Crónicas de nuestro tiempo

Nuestros jóvenes necesitan nuevos referentes

Hace apenas medio siglo, los jóvenes que cumplían 20 años, en ocasiones, llevaban ya algunos años trabajando en cualquier empleo que les reportaba incipientes ingresos. Deseaban aportar economía en sus casas y disponer de algún dinero para ellos y sus gastos. La mayoría de los padres trabajaban pluriempleados y consagrados a un sacrificio que latía en el ambiente de ese tiempo. Algunos de esos jóvenes que digo, aspiraban, entre otras cosas, a comprarse un coche de segunda mano. La noble ambición les empujaba a soñar despiertos y a luchar para perseguir sus ilusiones. Casi todos los matrimonios disponían de un piso. El caso era trabajar y poder ahorrar pensando en darles a sus hijos un futuro y dejarles propiedades para el día de mañana. No importaba el empleo porque cualquier trabajo permitía sentirse útil y seguir soñando con una familia estable. 

Ahora, muchos de nuestros jóvenes huyen del compromiso que conforma una familia. Sueñan con encontrar un trabajo desde casa o vivir de la paguita mínima del Estado.  

Hace no tanto tiempo las familias compartían sus mundos y eran felices con lo que tenían, y mucho más felices con lo que aspiraban a tener. En edad laboral temprana, se comenzaba como aprendiz de un buen oficio y siempre con aspiraciones de llegar, mediante el aprendizaje y el esfuerzo, a oficial, a especialista, o a incluso encargado. Era una meta difícil pero posible y por ello, casi todos los jóvenes de los que hablo eran capaces de comprender las diferentes partes de los procesos que se iban sucediendo. Algunos, se especializaban a través de Cursos de Formación Profesional y muchos se convirtieron en grandes profesionales: carpinteros, ebanistas,cinceladores, electricistas, pintores, chapistas, mecánicos, instaladores, administrativos, mecanógrafos y secretarios, etc. De ahí, de ese mismo tronco, partieron los autónomos que llegaron a ser constructores, altos directivos y empresarios que ayudaron a desarrollar la próspera España en las pasadas décadas, hasta convertirla en la octava potencia industrial del mundo. Hoy, por el contrario, somos la decimocuarta y padecemos una deuda brutal en constante aumento de más 1,5 billones y más de 400.000 políticos viviendo de nuestros impuestos. 

En aquel entonces, eran muchos los trabajadores que se perfeccionan día a día en los oficios, en los negocios, en los servicios,y en el comercio. Pero, lo más importante, es que apenas había paro. 

Hoy día hay jóvenes cuya ilusión principal es tener un micrófono y ser el próximo Youtuber de tendencia. Otros desean ser funcionarios, informáticos y, a veces, aspiran a una vida sin muchas complicaciones; pero, eso sí, llevando el último modelo de Iphone, trabajando lo justo, incluso con reducción de la jornada y sin necesidad de destacar a través del esfuerzo: la ambición al servicio de la tecnología y el botellón del “finde”...  Hay jóvenes que no desean compromisos sentimentales ni tampoco emocionales. Desean otras cosas y se encierran en sí mismos, e incluso se aíslan en sus casas y familias, donde apenas conversan. Ven Netflix, tik tok, hablan por WhatsApp y convierten el smartphone en el epicentro de la vida. 

Podemos pensar que estamos en otro ciclo de una evolución que, seguramente, nos condiciona. El descrédito de los buenos modales que inducen el pensamiento de que la cortesía es considerada represión que, tal vez, se dirija por el sendero antisocial que exalta la grosería como forma vulgar de emancipación y libertad. Creo que esa es una filosofía errónea que, poco a poco, ha ido enterrando hábitos de educación y de buenas costumbres. 

Deberíamos analizar algunos aspectos que constituyen el origen de parte de una juventud que se hunde sin que los propios interesados se den cuenta. 

Creo que algunos maestros ahora, digamos, funcionan como meros profesionales, porque hay menos referencias educacionales. Hace años el maestro desarrollaba una profesión vocacional y las clases eran santuarios de la educación, formación y respeto. 

Algunos grupos de jóvenes -No todos, naturalmente- son antisistema, rebeldes y soberbios. La juventud de hoy necesita urgentemente nuevos horizontes, nuevas guías.. Necesita referenciar lo que fue edificante y ahora no lo es, ya que los individuos nos mimetizamos para lo bueno y para lo malo. Se necesitan buenos formadores en la infancia, en la pubertad y adolescencia, formadores que iluminen a los alumnos y que contribuyan a que despierte esa motivación perdida, el respeto, la humildad y la excelencia, que también es importante. 

Es preciso un ejemplo que sea capaz de restaurar principios con espíritu docente, para crear expectativas de ilusión, para que seamos capaces de abrirnos a la imaginación emprendedora. 

Para todo ello, es imperativo incluir dentro de su formación un algo que les integre socialmente en la vida cotidiana de la comunidad y la familia, al tiempo que les oriente hacia profesiones y oportunidades que refloten la ilusión añorada; que se les muestren tareas, peligros, riesgos y soluciones elementales; que se les hable claro de las consecuencias de la embriaguez, de las de la violencia, del acoso y de la delincuencia; que se les hable de la importancia de la familia, de la importancia de saber elegir amigos y que les sea ofrecida una guía, que esté pensada para  emprendedores empresariales que tan necesarios serían en la actual España. 

Sólo así, nuestros jóvenes podrán apreciar los principios teóricos y prácticos que habrán de concluir con comportamientos responsables e infinidad de inquietudes. Muchos de ellos, se volverían más comunicativos, más ambiciosos y consecuentes. Podrían disponerse a pensar en un futuro más emprendedor y dilatado, que solo es posible cuando aflora la formación, la buena disposición, la ilusión, la voluntad, la inquietud y la visión del futuro a través del esfuerzo.