La mirada del centinela

No hay quinto malo

El quinto mandato del PP obtenido por mayoría absoluta en Galicia habla bien de la herencia recibida. La coherencia en política es un valor que el votante termina por agradecer. Al electorado no suelen gustarle los bandazos ideológicos, ni las trampas en el juego de la estrategia, ni la sobreactuación y falta de juicio cuando se programa una campaña electoral. Y todo eso junto, pasa una factura que Sánchez no quiere pagar, pero pagan sus barones territoriales. 

El líder socialista está cercenando cabezas, las de sus adláteres, en todas las provincias. Allí donde acude, no vuelve a brotar la hierba, un remedo de Atila atildado que reparte besos como el que come pipas. Se ha convertido en el divo al que el público abuchea después de cada concierto; en el entrenador que lleva a su equipo de jugar la Champions a embarrarse en campos de tierra; en la cabaretera a la que lanzan hortalizas cuando sube al escenario. 

El resultado de las urnas del pasado domingo, deja en Galicia un panorama agridulce. Rueda toma el testigo de Feijóo. En su campechanía de político sin ínfulas, Alfonso Rueda supera la amenaza del síndrome del 23J, la pantomima de los pellets como armas de destrucción masiva, la burda estratagema de embrollar al electorado haciéndoles ver que todos son iguales, que el Partido Popular también concedería indultos, llegado el caso. La parte agria del escrutinio es el aumento del porcentaje de ciudadanos gallegos que renuncian a su país, España, y se echan en brazos del nacionalismo. Es la consabida fatalidad de odiar el territorio que pisas, de crecer en el rencor, de creerse diferentes guiados por doctrinas de políticos menores que practican políticas menores, de pensar que es preferible la aldea como símbolo identitario a formar parte de una nación reunificada muchos siglos atrás. 

Alberto Núñez Feijóo salva el expediente, y Pedro Sánchez, que apostó por el BNG en detrimento de su propio partido, arde en las urnas y sus pavesas vuelan hasta la Costa de la Muerte. Un naufragio más, su barco sin velas tropieza en otro escollo (este gallego) que sumar a su extensa lista de hundimientos. Se empeña en deshacer su partido, el socialista, en continúo proceso faraónico de conceder toda autoridad a quien no la merece.  

La retranca gallega se ha llevado por delante la socarronería de Sánchez. Claro que, con Zapatero como adalid de campaña, era de prever que las cosas no le irían muy bien a José Ramón Gómez Besteiro. Con tan solo nueve escaños, suscribe el mínimo histórico del PSOE en Galicia. Se demuestra que, ocho años apartado de la primera línea política, no es apropiado para presidir la Xunta. En cuanto a Vox, qué decir, se evidencia la necesidad de aglutinar el voto útil para combatir el Sanchismo. 

Ya saben, no hay quinto malo, eso debe pensar Feijóo. Ha pasado la reválida en su feudo, la siguiente prueba se celebra en menos de cuatro meses: las elecciones europeas. El domingo 9 de junio hay otro examen para Núñez Feijóo en la larga y tortuosa carrera por alcanzar la presidencia del gobierno. Que no se confíe, el mejor que nadie conoce el poder de las meigas. Hay veces que un hechizo de última hora trastoca las mejores intenciones. No olviden el dicho popular: Yo no creo en las meigas, pero haberlas, las hay.