Sobre dogmas y consignas

Prostitución: un tema tabú

Ya sé que es este un tema espinoso y que acaso alguien proteste por lo que voy a escribir aquí, pero ya que este diario goza de libertad y prestigio, no sirve a ningún grupo de presión y me lo permite, voy a expresar mi opinión. Después de oír tanto dogmatismo adoctrinador por una parte y oportunista por otro, creo que acaso sea bueno tomar el asunto con una cierta distancia –ya se sabe aquello de los árboles y el bosque- y cierta ecuanimidad.

Pocas actividades sociales han sido periódicamente tan polémicas. Ha gozado de épocas mejores y peores, pero durante miles de años ha permanecido inmutable. Habrá que pensar cuál puede ser la razón. Lo que es evidente es que en la actualidad se habla de ello desde dos premisas: como si fuera un bloque homogéneo y como si manchase su mera existencia. Ambos planteamientos son erróneos e injustos, aunque, como toda relación personal, puede ser problemática con mayor o menor frecuencia. No voy a especificarlas, pero son muchas las causas que pueden llevar a una persona a utilizar estos servicios y tanto  una parte como  la otra, están en su derecho de tomar o prestar esta relación. 

En primer lugar, se habla siempre de la prostitución femenina dejando como inexistente la de la homosexualidad y la masculina, que goza cada día de mayor auge. Creo que estas personas cumplen una labor social y que la mayoría de los problemas que pueden conllevar se deben en gran parte a la falta de una regularización sin consignas previas, que pondría fin a secuelas tan importantes como las de índole sanitario, economía sumergida, injusticias y  abuso por parte de organizaciones mafiosas. Se afirma que esta propuesta es inaceptable debido a la violencia que el hombre ejerce sobre la mujer. Sin embargo está legislado y admitido algo tan brutal como un ¿deporte? ejercido también por dinero en el que dos seres humanos –también existe el femenino- se golpean brutalmente ante el público hasta que uno de ellos cae sin conocimiento e incluso en algún caso llega a morir. Con el agravante de que muy pocos se salvan de secuelas cerebrales  irreversibles Y todo esto podemos verlo por televisión mientras el público jalea a los contrincantes para que se golpeen con más fuerza y por ello los contendientes reciben reconocimiento y fama.

Digresiones aparte, volvamos a nuestro tema que, como todo lo relacionado con la sexualidad, ha tenido a lo largo de la historia altos y bajos en su aceptación. Desde una disimulada actividad en algunos templos de Afrodita barnizados de prácticas piadosas. Pasando por Grecia y Roma, en los que las prostitutas gozaban de mayores libertades que las matronas. Y continuando por los siglos XIII y XIV en los que, en muchos casos existían centros legislados por reglamentos. Sirva de ejemplo el siguiente: “Estatutos dados a un convento de rameras en Avignon por la Reina Juana I, Reina de Las Dos Sicilias y Condesa de Provenza” en 1347. Estatutos que  podrían aplicarse hoy porque son impecables.

No acabo de comprender la dificultad que entraña admitir el evidente hecho de que somos seres sexuados y racionales. ¿La tecnología es buena o mala? Mire usted, sólo depende del uso que se haga de ella y es por eso que se estudian los mecanismos por los que se debe regular. En gran parte el problema es que el tema que ahora nos ocupa ha estado y está mediatizado por la religión y la política cuando debería estar regido por el sentido común y una ley justa.

 

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