Sobre dogmas y consignas

El Ateneo de Madrid y Federico Mayor Zaragoza

Ayer tuvo lugar en el Ateneo un acto realmente importante en todos los aspectos. Se celebraba el 90 cumpleaños de un hombre excepcional, Federico Mayor Zaragoza.

Nos tiene acostumbrados Daniel Pacheco, presidente de la sección de Farmacia de esa institución a unos actos en los que su criterio para elegir personalidades, la perfecta realización y la excelencia de los invitados a participar en los eventos está más que probado. No podía ser de otra forma en este caso. El fin, homenajear a una figura de reconocida valía internacional como es Mayor Zaragoza. Farmacéutico, conferenciante, escritor, bioquímico, catedrático, Rector de la Universidad de Granada, dos veces elegido como Director General de la Unesco y Presidente de la Fundación por la Paz y la Justicia entre otras cosas. Imposible pedir más.

Daniel Pacheco, como suele hacer, coordinó, dirigió y presentó el acto, llevando a personalidades como el padre Ángel, el presidente del Colegio de Farmacéuticos, escritores de primera fila, músicos con importante bagaje y, como a tal acto, tal presidencia, esta fue encargada a otro ateneísta ilustre, Pedro López Arriba, que estuvo a la altura del acto como es habitual en él.

El local elegido, el magnífico salón de actos del primer piso al que arropan los retratos de personajes ilustres de nuestras letras y un largo techo asombrosamente hermoso. No cabía un alfiler a pesar de la magnitud del salón y allí se fueron sucediendo lecturas de poemas del homenajeado por varios escritores; confidencias y anécdotas familiares a cargo de su sobrino; de sus andanzas por todo el mundo a favor de la paz mundial sin implicarse en políticas de uno u otro signo; canciones que músicos habían compuesto ya hace tiempo sobre alguno de sus poemas. También testimonios de colaboradores que nos hablaron de su admiración por aquel al que han visto dedicar su vida luchando, sin afán de protagonismo, para hacer de nuestro planeta un mundo más humano, mejor, a través de la Cultura y la Justicia. Y finalmente, el broche de oro lo puso el propio Federico Mayor Zaragoza, figura clave de la democracia y la cultura por la paz, que intervino haciendo un profundo alegato por esta y la unión entre los pueblos, la importancia de la familia y una mención especial en defensa de los niños del mundo. Y con el colofón de que el hombre aprenda a ser consciente de que podemos hacer un mundo mejor. Fue una celebración emotiva en la que, a través de lo allí expuesto se hizo una somera semblanza del homenajeado. Y digo somera, porque un ser humano como él es casi imposible de abarcar.

Un acto largo –dos horas- que se hizo muy corto gracias al sabio hacer de Daniel Pacheco que con una ajustada coordinación, combinación de espacios, elección de intervinientes y estudio de tiempos, nos regaló un acto memorable que hemos de recordar mucho tiempo.

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