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Los murales de Urbano Lugrís

uno de los murales de Lugris
photo_camera uno de los murales de Lugris

Urbano Lugrís (A Coruña, 1908- Vigo, 1973) es un artista de la vanguardia histórica gallega, autor de una obra extensa y multidisciplinar. Nacido en el seno de una familia culta, liberal e influyente, su padre fue Manuel Lugrís Freire, escritor comprometido con el galleguismo que vivió la experiencia americana en los círculos de la emigración en Cuba. El joven pintor tuvo la suerte de formarse en un ambiente favorable apoyado por intelectuales de la talla del escritor Francisco Tettamancy y Gastón y pudo activar su prodigiosa imaginación al calor de la poesía y la lectura que le infundieron el interés por buscar coherencias entre el mundo de la literatura entendido desde sus ensoñaciones y el de la pintura, donde llega a crear su propio lenguaje de temática legendaria galaica, inspirado en el celtismo y en específicas novelas del siglo XIX. En sus años de juventud, cuando empezó a sobresalir estuvo en contacto con Rafael Dieste, Federico García Lorca y Rafael Alberti; participó en las actividades de las Misiones Pedagógicas y La Barraca, diseñando figurines y curtiéndose en la realización de decorados y carteles. Tuvo un periodo prometedor en los años previos a la guerra civil española y pasó la posguerra en un exilio interior, marcado por dificultades que no le impidieron seguir con su carrera que priorizó por encima de cualquier otra condición. Fundó la revista Atlántida junto con Mariano Tudela y se le reconoce como inventor de imágenes fabulosas que tienen como país el mar y sus misterios. Su universo se nutre de figuras que proceden de las aguas del Atlántico gallego, de las islas vigías de las rías de la costa de Pontevedra: Cíes y Ons pobladas de objetos marinos e imaginadas sirenas, que vuelca en sus pinturas escenográficas en las que hay un lugar para santos y profanos. Su iconografía es por tanto galaica por los cuatro costados y nadie como él supo armar un entramado de seres oníricos a mitad de camino entre la realidad y la ficción, en su concepción cercanos al mundo de Julio Verne y de acusado tinte cinematográfico que hacen soñar al espectador.

Lugrís contó con gran experiencia en el campo del muralismo y defendió la necesidad de acercamiento del arte al público a través de ese medio, en pleno auge en los años treinta tras los ejemplos de los muralistas mexicanos, Rivera, Orozco y Siqueiros. Se comprende su empeño por  buscar una salida para su obra en tiempos difíciles y cumplir así la necesidad de seguir desarrollando su carrera con la complicidad de quienes podían permitirle abordar esa labor tan necesaria y costosa, que por suerte tuvo sus efectos. En los comienzos de la década de los cincuenta acometió obras murales, sobre todo en villas y ciudades gallegas que tienen en su identidad el mar y sus consecuencias. Hizo de la necesidad virtud y gracias a ello han quedado excepcionales creaciones, algunas salvadas de la quiebra, del desconocimiento. Uno de los conjuntos murales de gran significación que Lugrís ideó en 1951 para el antiguo Restaurante Fornos de A Coruña, reconvertido pasados los años para otros usos relacionados con la hostelería y en manos privadas y cuyo edificio se encuentra en situación ruinosa, salió a subasta pública en estos días. La Xunta de Galicia anunció a mediados de Febrero sus planes para ese conjunto mural, ahora en proceso de declaración BIC, optando por la compra y explicando los pasos a seguir que pasaban por la recuperación, la restauración y la posterior ubicación de los murales en el Museo de Belas Artes da Coruña. Una buena noticia, pues de ese modo se podrían conservar en toda su integridad y sin dispersión quedando vinculados para siempre a la ciudad que los inspiró

Sin embargo, la buena nueva se empañó al optar por ellos, ofreciendo mayor puja, una empresa- galería de Vigo, con intereses legítimos pero con intenciones menos nobles en cuanto al destino de esta gran obra y cuya voz autorizada declaraba a los medios de comunicación, entre otros pormenores, su experiencia en el traslado de murales y en labores de restauración; como ejemplo aludía a la recuperación de unos murales del pintor Laxeiro hace más de tres décadas. En efecto, los referidos murales se encontraban en Buenos Aires, en el domicilio de los propietarios de la Galería Velázquez de la capital bonaerense y sobre ese episodio recuerdo con total nitidez que fue el anticuario Jaime Trigo en 1990 con el apoyo de Laxeiro quien se ocupó del proceso de traslado de los murales, de Buenos Aires a Galicia, con la colaboración de la restauradora Teresa Orrio, ambos en aquel momento profesionales reconocidos y de sobrada experiencia. Hoy ya no viven para contarlo y por ello están borrados de esa misión cuyo final feliz fue el destino del principal mural “ Villancico” al Museo de Pontevedra. Ahora con total esperanza deseamos que los doce murales del antiguo Fornos pasen a formar parte de las colecciones del Museo de Belas Artes da Coruña. A Urbano Lugrís le gustaría que así sucediese.