La Receta

Cuerpos no normativos

Por si alguno no lo sabe, me estoy refiriendo al nuevo eufemismo, activado por el régimen de lo políticamente correcto, para referirse a los gordos. Aunque siempre haya habido eufemismos, y algunos incluso nos resulten graciosos desde la distancia, como los del antiguo régimen, prefiero aquellos que en una sola palabra sustituyen algo que pudiera ser vejatorio para alguien, por ejemplo, cambiar “obrero” por “productor”; y rechazo los que necesitan dos o más palabras para esconder una realidad, como es el caso de la expresión “económicamente débil”, para referirse a la pobreza o “poco agraciado” para calificar al feo. Hay eufemismos que surgen durante un tiempo y luego molestan más que los calificativos a los que venían a sustituir, como aquellas “capacidades diferentes” que hoy rechazan las personas con discapacidad. 

En medicina siempre se han elaborado eufemismos bienintencionados como ‘fímico’ para llamar a un tuberculoso, o ‘luético’ para un sifilítico; aunque también se han puesto de moda otros no tan oscurecedores como cambiar ‘impotencia’ por ‘disfunción eréctil’; o tan poco adecuados como ‘personas con acondroplasia’ para definir a las personas de talla baja idiopática. El exceso  de lo social y políticamente correcto lleva a la pobreza intelectual -por usar otro eufemismo-, y no hay más que contemplar a aquellos que incluso están requiriendo el cambio de denominación de cuadros famosos o de obras literarias como algunas de Pär Lagerkvist que ganó el premio Nobel de literatura en 1951, autor de la novela El enano (en sueco Dvägen).

Pero volvamos a los cuerpos no normativos, gordos y gordas, que se encuentran ahora fuera de una norma impuesta por la sociedad y por la moda, pero no por la ciencia, por lo que convendría analizar esta normalización desde el punto de vista clínico y del consumo de determinados medicamentos cuya demanda se encuentra en estos momentos en fase explosiva.

La introducción de la báscula a principios del siglo XX modificó las preferencias estéticas alimentadas por la industria de la moda, la del espectáculo y la de los alimentos bajos en calorías, y se transmitió la idea de que el sobrepeso es malo para la salud, y la obesidad todavía peor, pero esto no solo no siempre es cierto, sino que puede ser al revés, como veremos. Todo parte de una norma que se basa en el índice de masa corporal (IMC) que se calcula dividiendo el peso (en Kg) por el cuadrado de la altura en metros. Mi IMC que peso 82 Kg y mido 1,69 metros, sería de 29,4. La moda (norma) actual indica que entre 18,5 y 25 se es “normal”; que de 25 a 30 se considera “sobrepeso”; más de 30 sería “obesidad” y mas de 35 “obesidad mórbida”. 

¿Pero qué dicen los estudios? Las estadísticas de mortalidad de varios países, y los estudios realizados sobre estas estadísticas por Hadler en la universidad de Carolina del Sur en 2011, desmienten la tendencia delgadista, aunque efectivamente las personas con obesidad mórbida tienen una mortalidad que es un 30% mayor que las personas consideradas normales por el IMC. Las personas con sobrepeso, e incluso obesidad no mórbida, tienen una esperanza de vida más larga según estos estudios que las personas con el IMC “normal”, por lo que el sobrepeso (IMC entre 25 y 30) no parece un problema de salud, más bien al contrario, como tampoco parece serlo la obesidad (IMC 30 a 35) salvo que vaya unida a otros condicionantes. Será que es difícil apear de la verdad a nuestro refrán: “Si quieres llegar a viejo, guarda grasa en el pellejo”, pero así son las modas.

Las tres Gracias 81636 – 16399 de Pedro Pablo Rubens, expuesto en el Museo del Prado de Madrid, 
Las tres Gracias 81636 – 16399 de Pedro Pablo Rubens, expuesto en el Museo del Prado de Madrid 

A la moda del delgadismo, se sumó rápidamente la industria alimentaria y, por supuesto la farmacéutica, que desde el principio no ha parado de conseguir medicamentos en busca de la enfermedad, una costumbre bastante arraigada, con consecuencias fatales en muchos casos. Así se pensó en estimulantes de tipo anfetamínico, que hubo que retirar por sus graves efectos cardiovasculares; hormonas tiroideas -totalmente contraindicadas en quien no las necesita-; diuréticos; laxantes e incluso sustancias psicoactivas. En resumen, más daño que beneficio, incluidas cientos de dietas milagro, algunas muy dañinas para la salud.

Ahora acabamos de entrar en una nueva era con un medicamento milagroso para perder peso, la Semaglutida, (Ozempic®), autorizada en 2017 en EEUU y en 2018 en la Unión Europea, para el tratamiento de la diabetes tipo 2, en forma de inyección subcutánea una vez a la semana. Y en 2019 y 2020, se autorizaron en América y Europa en cápsulas para tomar por vía oral (Rybelsus®). Estas sustancias producen una sensación de saciedad, de forma que la persona que las consume come menos, y los ensayos clínicos publicados por la compañía Novo Nordisk no muestran una eficacia espectacular, ya que los participantes consiguieron perder un 5% de peso. Esta eficacia limitada se acompaña de efectos adversos frecuentes, pero no graves, como fueron dolor de cabeza, náuseas, vómitos y dolor abdominal, lo que obligó a retirarse al 6% de los participantes en el ensayo.

Las Agencias del medicamento, americana y europea, han sido sensibles a la moda y, además de autorizar a estos y otros medicamentos parecidos, con indicación en la diabetes, han permitido su utilización en la obesidad mórbida -lo que está bien-, pero también en el sobrepeso, que como vemos no está tan bien, por sus efectos adversos, que descompensan la relación beneficio/riesgo, un axioma al que debe responder todo medicamento. Pero la moda y el negocio lo es todo. Resulta que los últimos datos económicos publicados por la compañía danesa Novo Nordisk indican que su facturación en todo el mundo en el año 2023 ha salvado el producto interior bruto de Dinamarca, que con su aportación de 33.637 millones de euros ha permitido crecer un 2% a su país, en lugar de entrar en la recesión que estaba prevista.

Ante la evidencia de que no estar en la norma, no es tan malo para la salud como nos transmiten, solo nos queda analizar lo que a cada uno le conviene: está bien seguir a Richard Doll (1912-2005) uno de los padres de la epidemiologia, que vivió más de 90 años y, cuando se le preguntaba por alguna norma de vida para alcanzar su edad, contestaba: “Siendo moderado con todo, incluso con la moderación”.   
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