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¡Mueran las Caenas!

En 1814 y al grito de ¡Vivan las caenas!, los seguidores de Fernando VII partidarios del absolutismo se encadenaban al tiro del coche de caballos del Rey, al regreso de seis largos años de un destierro impuesto por Napoleón en Valençay. El grito significaba el apoyo incondicional a un Rey absoluto, y por tanto no sujeto a ninguna Ley humana, y a unas nobleza y clero regidas por leyes especiales “privilegiadas” (privis-legis).

Dos siglos después, y tras ocho intentos, nos hemos dotado de una Constitución que nos somete a todos al imperio de la Ley, y que ha arrinconado el Absolutismo a los armarios de la Historia, pero ¿es así en realidad?

Las malas noticias son que, según parece, nos estamos planteando seriamente permitir procesos de independencia en Catalunya y Euzkadi por conveniencias electoralistas coyunturales. Esto nos llevaría a incumplir la Constitución, volviendo así a unas andadas Absolutistas propias del Rey Felón, con el pretexto de que no sujetarse a la Ley resulta ser ahora más “progresista” y representa mejor lo que dice “el pueblo”.

Cuando jugaba a la Oca, a veces tenía la desgracia de volver a la casilla de salida: pues bien, no parece una mala táctica ahora. Si volvemos a la casilla de salida y releemos la Constitución Española de 1978, nos encontramos ¡sorpresa!, que nuestra Ley suprema se fundamenta en “la indisoluble unidad de la Nación española”, y que por si fuera poco, añade “patria común e indivisible de todos los españoles”. También dice que “el pueblo” está representado por Las Cortes Generales, quienes ejercen la potestad legislativa en su nombre.

Bueno vale, pero ¿es que no podemos reformar la Constitución y permitir procesos de independencia? Claro que sí, un poco más adelante, la propia Constitución nos aclara que para revisar la indisolubilidad de España, el proyecto de reforma debe ser aprobado por mayoría de dos tercios de cada cámara, se debe proceder a disolver las Cortes, y además someter a referéndum -en todo el territorio- la reforma Constitucional una vez aprobada por las Cortes. Ni más, ni menos.

La reforma de una Constitución no es imposible si el pueblo siente realmente su necesidad: por ejemplo, las Cortes del tardofranquismo iniciaron el proceso de la Constitución de 1978 con la aprobación de la Ley para la Reforma Política, con los votos favorables del 80% de los diputados y su famoso slogan “de la Ley a la Ley”. Parece como si la Historia quisiera volver a darnos lecciones.

Desengañémonos, permitir procesos independentistas por la puerta falsa para acomodar intereses electoralistas, sustrayendo así una reforma de la Constitución al conjunto del pueblo español, ni representa la voluntad del pueblo español, ni es progresar en la convivencia de nuestro Jardín del Edén patrio. Por el contrario, parecería más la obra de ese Felón absolutista al que la Historia recuerda con desprecio.

Es hora de oponerse a tentaciones Absolutistas y exigir nuestros derechos, que como ciudadanos, tenemos reconocidos en las Leyes,

¡Mueran las caenas!

* El autor es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Economista y Master en Administración Pública. Ha ejercido puestos directivos en Organismos Internacionales y ha desarrollado una parte importante de su carrera profesional en el extranjero. En la actualidad y aparte de otras ocupaciones, es estudiante de Geografía e Historia en la UNED.