El Jardín del Edén

¿Que quiero decir cuando digo igualdad? (parte I)

Robespierre lo tenía muy claro: la disyuntiva revolucionaria a no aceptar los principios de libertad, igualdad y fraternidad, era la muerte. Así publicó el slogan el Directorio de París en 1793, y así lo llevó a cabo, pudiendo comprobar él mismo no mucho más tarde los beneficios de recibir igual trato que el que había procurado a muchos de sus conciudadanos.

En la coyuntura de la Ilustración y de la transición del cambio del Antiguo Régimen al Liberalismo, una de las demandas sociales más clamorosas era el fin de la sociedad basada en los tres estamentos clásicos de nobleza, clero y estado llano, los dos primeros solo respondiendo ante tribunales “privilegiados”. Para los que aspiraban al cambio, el fin de los estamentos y el que todas las clases sociales estuvieran sujetas a las mismas leyes ante los mismos tribunales tenía un nombre: ¡Igualdad!

La idea de Robespierre no era sin embargo original. Además del ideal de igualdad evangélica sostenido tan trabajosamente por gigantes como San Benito o San Francisco, la idea prendió en su versión secular con los llamados empiristas ingleses, como lo fue John Locke, continuado en los ilustrados como Rousseau y madurado por los padres de la independencia norteamericana como Franklin y Jefferson. La tríada de “libertad, igualdad y fraternidad” ya estaba muy extendida en el mundillo de las ideas cuando surgió la Revolución Francesa: de hecho parece que aquí el huevo si fue antes que la gallina.

Así por ejemplo, la declaración de independencia de los Estados Unidos de 1776, apenas dos décadas antes de la Revolución Francesa, ya proclamaba la que posiblemente sea la frase más hermosa que se pueda pronunciar en Política:

“Mantenemos estas verdades como autoevidentes: que todos los hombres han sido creados iguales, y que han recibido de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los que se encuentran la Vida, la Libertad, y la búsqueda de la Felicidad”.

Ha llovido mucho sin embargo entre la igualdad y su significado tal como la pronunciaron los revolucionarios de ambos lados del Atlántico y la igualdad y su significado como nos los encontramos hoy en día. Hemos reemplazado incluso aquel ideal por un derecho positivo, y el Altar de la Providencia -o de la Revolución- por una Dignidad Ministerial con firma en el B.O.E.

El sentido de la igualdad era entonces muy claro: todas las personas habían sido creadas iguales, y por tanto todas ellas debían sujetarse a las mismas leyes. La igualdad per se no era un derecho, sino un principio que daba origen a que todos tuviéramos los mismos derechos. Por el contrario, si nos fijamos cuando ahora nuestra clase política dice “igualdad”, quiere decir cosas distintas y tal vez en contradicción con los otros dos pilares revolucionarios de la libertad y de la fraternidad.

Pero ¿qué es distinto? y sobre todo ¿por qué me tiene que importar que sea distinto? Pues les invito a que sigamos reflexionando sobre algunas de esas similitudes y diferencias que se han abierto en los dos siglos y medio que separan ambos usos del término “igualdad” y veremos a ver si nos tiene que importar -o no-.

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