hacienda con la devolución de ingresos indebidos. Esto es totalmente contrario al derecho de la UE.

A la luz de lo reflejado en este artículo, parece bastante evidente que hacienda actúa en muchos casos de forma confiscatoria y/o arbitraria.

Las estadísticas aportan una información valiosa. Nos muestran que el 50% de las reclamaciones en los tribunales económicos administrativos dan la razón al contribuyente. A esto hay que sumarle los fallos en contra de Hacienda en las instancias judiciales superiores. 

En cuanto a la voracidad fiscal que padecemos, no solo es injusta, sino que atenta contra la ley de leyes. La Constitución menciona que los impuestos no pueden ser confiscatorios. El problema es que la presión fiscal que soportamos no tiene límites fijados por ley. De esto se aprovechan los políticos para enrocarse en el poder mediante un elevado gasto clientelar, costosísimo para el contribuyente, pero rentable en términos electorales. Esto se traduce en subidas incesantes de impuestos que empobrecen a la mayoría, dificultan la creación de empleo sostenible y de riqueza, y merman la renta disponible de las clases bajas y medias. 

La política fiscal que se ha aplicado en España durante los últimos quince años es una de las principales causas de la decadencia del país, del aumento de la pobreza, y de la divergencia con Europa en términos de renta per cápita y de bienestar. Si queremos prosperar, debe revertirse.