Opinión

Triste adiós a Paco Vidal, maestro de escenarios

Paco Vidal - Fotografía: Antonio Castro
photo_camera Paco Vidal - Fotografía: Antonio Castro

Paco Vidal, consagradísimo actor y maestro de generaciones de intérpretes, ha cruzado al otro lado del espejo con su sombrero calado, su caminar sereno y su media sonrisa apuntando hacia el mañana. Nos deja huérfanos de inteligencia, de aplomo y saber estar, y añorantes de sus recuerdos de rodajes, tablados y giras.

Despide, así, una vida dedicada a la escena y la pantalla española, bien como docente en la mítica escuela de William Layton, bien como director teatral –con más de una treintena de títulos dirigidos–, o como intérprete, cuya feliz etapa como actor en la Compañía Estable de Teatro Nacional Español, sus orígenes en el TEU y sus trabajos televisivos siempre recordaba con afecto. 

Conocí a Paco en el montaje de Nerón, de Eduardo Galán, dirigidos por Alberto Castrillo Ferrer para el Festival de Mérida, y desde entonces no hemos dejado de encontrarnos y de intercambiar llamadas y mensajes. Los meses de gira juntos nos permitieron compartir gustos literarios, intercambiar locos volúmenes de textos disparatados que solo nosotros leíamos y debatir sobre distintos asuntos teatrales en los que yo simplemente apostillaba sus intervenciones eruditas y su conocimiento profundísimo de los clásicos.

En esos ratos me contaba que fue hijo de industriales dedicados a la heladería y que pese a nacer en Ibi, Alicante, marcharía muy de niño a Ceuta, donde cursaría hasta el bachillerato en el Instituto Hispano Marroquí, del que guardaba buenos recuerdos y donde empezó a ir al cine desde los 5 años. «Ya desde los siete años quería ser actor», me decía, y vaya si lo consiguió. 

Sus comienzos en el Teatro Español Universitario, siendo premiado con 17 años, espacio de libertad y compromiso durante el franquismo, y su búsqueda por el teatro de calidad al margen de lo sociopolítico, convirtieron sus inicios en el teatro independiente en una expresión vanguardista y reivindicativa del mejor teatro español y europeo, actitud que no abandonó en su vida.

Invitado por Miguel Narros a participar en su proyecto de escuela-laboratorio, donde conoció a William Layton, trabajando mano a mano con Margarita Lozano, José Carlos Plaza, Ana María Vidal, Julieta Serrano o Concha Gómez Conde, Paco Vidal comienza su andadura profesional con lo que sería el futuro más granado de las artes escénicas: «Layton me enseñó la rigidez. Narros la imaginación desbordante».

Su carrera en cine y televisión ha sido igualmente amplísima, destacando desde la mítica Crónicas de un pueblo (1971-1974) hasta Víctor Ros (2016) pasando por El comisario (1999-2003), El secreto de Puente Viejo (2011), El Lute (1987) o Piénsalo bien, Valentina (1994), por no mencionar su participación en los míticos Estudio 1 de Televisión Española y su siempre recordado personaje de Jacinto en Tobi (1978).

Nos deja Paco, precisamente hoy, día del cine español, y cruza el río del olvido con una barcaza cargada de sueños, de recuerdos compartidos, de memorables escenas, pero dejándonos su ejemplo de humanidad, de constancia y compromiso con la profesión del artista. En tu mutis, querido amigo, nos dejamos las manos aplaudiendo tu carrera. En este oscuro final, un largo silencio acompaña tu partida, solo roto por tu tarareo en la penumbra de un camerino.