Del sur xeneixe

Elegía a mi Río

Al Riachuelo de los Navíos, brazo quieto de un gran río al que la energía de su población inmigrante convirtió en un vientre de mil rayos.
Carlos Semino
photo_camera Carlos Semino

Barro abandonado del lecho materno
Labrado en el tiempo casero de la aldea
Bajo el perfume de los altos sauces
Y los bellos bosquecillos de sarandíes negros
Bañados por las aguas cristalinas del riacho
Que reflejaban los rostros del viajero
Como espejo de su lejana tierra

Oh! incierto y oscuro origen del  pantano
Desbordado por el flujo del río padre
Que el soplo del húmedo viento del sudeste
Arrastraba junto a la densa vegetación hacia la orilla
Donde se fundía en el rumor impreciso
Que la maraña somnolienta empujaba
Al mezclarse  en la espesura de las hojas
Que cubren el mito de la memoria fluvial

Solo los fantasmas de los moradores indígenas
Deambulaban entonces sobre los altos parajes
Hurgando en la meseta central que vigila
Los precarios caseríos de barro y paja
Expuestos a las furias arrasadoras
Que en rachas expedicionarias borraban en alud
Junto a las huellas deletéreas del intruso cristiano
Escurriendo la sangre sobre las blancas sienes 
Buscando devolver al hollado paraje
La virginidad salvaje del antiguo reino

Sus desvelados sueños poblaban los extraños
Que llegaban de lejos con ávida visión
Trayendo en sus alforjas a su Dios y a su Reino
Buscando con espadas ganar la posesión
De susurrantes tierras cargadas de misterios
De decorados sueños…de imprecisa ambición
Guardadas en un cofre cargado de promesas 

La sombra fresca de la vida en el solar naciente
Trajo también entre los ramales el murmullo
De un ambicioso navegante genovés
Que encallara su nave y su sueño frente al bajo caserío
Anclando sus días en la inhóspita orilla abandonada a la tempestad
Y más tarde, al vocerío chirriante de los indios guaraníes
Que confiados en el ojo vigilante de sus livianas piraguas
Diezmaron las ambiciones de los hombres de tez pálida
Con la lección bien aprendida volvieron más tarde otros navegantes
Traían las armas de antaño, la misma fe, la misma espada y la misma sed 
Junto a la esperanza que renace cada vez que se inicia una travesía
Impulso mitológico mezclado con la febril tarea de hacer brotar la vida
Sobre la acogedora planicie de una atmósfera nueva
Ganada a la probanza del polvo perdido tornasolado en luz
A través del aliento agitado del tráfico fermentador

¡Oh! Río de la ciudad orlada de bultos y mercancías
De nacientes astilleros y depósitos en tránsito
Los brazos impacientes de tus laboriosos hijos
Zambullidos en la tarea de construirte con pasión
Tornaron la bucólica fisonomía del origen
En ciudad palpitante de fatigados hombres
Y sobre sus hombros has nacido;
En el desafío de tu lucha dividida 
En el sudor cristalizado de los esfuerzos
En la fecunda irrigación de sus orillas
En los yunques jubilosos donde se funden tus esperanzas
Y en las proas anunciadoras de tus misteriosas polenas
Que guiaron como ninfas sigilosas a sus artistas
Empeñados en la tarea grandiosa de elevar el susurro de la Belleza entre los humildes
Para transformar su lar en espacio feraz, luminoso y candente
Del que brota sobre la flor que amanece en tu vientre
Cubierta por la vigilia de los párpados de la noche
El magnetismo tan reconocible de tu mágico nombre
Tan profundo  como el amor de una mujer ligeramente indiferente

¡Oh! ¡Río de la infancia en el cristal!
Desde la antigua y estrecha vía de nombres desvanecidos
Voy caminando por el pasado con los ojos perdidos
Como la sombra  de mis antepasados entre mis sienes
Y me detengo
Reconociendo las cenizas de los huesos quietos
Y bebo de ellas
Guarecido por el calor de aquellas manos
Crecidas bajo las sombras protectoras
Que el amor espumoso depositó en mi corazón
Para que lo celebre rendido entre mis hijos!

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