A Volapié

Acerca de la mujer

Alfonso de Valdivia
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Leyendo a Julían Marías no puedo evitar escribir unas breves líneas acerca de la mujer. Especialmente en estos tiempos en que hombres y mujeres padecemos los males que nos ha traído un feminismo con frecuencia radical y destructivo. 

He aquí algunas bellas y profundas palabras de este gran filósofo y ensayista.

Dice J. Marías; “el hecho a que me refiero… es la mayor bondad de la mujer y… su mayor nivel de moralidad. La más honda razón es que la mujer necesita estar contenta de sí misma. El hombre está habitualmente entre las cosas… mientras que la mujer está habitualmente en sí misma y si no está relativamente a gusto en su realidad se siente infeliz… esto la lleva a tener una bondad mayor. Al hombre le importa primariamente lo que hace, a la mujer, más bien lo que es”.  

La felicidad de la mujer es muy importante, no solo para ella, sino para el hombre también. Dice J. Marías, de nuevo con magistral acierto, “conviene mirar con atención el rostro de la mujer pues es deleitoso, pero además es esencial para averiguar qué la hace feliz, y ver entonces cómo es capaz de irradiar efusivamente desde su mismo centro. Cuando alcanza esa felicidad, revierte sobre los demás y contribuye grandemente a la “felicidad ambiente”. Si los hombres fuéramos más inteligentes de lo que somos, habríamos procurado siempre que ellas fueran más felices de lo que son, porque es la condición primaria de la felicidad en el mundo. En la medida en que las mujeres no son felices, no hay felicidad, y por supuesto no la puede tener el hombre”. 

Estas líneas son de finales de los años ochenta. En el cuarto de siglo transcurrido desde entonces algunas cosas han cambiado en la sociedad y en el papel que la mujer juega en ella. No obstante, me parece que en las palabras de este filósofo podemos hallar grandes verdades que siguen de actualidad.

Hombres y mujeres, desde nuestras intrínsecas y naturales diferencias, somos y debemos ser iguales ante la ley, la sociedad y ante el otro género. Cada uno, hombre o mujer, es dueño de sí mismo pero dado que somos complementarios y realmente nos necesitamos para poder vivir plenamente, debemos “trabajar en equipo” con la persona escogida, con amor y lealtad, para maximizar nuestras probabilidades de alcanzar cierto grado de felicidad, no solo en el presente, sino también en el futuro. Pues como dice nuestro filósofo, la felicidad tiene como uno de sus requisitos la proyección, la futurización. 

La vida feliz necesita plenitud y para conseguir esto el amor es el principal vector. El famoso Víctor Frankl nos dice en sus muy recomendables libros acerca de la logoterapia y el sentido de la vida que el amor es una de las tres principales fuentes de sentido. Para mí es la principal, sin descartar las otras dos. 

Siempre he pensado que la condición de mujer es intrínsecamente maravillosa. Su capacidad de engendrar y dar la vida me parece un milagro así como su capacidad de amar incondicionalmente, su capacidad de sacrificio por el bien de los demás, cómo cohesiona y nutre a la familia, cómo perpetúa y transmite las tradiciones familiares, su fortaleza y resistencia. 

Y obviamente hay que recordar su belleza, su gracia, su encanto y atractivo, la tensión positiva que le da al vivir, su capacidad forjadora de hogar. La mujer tiene el potencial de hacer que el tiempo que nos es dado vivir valga realmente la pena. Si escogemos a la mujer correcta para nosotros, J. Marías habla del amor adecuado, tendremos aseguradas grandes porciones de felicidad, presente y futurible. 

Creo que hay que rechazar con firmeza el feminismo actual, un feminismo sovietizante, que trabaja para rebajar al hombre y cavar una fosa entre ambos géneros y hacer la vida imposible. Hombres y mujeres se necesitan mutuamente para poder llevar a cabo sus proyectos de vida, para tratar de alcanzar algún grado de plenitud, requisito indispensable para la felicidad. 

Cuando después de éxitos o fracasos, trabajos y penas, quietud o zozobra el hombre vuelve a la mujer adecuada, ¡que delicia, que paz y alegría!. La mujer es al hombre lo que Ítaca a Ulises.

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