La mirada de Ulisas

Qué sería de nosotros si el mundo tuviese más poetas que políticos...

LA MIRADA DE ULISAS descubre con satisfacción y sorpresa que la poesía renace en el interés de los jóvenes lectores. Durante los últimos tiempos vimos los anaqueles de las librerías sin la propuesta de poemarios. Los libreros aducen, tal vez con justa causa, que ya no vendían ese género literario por lo tanto el espacio se dejaba a libros más comerciales o con mayor demanda. A mi gran desconsuelo de una mirada que ama la poesía, constataba esa realidad y lágrimas brotaban de mis ojos ensimismados por el suelo poético. Por ello el des-consuelo, o “des sinsuelo”, un neologismo que me va bien para emitir el concepto de la pérdida de terreno.

Y fue lo que le ocurrió a la poesía en muchos lugares del mundo. Los estantes, otrora dedicados a libros de versos, estaban ocupados por otro tipo de literatura al dejar la poesía sin piso. La novela sigue siendo la reina sin gran competencia con otras variedades en las letras.

En la feria del libro de Puebla de los Ángeles, ciudad que recibe dicho nombre gracias a Julián Garcés, un sacerdote franciscano que albergó en un sueño la ubicación de lo que sería la capital del estado de Puebla, FINALI, (feria nacional del libro, que ya se está convirtiendo en una feria internacional del libro con la presencia de la editorial española y una apertura hacia otros mercados del texto escrito), me dio infinita tristeza ver que Machado, Lorca, Neruda, la Mistral y otros tantos vates famosos no estaban en oferta como debería ser el caso. Sin seguir nombrando a otros poetas merecedores de todos los aplausos por ser la lista demasiado generosa y significativa, sólo plasmo algunos nombres. Pido disculpas por la injusticia cometida. 

Pero, en cambio, retomo con alegría intensa el haber visto con deleite que los jóvenes se detenían sobre nuevos poemarios y decían que les gustaba la poesía. Maravilloso constatar esa nueva inclinación hacia lo sutil que tanta falta hace y permite una elevación hacia temas y sentires más trascendentes.

Sentí, gracias a esa mirada “ulisística”, la mía que busca razones, que ese despertar de la utilidad o la necesidad de la poesía responde al vacío que han dejado tantas sociedades de consumo, donde el universo lírico ha perdido el susurro de la voz poética. Sin embargo, no por ello hubo abandono de los poetas por publicar o de ingeniarse la manera de decir su poesía a voz en cuello. Justamente en las ferias se hallan sus libros o en las presentaciones que suelen hacer en diversos lugares que se inventan, como la calle, los recintos culturales, las ferias o aún en plazas públicas.

El poeta nunca ha muerto ni morirá jamás, aunque los desplacen o que las librerías desalojen su presencia y el umbral de sus libros. El poeta, que sigue siendo a pesar de sí mismo, es la persona que precisa de la palabra para verter sus sentimientos, pensamientos y su sensibilidad en versos. Quizá una lírica interna que lo acompaña desde su nacimiento, ya que la gran pregunta que siempre interroga es: ¿si el poeta nace se hace? Indiscutiblemente el poeta ya viene con una veta poética que irá desarrollando o no, según los casos, ya que vemos poetas espontáneos que jamás han publicado ni estudiado la poesía y su palabra se carga de metáforas y de lirismo. Ellos como la yerba mala, que en este caso es HIERBA BUENA E INDISPENSABLE, saben tocar corazones con sus versos.  Hablan desde el alma y deja que ella exprese lo que la habita. El lenguaje poético obedece a la necesidad de dejar fluir ese espíritu inspirado que busca su cauce, tal como las corrientes del río o de los océanos.  

El torrente poético ofrece luz en el devenir de la Humanidad. Sabe pescar en su esencia la verdad del corazón. Y ojalá vuelva con todas sus gracias a las estanterías de toda librería. Los jóvenes la reclaman y yo con mi mirada me digo, si el mundo tuviese más poetas que políticos, que muchas veces desvirtúan la palabra, tal vez el destino de la Humanidad sería más vivible y sonriente. La poesía engalana el alma de quien la escribe y de quien la lee. ¡Viva la poesía y sus bardos!

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