Opinión

Desmontando mitos económicos

Este año voy a cursar, aparte de mi tesis doctoral en filosofía, un master de profesorado para poder ir dando ya clase en instituto antes de intentarlo en la universidad, que es mi sueño. Cuento esto porque -aparte de que la oferta pública de masters de profesorados deja a mucha gente fuera, pero eso sería tema para otro artículo- la especialidad que puedo dar dada mi carrera, ciencias políticas, es economía. Pues bien, durante este verano he estado leyendo sobre las diferentes corrientes (marxismo, keynesianismo, liberalismo hayekiano) de las que ya era bastante conocedor. También me hice con un manual de economía, el de N. Gregory Mankiw. Cuento todo esto porque me sorprendió que no muy entrado en materia, de hecho en el primer capítulo, me encontré ya uno de las clásicas asunciones, o dogmas de la economía actual: que la distribución igualitaria de recursos frena la eficiencia de los mismos. Pues bien, en este artículo mostrare como esto no es así y defenderé el igualitarismo como posición filosófica o económica.

Bien, para justificar el igualitarismo, hay que elaborar unos ciertos pasos: en primer lugar, que el igualitarismo, o la defensa de distribuciones igualitarias de valor o recursos, son una posición defendible y deseable; en segundo lugar, y para lo anterior, defender, que las distribuciones de valor son relacionales, en el sentido que el mayor o menor valor o recursos que posee una persona influye en la posición de otra dado que, en una situación la cantidad de valor total se reparte entre las personas que hay, de manera que si yo tengo más valor es porque la otra persona tiene menos: nunca queda valor sin repartir; en tercer lugar, en relación con lo anterior, pues es el principal argumento que utilizan los no igualitaristas para negar la relacionalidad del valor: criticar el argumento de la igualación a la baja, que básicamente dice que los igualitaristas sacrifican es sus elecciones la cantidad de valor en aras de la igualdad, es decir, lo que comentábamos antes: que a mayor igualdad en la distribución de recursos menos cantidad de estos.

A la hora de juzgar dos situaciones podemos hacerlo basándonos, entre otras cosas, en, lo que una situación maximiza el valor, o recursos, es decir, en la cantidad de valor o recursos final que permite, o, en como esa cantidad de valor o recursos se distribuye.. Así nos dice Oscar Horta profesor de la USC que “podemos considerar que el valor presente en un estado de cosas es el resultado de la suma de dos variables: (a) la cantidad de valor en él; y (b) su distribución. Así, el valor del que disfrutamos es el resultado de tales variables aplicadas en particular a nuestros casos: (a) el valor total presente en el mundo en el que estamos; y (b) la porción de valor que nos toca.” Esto nos muestra, que (b) la variable igualitarista, es importante, o al menos relevante a la hora de juzgar dos situaciones comparadas. Imaginemos dos situaciones en la que (A) se reparte un valor global de 100 en porciones de 70/30 entre dos grupos de esa sociedad, y otra situación (B), en la que se reparte 50 en porciones de 25/25 entre dos grupos de esa sociedad. Eliminando -desde una postura igualitarista- el argumento maximizador de que la situación primera es mejor pues hay más valor, o más recursos, pues ese valor no es juzgando por el bienestar que produce distributivamente a cada individuo, debemos valorar, en primer lugar, la suerte de haber nacido en una situación con un valor determinado (variable a) y por otro la distribución de ese valor (variable b), o la suerte de obtener una determinada cantidad de valor y no otra. Evidentemente desde la variable a hubiera sido mejor nacer en la primera situación, pero, desde la variable b, hay un criterio al menos normativamente relevante (el igualitarista), que nos dice que la situación es mejor, pues, como miembro de cada uno de los grupos, disfrutamos del máximo valor posible, respetando la equidad en la repartición. Desde luego que, si naciéramos en la primera situación, y en esa situación, se distribuyera acorde al criterio distributivo de la segunda, viviríamos mejor, pero esta, no es una situación que se esté planteando en la comparación. Desde este punto de vista esperamos haber podido demostrar el carácter relacional de las distribuciones, ya que la cantidad de valor disfrutada, depende de la distribución y por tanto es relacional (el valor se reparte entre la gente, no queda valor sin repartir, es decir el valor que alguien tiene, no es porque lo tenga otro), y haber también,  refutado el argumento de la objeción a la baja, que nos diría que los igualitarista tienden a preferir situaciones que igualan hacia abajo, en las que se reduce el valor o los recursos globales para igualar la situación. Como hemos visto esto no es así, pues en ese argumento se estarían mezclando las dos variables anteriormente mostradas.

En síntesis, cuando se hace una distribución de recursos hay que tener siempre presente el montante que se reparte, y el criterio de repartición. Y como hemos visto, el criterio de distribución no reduce el número de recursos totales, simplemente hace variar como estos se reparten entre las personas. Por lo que mayor igualdad, no es sinónimo de menor eficiencia económica como normalmente se ha pensado hasta ahora.

Además, nada garantiza que las personas que ya de partida tengan más recursos antes de la distribución vayan a hacer un uso más eficiente que los que no lo tienen.

Quedaría por analizar si las distribuciones igualitarias desincentivan o no el trabajo de las personas con más recursos.

Con todo, y para terminar, este artículo no desmiente el principio de economía de que las personas se enfrentan a disyuntivas, que debe priorizar ciertos principios sobre otros cuando toma ciertas decisiones, que es donde se integraba esta disyuntiva en igualdad y eficiencia en el manual N. Gregory Mankiw.