Cruce de ideas

El pensamiento grupal y sus graves consecuencias

La mayoría de nuestras interacciones están determinadas por la pertenencia a grupos concretos. Esta pertenencia grupal, conlleva en un número elevado de ocasiones a la toma de decisiones erróneas e incluso desastrosas en algunos casos. Podemos definir al grupo como un conjunto de individuos, que dependiendo unos de otros, se organizan según una estructura social que les dota de una identidad social. La estructura social se refiere a los roles, el estatus y las normas que organizan el grupo; mientras que la identidad social hace hincapié en las características que comparten los individuos para formar parte de un mismo grupo, sin siquiera ser necesaria la interacción entre ellos, por ejemplo, la nacionalidad, la religión, etc. 

En algunos casos, pertenecer a un grupo conlleva a la pérdida de identidad individual, llevando al individuo a realizar acciones que, como único individuo, es muy poco probable que las llevase a cabo. Podemos pensar por ejemplo en los ultras de cualquier equipo de fútbol y sus actos vandálicos. Sin embargo, el ejemplo anterior puede ser considerado demasiado obvio o extremista, pero la realidad es que la pertenencia grupal conlleva una serie de consecuencias no deseables que pasan más desapercibidas que un conjunto de vándalos peleándose y rompiendo cosas.

Hablamos del pensamiento grupal, que se caracteriza por el deterioro de la eficacia mental, del juicio moral y de la contrastación de la realidad. Si nos centramos en los antecedentes del pensamiento grupal, nos encontramos con que grupos muy cohesionados y aislados de puntos de vista diferentes al propio, sin normas en la toma de decisiones, formado por individuos muy homogéneos, y expuestos a niveles elevados de estrés se erigen como idóneos para el florecimiento del pensamiento grupal.

Vayamos por partes, en primer lugar, fijémonos en el consenso social, el acto a través del cual un individuo considera que una respuesta es correcta, por el mero hecho de que la mayoría de los miembros de un grupo la defienden; lo cual a su vez lleva al conformismo. En relación con el conformismo, existe un experimento (Experimento de Asch), en el que se llegó a la conclusión de que las personas modificamos nuestra respuesta para aproximarla más a la de la mayoría de los miembros del grupo, y lo que resulta todavía más increíble, este suceso tiene lugar incluso cuando la respuesta grupal es diferente e incluso opuesta a la que emitiríamos estando solos. En consonancia con esto, aparece la polarización grupal, consistente en acentuar la postura dominante del grupo.

Otro de los síntomas del pensamiento grupal es la ilusión de invulnerabilidad, es decir, se ignora cualquier advertencia de peligro y se confía excesivamente en el grupo. Como consecuencia, se desestima con justificaciones colectivas cualquier decisión del grupo, por ser considerada esta, aparte de perfecta, moral; ya que el pensamiento grupal conlleva la creencia incuestionable de moralidad. Como la decisión grupal es perfecta y moral, se omite e incluso se castigan las decisiones que se oponen al grupo, existiendo “guardianes” dentro del grupo, encargados de proteger al mismo, de cualquier información que le contradiga, dando como resultado una falsa ilusión de unanimidad. Por último, y no por ello menos grave, aparece el punto de vista estereotipado de los individuos ajenos al grupo, lo que conlleva a ver a estos como débiles, malos o carentes de características respetables. 

Quizá al desmenuzar ahora el pensamiento grupal y sus características, creamos que verdaderamente es un arma muy potente a nivel social, y repasando sus terribles consecuencias, lleguemos a la conclusión de que el pensamiento grupal se halla detrás de catástrofes humanas como las guerras y las invasiones, por desgracia tan presentes en nuestra actualidad.

Para terminar con un sabor de boca más positivo, me gustaría nombrar algunas soluciones para paliar el pensamiento grupal, tales como el establecimiento de un líder con una postura imparcial, la invitación de personas ajenas al grupo para juzgar las decisiones y el establecimiento de subgrupos más pequeños dentro del grupo para fomentar el pensamiento crítico por separado.

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