ARS GRATIA ARTIS

San Jerónimo y Leonardo. Meditación y creación

La meditación, el recogimiento, el aislamiento, necesarios para el ejercicio creativo están simbolizados en algunos episodios de la historia del arte en la figura de San Jerónimo penitente, abordada por grandes pintores y escultores que han interpretado la breve etapa de soledad extrema y sacrificio de Jerónimo de Estridón en los años de retiro vividos en el desierto de Siria. 

Nacido en la ciudad que acompaña su nombre, poeta, escritor, filósofo, historiador, teólogo y traductor, unificador de los textos bíblicos al latín, las escenas lo describen representado en sus valores y sabiduría por medio de objetos alegóricos: el león y un libro que aluden a la fuerza de su cuerpo, mente y sabiduría. Su personalidad y circunstancias adversas fueron descritas en las obras que a él se refieren, realizadas entre otros pintores por Mantegna, Piero della Francesca, Pinturicchio, Durero, Tiziano, El Greco y Leonardo da Vinci. Son todas ellas obras maestras en las que los artistas dejaron constancia de sus intuiciones y son pinturas que sitúan en cada tiempo y movimiento estético la versión de ese momento trascendente en la vida del santo. Personalmente me interesa especialmente el “San Jerónimo” visionado y creado por Leonardo da Vinci, una pieza inacabada de una extraordinaria hondura y simplicidad, acentuada por la dualidad pintura- dibujo. 

A lo largo de los años Leonardo ejercitó sus cavilaciones y dudas buscando el sentido que quería dar a esa obra volviendo a ella para cambiarla o borrar algunas partes; tal proceder indica la presencia continuada de un sano descontento y a la vez evidencia la inquietud que le asalta y sin considerarla acabada, la pintura formaría parte de su equipaje más precioso, acompañándolo en sus viajes y estancias en diferentes ciudades. Sobre un soporte de madera de 105x75 cm., realizada al óleo y temple, la representación de San Jerónimo se nutre de elementos iconográficos que parten de los textos que describen su vida, así como detallan y explican su personalidad y poderoso físico. Leonardo lo caracteriza amparado por el león protector y aviva su condición de eremita en aquellos ásperos escenarios aunque sublimados. La imagen acusa el cansancio inmersa en un paisaje que se intuye yermo y ambas particularidades quedarán resaltadas por medio del empleo de un parco colorido que va de los tonos ocres a los marrones; la escasa materia y la primacía  del dibujo refuerzan la definición de figuras y fondos y todo ello incrementa de un modo dramático el sentido de aislamiento, de humildad, de espiritualidad, en pos de lo que es esencial en una obra cuya naturaleza aún hoy muestra grandes dosis de transgresión.

Rodeada de leyenda, como casi todo lo que atañe a Leonardo, la pintura cuenta con la correspondiente historia novelesca y azarosa que incluso llegaría a borrar la huella de su origen. Ha formado parte de la vida de personajes de todo tipo y condición; y no se sabe con exactitud si obedeció a un encargo, pero consta que pasó por momentos de grandes dificultades y como en una película de final feliz, logró salir airosa y triunfante; en una de esas etapas oscuras sirvió de asiento para un taburete y en otra fue la tapa de un baúl; más tarde perteneció al cardenal corso Joseph Fesch pero la suerte de esta pintura cambió al pasar a manos de la artista suiza Angélica Kauffmann (1741-1807), mujer de una cultura infrecuente y de brillante carrera  desarrollada principalmente en Inglaterra, en donde abordó, en buena parte, la creación de obras académicas de historia, planteadas desde una actitud neoclásica y reconocida como decoradora y retratista. Viajera y estudiosa de la pintura renacentista italiana, una de sus creaciones más gloriosas lleva por título “Leonardo expirando en brazos de Francisco I” (1778). En cuanto a “San Jerónimo”, atribuyó su autoría a Da Vinci y la dejó en testamento a sus herederos. Con el paso de los años pasaría a pertenecer al Papa Pio IX y a partir de 1856 forma parte de las colecciones de la Pinacoteca de los Museos Vaticanos.

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