A Volapié

El invierno demográfico (parte II)

En esta segunda entrega vamos a esbozar algunas de las consecuencias de la falta de la natalidad y algunas de las posibles soluciones.

Consecuencias del invierno demográfico

  • Pensiones: actualmente la seguridad social tiene un déficit anual en materia de pensiones de unos 30.000 millones por año, agujero que no para de crecer. La baja natalidad agudizará este problema. 

Antes de 2040, la situación no se podrá gestionar y se impondrá la necesidad de recortar las pensiones y pasar a un sistema mixto de reparto y capitalización. Esta misma semana Alemania ha reconocido esta cuestión y ha comunicado que va a lanzar un fondo de capitalización para cofinanciar las pensiones junto con el tradicional sistema de reparto. 

Todos vamos a padecer las consecuencias de esta inacción política, de esta cerrazón ideológica, pero especialmente los jóvenes. La izquierda brama contra el sistema de capitalización por fanatismo anticapitalista e ignorancia, mientras que la derecha no se da por enterada. 

Como los políticos no quieren asumir la realidad, seguirán aumentando los impuestos y las cotizaciones para pagar las pensiones, lo cual limitará el crecimiento de la economía. El resultado será opuesto al deseado, no conseguirán eliminar el déficit de las pensiones, ni hacerlas sostenibles.

  • Crecimiento económico: a lo señalado en el apartado anterior hay que añadir el hecho de que los mayores de 70 años consumen menos que los jóvenes. Esto implica una menor demanda e inversión, es por lo tanto otro factor de estancamiento económico.

La falta de mano de obra en la industria, el campo, la construcción y los transportes será un problema de primera magnitud. 

  • Sanidad: una población envejecida generará mayores costes sanitarios que no serán compensados por un menor gasto en educación. Esto agravará la insostenibilidad de las cuentas públicas y pondrá en peligro el estado del bienestar. Muy probablemente, recortes sanitarios y el copago serán inevitables.
  • Soledad: los ciudadanos mayores que viven solos sobrepasan los 2,5 millones. Esta cifra va a crecer de forma muy significativa a lo largo de los próximos veinte años. Un porcentaje no desdeñable de los que no tienen hijos no podrán evitar la tragedia de tener que vivir, enfermar y morir en soledad. Está demostrado que el vivir solo, especialmente en la edad provecta, es muy nocivo tanto para la salud física como mental.

La sociedad española ha entrado en un círculo vicioso que se va a retroalimentar y acelerar durante las próximas décadas hasta niveles no sostenibles. Como consecuencia del deterioro económico y de la escasez de nacimientos, el invierno demográfico empeorará exponencialmente, y esto a su vez acelerará el proceso. 

Soluciones

Las tendencias de largo plazo de la demografía son muy difíciles de revertir, se necesitan décadas de esfuerzos continuados. Por eso es urgente empezar a tomar medidas.  

Lo primero es revertir las políticas económicas, fiscales, presupuestarias e intervencionistas que han fracasado a lo largo de los últimos quince años. La decadencia económica española se puede detener implementando un marco legal y fiscal estable, moderado y promercado, que favorezca la iniciativa privada y que modere el peso del sector público. Esto reducirá el desempleo y aumentará la recaudación fiscal, así como las cotizaciones a medio plazo. 

Hay que acabar con el déficit público en los años de expansión económica. Es necesario que el Estado vuelva a generar un superávit primario positivo y reducir el endeudamiento muy por debajo del 100% del PIB. Hay que terminar con la cultura del subsidio permanente y con la idea que el estado providencia lo hará todo por nosotros. La buena noticia es que esto es compatible con mantener los servicios públicos esenciales. 

Es probable que si la juventud tiene más oportunidades de empleo, mejores expectativas y pensiones sostenibles, la creación de hogares con hijos aumentará.  

También hay que modificar radicalmente la política educativa. El sistema actual es una máquina de producir parados y jóvenes no capacitados laboralmente. 

Lo mismo debe hacerse con la actual política de vivienda, culpable del estrangulamiento de la oferta de obra nueva y del brutal alza de los precios. Hay que desregular, incentivar y dar seguridad jurídica para aumentar la oferta. La hiperregulación y los impuestos excesivos son los causantes de la situación actual.

Hay que incentivar la natalidad mediante la fiscalidad. Incentivos como no pagar IRPF sobre los primeros 40.000 euros de renta hasta los 18 años de edad de los hijos son los que hay que plantearse urgentemente. Algo similar debería hacerse con el IVA. 

Un tema delicado es el del aborto. Casualmente el n.º de abortos no se aleja demasiado, unos 100.000 al año, de la brecha en nacimientos que padecemos. Aquí subyace parte del problema. Manteniendo el derecho de las mujeres al aborto, que no pongo en duda, conviene implementar políticas potentes que incentiven a las mujeres que abortan por carecer de medios económicos a no hacerlo.

Lo último que voy a mencionar es el tema de la inmigración. La inmigración es necesaria, pero debe hacerse racionalmente. La inmigración sin control no es una solución, es un problema. Es fácil de comprobar lo que pasa en Francia, o en el norte de Europa. Ha generado guetos en Francia, en Suecia, en Bélgica, en GB, en Holanda etc... en los que la ley del Estado no impera, en los que no entra la policía. Son focos de pobreza y criminalidad.

Hay que estimar cuánta inmigración necesitamos y cuál, es un tema cuantitativo y cualitativo. Hay que abrir la puerta a los que se pueden integrar, y solo a esos. La realidad, guste o no, es que el islam radical no se va a integrar. No será una fuente de ingresos netos para el estado sino un coste neto y por lo tanto agravará los problemas financieros. 

Pensar que cualquiera que venga, independientemente de su capacitación, circunstancias y religión va a ser contribuyente neto y pagar nuestras pensiones no se sostiene. Empíricamente NO es cierto.

Lo sabemos porque ya hay estadísticas en los países del norte que han aceptado la inmigración masiva sin control desde hace décadas. En esos países se ha podido comprobar lo siguiente:

  • La inmigración que aporta una contribución neta a las arcas del estado que les acoge es la de otros países de la UE o de América del Norte. 
  • La inmigración iberoamericana presenta una muy moderada contribución positiva.
  • La inmigración de origen asiático presenta una aportación neta modestamente negativa.
  • La inmigración de origen islámico genera una contribución neta notoriamente negativa.

Dado que buscamos soluciones, y no agravar el problema o generar otros nuevos, estos matices cuantitativos y cualitativos deben tenerse en cuenta.

La inmigración puede ser un mitigante, solo si se hace bien, pero nada más que eso. Pretender sustituir a la población española en el largo plazo por millones de inmigrantes es un despropósito, es una política que solo seguiría nuestro peor enemigo. 

Hay que dar la batalla cultural y decir la verdad aunque sea incómoda. Este es un problema muy serio que debemos enfocar racionalmente, con autocrítica y visión de estado. 

Termino con unas palabras con las que me topé hace poco por casualidad, escritas hace décadas por un diplomático y gran erudito. 

“Desengañese, tan solo permanece la familia. Cuando el hombre lo olvida se acaba todo, cultura, economía, la vida misma. Incluso el placer se tiñe de amargura y en el fondo del gozador florece el sentimiento de la catástrofe. Como Macbeth o Hitler, ciegos de ambición, se dicen a sí mismos: ¡perezca el mundo con tal de que yo disfrute de este momento!”.