El Osorio y el Madroño

El día en que Valle-Inclán detuvo a un policía

Sucedió en 1927. Se estrenaba en el teatro Fontalba una obra de un escritor mediocre favorecido en su carrera literaria por su apoyo al gobierno de turno. Valle-Inclán acudió al estreno en calidad de crítico teatral. Don Ramón iba bastante excitado. No tenía la menor intención de ser objetivo ni ecuánime con ese autor, con el que había tenido algún rifirrafe en el pasado, y las reservas de empatía se le habían vaciado por completo a través de su úlcera péptica. 

Comenzó la sesión y nuestro crítico no cesaba de rebullirse en su asiento mostrando visiblemente su disconformidad. En un momento de la representación, Valle se puso a vociferar:

—¡Muy mal, muy mal, muy mal! 

Algunos espectadores le pidieron que se callara; pero Valle protestaba cada vez con más ímpetu. Entonces el público, molesto con su actitud, se puso a aplaudir a los actores. Mientras tanto, el dueño del teatro llamó a la policía, y se presentó un agente uniformado que pidió a nuestro hombre que le acompañara.

—¡Detenga usted a los que aplauden!—gritó Valle. 

Llegados al Ministerio de Gobernación, Valle fue conducido ante el comisario jefe. Al entrar a su despacho, el barbudo y enclenque escritor agarró del brazo al policía que lo acompañaba y exclamó:

—¡Aquí traigo detenido a este policía que no ha sabido defenderme de un público lamentable!

El comisario se rió mucho con la ocurrencia de Valle, pero, conforme a la ley, no tuvo más remedio que imponerle una multa.

—Póngame todas las multas que quiera, que no pienso pagarlas.

Y, como era hombre de palabra, no pagó. Eso sí, cada mes le llegaba a su casa la notificación de la multa con el recargo correspondiente al impago reiterado. De paso le advertían que si no satisfacía el importe en el plazo máximo de dos años, tendría que ir a prisión.

Finalmente, Valle-Inclán cumplió un arresto de quince días en la Cárcel Modelo de Madrid.

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