La mirada de Ulisas

Mis compañeras de andanzas y sentimientos

LA MIRADA DE ULISAS grita su dolor por ver y sentir en sus pupilas el maltrato a la mujer. Una imagen que se le queda adherida a la visión. Cualquier forma de ultraje hacia una persona indefensa es condenable. Tantas veces la mujer se ve oprimida por el yugo de su victimario. Aprovecha de la supuesta "debilidad" para atacar y dañar, inclusive sin reparo lo hace con niñas que empiezan a descubrir la vida. Quedan heridas por el perjuicio, que repercutirá en todas sus etapas futuras. Difícil reponerse de una violación o de una golpiza. Las fracturas internas son de delicada recuperación o de condena absoluta para la hembra o la infanta perjudicadas. Un estigma de por vida seguirá a la víctima sin distingo de raza, credo ni de edad. Se mantendrá bajo el fantasma de su propio malestar. Inclusive preguntándose el ¿por qué? y ¿cómo?  pudo ser arrojada a una suerte que no cree merecer.

Son tiempos de denunciar este mal y ponerle un riguroso ojo vigilante a las leyes que castiguen al agresor para que se apliquen con la firmeza de una mano fuerte, que no le tiemble el pulso al firmar y hacer respetar la condena sin demoras ni desvíos.

Somos conscientes de que los atropellos hacia las damas y las jóvenes van en aumento. Nadie en su sano juicio puede permanecer en silencio frente a este fenómeno. Atañe a todos los pueblos. Se deben alargar las penas o las encarcelaciones al criminal para que sirva de ejemplo. La sanción al culpable nunca puede ser blanda ni con bemoles. El castigo tiene que ser implacable con el aval de la Justicia y de la sociedad.

Mi mirada, la de esta Ulisas que se revuelca con los males del mundo, se solidariza con todas las dueñas de su feminidad, que han sido, son y serán golpeadas, violadas, maltratadas física y psicológicamente.  Mi vista se nubla al ver el incremento de esta perversión que existe a nivel mundial. Un basta ya se hace indispensable y sonoro para que se escuche hasta en el último rincón del planeta, donde seguramente en este momento de la queja y el lamento alguna nueva víctima está expuesta a su malhechor.

No puedo apartar mi atisbo de esta realidad, que me corroe el alma. Y pido un eco a mi mirada que refleje el cambio que precisan las legislaciones para proteger a la mujer. Son ellas; niñas, madres, amigas, hijas, hermanas, sobrinas, tías, abuelas, etc… pero sobre todo MUJERES. Valiosas representantes de lo femenino; mis compañeras de andanzas y de sentimientos.

 

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