La Receta

¿Por qué hay personas que no toman bebidas con alcohol?

Todos podemos identificar algún conocido que no toma bebidas alcohólicas ni en los momentos en que tomar un trago resulta imprescindible por razones sociales, como un brindis familiar, en la empresa, o en una boda. Muchos de ellos se limitan a mojarse los labios para no desentonar, aunque no lleguen a beber prácticamente nada.

Y, no me estoy refiriendo a personas que rechazan el alcohol por motivos éticos o religiosos, sencillamente no beben porque les sienta mal, y tienen constancia de ello por alguna experiencia anterior. El origen de ese rechazo puede tener causas genéticas y también en algunos casos, intolerancia al vino exclusivamente, aunque tomen cerveza u otras bebidas que no se encuadran en la categoría de los vinos.

Ahora se conoce bastante bien la intolerancia al alcohol de origen genético que alcanza proporciones muy altas en China, Japón, Corea y otros países del oriente asiático; aunque puede afectar también una pequeña proporción en otras razas. Se estima que la mitad de la población en países de oriente presenta una intolerancia al alcohol, e incluso se han identificado los genes implicados. La paradoja es que el mayor productor de uvas es China, no Italia o España, aunque allí se dedican al consumo como fruta.

La intolerancia al alcohol se produce por la ausencia, o la escasez de un enzima que interviene en el metabolismo del alcohol que, a grandes rasgos, consiste en que el alcohol etílico se transforma primero en aldehído acético, y después en otras sustancias implicadas en numerosos procesos bioquímicos, para acabar eliminándose como anhídrido carbónico y agua. Realmente intervienen dos enzimas: la alcohol deshidrogenasa y la aldehído deshidrogenasa, aunque la que escasea en algunos sujetos es esta última.

Se sabe que el aldehído acético -metabolito en el que se transforma el alcohol- es una sustancia muy agresiva que, sin embargo, cuando la persona cuenta con un buen aporte enzimático de aldehído deshidrogenasa, transforma el aldehído en segundos, evitando sus efectos adversos como el enrojecimiento instantáneo, dolor de cabeza y un gran malestar general, que es lo que hace rechazar el alcohol a las personas que no cuentan con esta enzima, o la tienen muy disminuida. Esta es la causa de que haya algunos que no prueben el alcohol, tras una experiencia desagradable en algún momento de su vida.

De igual forma hay personas que metabolizan el alcohol a una velocidad muy superior a otras, algo que se ha puesto de manifiesto en los controles de alcoholemia en las carreteras, en los que algunos individuos que han tomado una o dos copas de vino, no tienen rastro apreciable al cabo de una hora, mientras los que lo metabolizan lentamente, podrían dar positivo con una sola copa.

El rechazo del vino, exclusivamente, aunque puedan tomarse otras bebidas alcohólicas, se debe en la mayor parte de los casos a algunas sustancias que se añaden en el proceso de elaboración como son los sulfitos, que se emplean para parar la fermentación, sin que aumente mucho el grado alcohólico, y mantener el vino libre patógenos, causa de los principales defectos del vino. Sin embargo, actualmente hay vinos llamados naturales, es decir sin añadidos de ningún tipo, que permiten su consumo a las personas intolerantes; aunque, es cierto, que nunca tendrá las cualidades de un gran vino, pero, al menos, habrá algunas de estas personas, que puedan tomarlo.

Explicado el por qué hay personas que rechazan las bebidas alcohólicas, solo queda una consideración hacia ellas: debemos mantener una actitud positiva, como la mantenemos normalmente hacia cualquier intolerancia alimentaria, como los celíacos – intolerantes al gluten-, o quienes metabolizan mal la lactosa, sin atribuirles desviaciones de carácter, o motivaciones ideológicas, de cualquier otra naturaleza, ausentes en ellos, en la mayor parte de los casos.

Y para quienes por suerte podemos beber alcohol, un consejo: el abuso nunca nos permitirá disfrutarlo como se merece. Heredé de mi padre el gusto por el vino, y una gran enseñanza, porque me orientó para saber cómo hay que beber: siempre con la copa medio llena, que es lo que él llamaba, “saber alternar”.