Soy de las que no ve fragilidad en la palabra, a pesar de que en este mundo todo se basa en transacciones y documentos legales creo que es honorable ser una persona de palabra.
Existe una magia en confiar en el espíritu y el compromiso de aquellos con los que interactuamos. La vida está llena de cláusulas de términos legales, y las personas de palabra seguimos apostando por la autenticidad de nuestros compromisos, cada palabra dada es un vínculo inquebrantable que nace desde el alma hasta el corazón.
Esto significa una entrega plena ya que apostamos sin reservas, tanto en un proyecto de trabajo, un pacto de amistad, incluso en una simple conversación. La integridad y la sinceridad son pilares básicos en la vida, hay que prometer lo que se puede cumplir, valorar la comunicación abierta y honesta sobre las formalidades legales.
A pesar de qué hay una parte de la sociedad, empeñada y escondida tras lo burocrático y frío, los que elegimos la integridad y la honestidad nos posicionamos en el equipo de lo invaluable.
Cuando se rompen promesas o se descubren actos de deslealtad no hay que dudar en dar un paso atrás con dignidad, sabiendo que uno da lo que es. Las firmas quedan en el olvido, mientras que cada palabra dada es un tesoro preciado.
