Zarabanda

La dama de Cartago

Hace tres semanas estaba en la FENALI 37, la Feria Nacional del Libro de Puebla (México), que tuvo lugar del 15 al 24 de marzo de este año, 2024, en el edificio Carolino, perteneciente a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, organizadora de la feria. Es un conjunto arquitectónico de gran valor artístico e histórico que desde el siglo XVI (1578) ha albergado, salvo breves interrupciones, centros educativos. Originalmente fue el Colegio Menor del Espíritu Santo, regido por los jesuitas, donde se enseñaba latín, humanidades y retórica a alumnos de entre 12 y 16 años. Desde 1937 alberga la rectoría, oficinas y dependencias, algunas tan hermosas como el Paraninfo, de la actual universidad. 

A primera hora de la tarde del día 18, cuando la afluencia de público, siempre numerosa, era menor, estaba sola en el stand de Sial Pigmalión, mi editorial, situado en el tercer patio del espléndido edificio. Hojeaba un volumen de reciente edición, "Cartago, territorio literario", del que soy coautora,  cuando observé entre sus ilustraciones la fotografía de un mosaico conocido como "la dama de Cartago". Lo conocía, lo había visto anunciando actividades culturales y me había detenido brevemente delante de él en el Museo Nacional de Cartago, su lugar habitual de residencia, pero nunca me había fijado demasiado, hasta este momento ("cuántas veces miramos y no vemos", pensé) en que le presté la debida atención. Había leído en internet que era una "pieza reina" de la exposición "Cambio de era. Córdoba y el Mediterráneo cristiano", que había organizado el ayuntamiento de esta ciudad, y que se mostraba en la sala Vircomsa con el nombre por el que era conocida, "la dama de Cartago". La exposición había estado abierta del 16 de diciembre de 2023 al 15 de marzo de 2024. Ahora, ya clausurada, "la dama" estaría de vuelta a su museo, situado en Cartago, en la colina de Birsa, donde antes hubo un convento, el de los padres blancos franceses, cerca de la catedral de San Luís. 

Observé detenidamente la fotografía del mosaico que mostraba su imagen enmarcada en un cerco con decoración geométrica. Representaba un ser angelical y andrógino, con un rostro expresivo y bello,de inmensos ojos, que recordaban a los de los retratos funerarios del Fayun en Egipto, bajo unas marcadas cejas, de nariz tecta y labios pequeños, jugosos y apretados. El pelo, de corta melena perfectamente peinada, tiene sobre la cabeza un pequeño moño sujeto con una diadema, como las santas vírgenes y mártires de San Apolinar nuevo en Rávena. En torno a ella, el aura de santidad que el mundo cristiano reserva a Cristo, a Dios Padre, a la Virgen y a los santos. Su cuerpo, muy masculino, lleva un manto sostenido por una fíbula.  

Su mano derecha está en actitud de bendecir según la antigua tradición cristiana, heredera de los gestos de los oradores romanos aunque con nuevo significado.La bendición sólo puede darla la divinidad, Cristo cómo dios; el Papa, los obispos, los sacerdotes la dan en su nombre, en el del "Padre, el Hijo y el Espíritu Santo", la Santísima Trinidad. Y eso indica la posición de los dedos. En la imagen, el pulgar, el índice y el corazón unidos en círculo simbolizan la Trinidad y el anular y el meñique, abiertos,  la doble naturaleza de Cristo, la divina y la humana.

Cuando se entrecruzan nos hablan de la cruz. También significan lo mismo dispuestos de otra manera, pulgar e índice unidos, la doble naturaleza, y los otros tres abiertos, la Trinidad. Incluso hay una tercera posición, menos frecuente, pulgar, corazón y angular cerrados y meñique e índice abiertos. 

En la mano izquierda, la imagen porta un largo cayado cómo el que utilizan los pastores. Cristo es el buen pastor que cuida de sus ovejas, una de las iconografías más antiguas con las que se representa el arte paleocristiano. En su recuerdo, los obispos siguen llevando el báculo como símbolo de su labor pastoral, de pastores de almas.

Todas estas observaciones me llevaron a la idea de que la hermosa imagen que tenía delante era la representación de un Cristo joven y helénico, a la manera de las más antiguas conocidas. Pero ésta tenía algo de especial, esa feminización propia de los ángeles que la hacía tan atractiva. 

Mientras seguía con estas elucubraciones, el patio se fue llenando de visitantes a la feria. Llegó Basilio, mi editor, gran conocedor de Cartago y de su auténtica primera dama, Elisa o Dido. Le enseñé mi descubrimiento, no pude contenerme, y le mostré el pesar de no haberlo descubierto antes. Después cerré el libro, frente al stand había compradores, y uno de ellos se lo llevó, era el único ejemplar que quedaba de "Cartago, territorio literario". Compraban nuestros libros, los de la Editorial Sial Pigmalión, como si no hubiera otros. Los estantes quedaron vacíos al finalizar la feria. 

Por la noche, en mi habitación del hotel Colonial, un mágico lugar, seguí con mi Cristo y con su sincretismo. Busqué su imagen en internet, me reafirmé en mi idea y seguí investigando. El mosaico, de tamaño más bien pequeño, era perfecto en su ejecución. Su autor debió ser un gran maestro, quizá de los que trabajaron para el emperador bizantino Justiniano I (527-565) y su esposa Teodora en Rávena. Hay similitudes entre él, los retratos de éstos y de sus cortesanos en sus mosaicos de San Vital, también enmarcados en cercos con decoración geométrica y otros no menos espléndidos de la misma ciudad. Su cronología, seguramente mediados del siglo VI, después de que el general Belisario conquistase en nombre del emperador y para su nuevo imperio romano, Italia, con capital en Ravena, y el norte de la actual Túnez, con centro en Cartago. 

Probablemente la llamada "dama", Cristo para mí, ocupó un lugar privilegiado en alguna de las basílicas cristianas cuyos restos se mezclan con otras ruinas en la destruida ciudad imperial que un día fundó Dido.

Tardé en dormirme, algo me inquietaba. Por fin me di cuenta que otro 18 de Marzo, el de 2015, tres asesinos del Estado Islámico habían invadido el Museo Nacional del Bardo en Túnez, el que tiene los mejores mosaicos romanos y paleocristianos del mundo (alguno de los cuales pudo compartir espacio con Él), asesinar a veintidós visitantes y herir a más de cuarenta. 

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