Al hilo de las tablas

Toros en Valero

La vieja Castilla la Vieja, identificada por y con amplias llanuras la meseta norte de la península ibérica, cuenta con una muy significativa geografía física y humana; que históricamente ha clavado sus raíces en los sistemas montañosos que la delimitan. 

Es el caso de la llamada Sierra de Salamanca, un importante número de pueblos, que, a lo largo de su historia, han sido poblados, despoblados y repoblados; ahora sumidos en una cruel despoblación, que no pierden ocasión de hacer aflorar su singular carácter serrano. El serrano es abierto y emprendedor, con una especial tenacidad para abrir camino en lo espeso de la vida. Cualidad que ha cristalizado en florecientes negocios en cualquier sector y lugar, donde adivinaran mejor fortuna; presentado como punta de lanza los orígenes serranos del fundador de Air Europa. 

A ese carácter no le podía faltar en su ADN, una apasionada afición a los toros. Con gran asiduidad cada pueblo serrano acude fiel a la cita taurina, convirtiéndola en eje fundamental de sus honras patronales, junto a sus muy arraigadas celebraciones religiosas. No deja de ser un lance saludable, encontrarte en una tarde de verano. Con aficionados de cualquier punto de la provincia, que vienen siguiendo un novillero o simplemente dando rienda suelta a su instinto taurino. Y que han llegado hasta la Alberca, o Mogarraz, o Linares de Riofrío, o San Martín del Castañar, o Miranda donde anuncia la única novillada picada.

La temporada taurina, por esos lares se cierra en el Maíllo, puerta de la Sierra, yendo desde Ciudad Rodrigo, en las fiestas de la Virgen del Rosario. Pocos días antes, a últimos de septiembre, se celebra san Miguel en San Miguel de Valero, cuya plaza de obra es un claro ejemplo de la tenacidad empresarial serrana; construida por un hijo del pueblo que tras media vida construyendo carreteras y autovías por esos mundos de Dios, dejó la muestra de su buen hacer en un singular coso taurino. Evitando así, que nadie pueda poner como excusa el no tener donde montar un festejo taurino, para dejar al pueblo sin toros. 

Es desde San Miguel de Valero, donde se divisa a menos de dos Kilómetros en línea recta, que se convierten en siete  para llegar, por una endiablada carretera y unos bellísimos paisajes, al singular pueblo de Valero, alojado en las profundas entrañas de la sierra. Según relata una singular mitología serrana, llegó Dios -no especifican cual- y tras contemplar aquel asentamiento humano, sumergido en tan hondo paraje, les mandó como definitivo mensaje: “Valeros como podáis” y con Valeros se quedaron. Valero es un pueblo empedrado con calles en empinada  cuesta y con la abeja como insignia, en reconocimiento al sustento recibido por tal  insecto, que les ha convertido en unos significativos referentes del sector apicultor. 

Cada 29 de enero, caiga en el día que caiga, los trescientos habitantes de Valero celebran al Obispo Italiano del siglo IV, San Valerio de Tréveris, y con ello acogen, como sólo ellos saben hacer, a todos los forasteros que los acompañan. Como no podía ser de otra manera, el toro es seguro plato fuerte del día, pues se entretienen en inaugurar la temporada taurina de Castilla y León, dando un festival picado. Siempre compran dos cuatreños -muchos años del Puerto de San Lorenzo y ahora de García Jiménez- para que los mate, en su entrañable y típica plaza rectangular, una figura del momento o un emergente matador charro. Cuyos burladeros y filas de gradas están reservadas para los miembros de la local Peña El Toro, que corre con todos los gastos y desvelos de organización de tal festejo. El resto de público contempla las faenas desde las laderas, en las que expande el hoyo donde se asienta la plaza, por supuesto de forma gratuita como corresponde a tan hospitalarias gentes; que saben que a su pueblo es costoso llegar, y se las arreglan para que también sea costoso irse, y no precisamente por lo empinado de la carretera que lleva al vecino San Miguel. 

Una tarde de toros en Valero te permite vivir la más pura esencia de la Fiesta: toro y torero por y para el pueblo.  Allí el pueblo mantiene una costumbre casi perdida; un rato antes del festejo los miembros de la Peña El Toro, y el público que lo deseé van a buscar al torero y a su cuadrilla a la puerta de la casa donde se viste, para acompañarlo por las calles hasta la plaza a ritmo de tamboril y gaita serranas. Arte en el que ellos tampoco se quedan para atrás. Honor que han merecido matadores como El Viti, Julio Robles, El Capea, Morante de la Puebla, Daniel Luque, Cayetano, Ginés Marín, Emilio de Justo, y un sinfín de toreros que han dado grandes tardes de toros en Valero. Este año está acartelado Miguel Ángel Perera. Por eso me atrevo a decir que el aficionado que no ha visto toros en Valero le falta algo en su vivencia taurina.