Sencillamente irresistibles

Puigdemont: regreso al futuro

Rosy
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Es el rey de los transformistas, el no va más allá de los acróbatas. 

Se marchó a Bélgica hace seis años huyendo como un conejo en el maletero de un coche, y ahora a bombo y platillo, anuncia como el gran jefe que se considera a sí mismo, su vuelta a Cataluña si obtiene “mayoría” para ser investido ‘president’ en una lista unitaria con ERC para acabar su “trabajo” y lograr un referéndum de independencia, mal que les pese a quienes hablan de Amnistía para la concordia”, en lugar de “Separatismo para la discordia”. 

Es un hombre realmente muy tenaz, un obseso, una pesadilla (ufff para su socio Sánchez). Debajo de su aspecto súper ridículo con su flequillito para ocultar, quizás, la estrechez de su cerebro, o como dicen sus conocidos unas cicatrices provocadas por un accidente,  y su aspecto descuidado a lo “enfant terrible”, se esconde un “teje-maneje” un oportunista, un desertor, una especie de rata de alcantarilla centrada en frases tan contundentes como: «España no pierde nunca una oportunidad de hacer el ridículo». 

O sea, Don Puig se encuentra muy inspirado, muy a gusto, muy cómodo en lo del ridículo, ya que es lo suyo, lo que ve cada día cuando se mira en el espejo desde sus ultra clásicas o anticuadas gafotas que lleva desde niño y su pelucón. 

Pero en el trato, en el “tú a tú” “presidencial” resulta bastante almibarado, a lo mejor por ser hijo (el segundo de ocho hermanos) de los propietarios de una pastelería en un pueblo de Girona, heredada de su abuelo que la fundó en 1927. 

Puig vendía dulcecitos por las playas en las épocas del verano mientras los otros niñitos se bañaban alegremente en las aguas saladas del mar. A lo mejor fue entonces cuando decidió poner Cataluña a sus pies y abandonar los merengues y los bollos y los Capricis (dulces típicos de su pastelería) y directamente comérselos todos y tirarse de cabeza a la política para medrar, más desde luego que haciendo hogazas y rosquillas. 

Pero ha acabado horneando un pan como unas tortas con sus siete escaños que son Jauja para Pedro&Pinocho (o mejor Pinueve) en su afán enfermizo de seguir en Moncloa y en el Falcón, evitando, presuntamente, por los medios de “calumnia que algo queda” o de “extender la M”, que se investiguen sus múltiples viajes a Santo Domingo, o sus charlas en Marruecos, o sus “cositas” tan lindas y tan envueltas en queroseno de Falcón y en misteriosas maletas y en millones de artilugios sanitarios inútiles y en entrevistas empresariales de su adorable esposa y etc. etc.

Puiggy, como llaman a Puigdemont sus allegados, disfruta a lo sádico con el tema ¿Volverá a la Cataluña que “embucho”de espías rusos en virtud de su amistad con un Putin que amenaza constantemente con una nueva guerra mundial? ¿Le detendrán por ello y acabará siendo un héroe, o un mártir? ¿Eso le ayudará a que sus admiradores le voten como posesos?...

¿O seguirá en la distancia (que para nada es el olvido al contrario de lo que dice el bolero), la encarecida defensa que de todas sus actuaciones, sean cuales fueren, hace el presidente con tal de no perder su favor? 

Ya veremos, aunque la capacidad de asombro, de asco y de vergüenza están llegando a límites de nausea continua. 

Y en tanto, el prófugo que además de confitero es melómano, escucha complacido su pieza favorita, en la banda  sonora de Regreso al futuro.  

¿Premonición, o guinda del pastel?....