Diario de a bordo

La lidia y don Ernesto

Al señor Urtasun, don Ernesto, no le gustan los toros. Y como a él no le gustan, no le tienen que gustar a nadie. ¡Faltaría más! Y no se refiere al ‘macho adulto del ganado vacuno o bovino’, según reza la definición que de esa voz da el DRAE, sino al toro de lidia. Al señor Urtasun, don Ernesto, por extensión, no le gusta la Tauromaquia, que el mismo diccionario define como ‘Arte de lidiar los toros’, y que generalmente es conocida desde mucho antes que naciese el señor Urtasun, don Ernesto, como la Fiesta Nacional. Tal vez desconozca que el toro de lidia, el toro bravo, es un macho bovino criado, desarrollado y seleccionado, exclusivamente, para emplearlo en los espectáculos taurinos. Los toros que no son ‘bravos’, la inmensa mayoría, no son los protagonistas de la fiesta. Esta deslumbrante,  poderosa y bella criatura no deambula por doquier campando a su antojo, no se caza a lazo para someterla, enjaularla y transportarla hasta Las Ventas o a cualquier otra plaza, y enfrentarla al torero, al diestro, al espada, al matador, en ese  emocionante, turbador, trágico y atávico juego donde la muerte extiende su cendal sobre el albero. El toro bravo no es un producto de la Naturaleza, sino del hombre. 

Todo esto no tendría mayor importancia si el señor Urtasun, don Ernesto, fuera un ciudadano común y corriente, pero se da la circunstancia de que es el ministro de cultura del Gobierno de España, que es de izquierdas -ambos-, comunista por más señas, y que expuso en el Senado que uno de sus objetivos como responsable de ese Ministerio sería la defensa de  una cultura democrática. Desde luego declararse antitaurino, calificar a la fiesta de ‘injusta, sádica y despreciable’ y tener en mente su prohibición cuando está recogida y amparada en nuestra Constitución como Patrimonio Cultural y  mayoritariamente aceptada, respetada, admirada y aplaudida por la ciudadanía, no parece ni muy democrático ni obedece a su promesa de ‘guardar y hacer guardar’ nuestra Carta Magna cuando, ante el rey, tomó posesión de su cargo. Además de ser un  atentado contra la libertad individual y su capacidad de elección. Su desmedido ataque se formalizó excluyendo al toreo de las medallas de Bellas Artes que anualmente se conceden. No creo que el señor Urtasun, don Ernesto, pueda hacer nada más al respecto aunque se niegue empecinadamente, y en contra del sentir general, a considerar nuestra Fiesta como un hecho cultural que además genera más de 1.600 millones de euros anualmente proporcionando trabajo a un muy elevado número de personas.

Tal vez debería, no para cambiar de actitud personal sino para aceptar que como ministro del ramo debería ser menos beligerante, leerse el ‘BOE’ núm. 272, de 13 de noviembre de 2013, pues en las Disposiciones Generales de  la Sección I recogidas en  su página 90737 puede leerse: “La Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles, en cuanto actividad enraizada en nuestra historia y en nuestro acervo cultural común, así como lo demuestran las partidas de Alfonso X el Sabio, que ya en el siglo XIII contemplaban y regulaban esta materia (…) Todo esto es signo de identidad colectiva, y ello justifica que su preservación corresponda y competa a todos los poderes públicos. (…) El carácter cultural de la Tauromaquia es indiscutible y merece ser preservado como un tesoro propio de nuestro país (…)”. Claro, esto al señor Urtasun, don Ernesto, le trae al pairo y se lo salta ‘a la torera’, algo habitual en el comportamiento de su jefe de filas y colegas de gabinete, que se saltan ‘a la torera’ todo lo que no les interesa o vaya en contra de sus políticos ‘afectos’ , aunque ello suponga incluso el eludir las leyes o acomodarlas a su sentir.

Afortunadamente soy nacido y ciudadano en la Comunidad de Madrid, donde nada se prohíbe ni se impone por motivos personales ni ideológicos porque en ella, al margen de otras bondades, la libertad, en el más lato sentido del término, reside en su ADN. Desconozco si al señor Mariano de Paco Serrano, Consejero de Cultura en el gobierno regional, le gustan o disgustan los toros -de lidia, claro-, pero estoy absolutamente seguro que no se le ocurriría atentar contra las corridas en el supuesto caso de que las repudiase, como hace el señor Urtasun, don Ernesto. Porque la Cultura en Madrid es libre, no se obliga ni se impone, y en su Consejería esa libertad existe y hace acto de presencia en todas sus manifestaciones. Tal vez se deba a que la dilatada experiencia profesional del señor De Paco procede del mundo de la Cultura, por donde ha transitado desde hace varios lustros con indudable notoriedad.

La tauromaquia se adoptó como fiesta nacional en el siglo XVIII integrándose plenamente en la cultura española definiendo un atributo singular de lo español, siendo estimada por los ciudadanos como una forma de arte, convirtiéndola en un acontecimiento social de gran importancia y otorgando a los toreros una celebridad que los convertía en auténticos personajes populares, llegando a la mitificación de alguna de sus más representativas figuras. Me pregunto si el antitaurino ánimo del señor Urtasun, don Ernesto, no se debe igualmente a la suposición de que el toreo es un espectáculo rancio, carca y de derechas, motivo más que suficiente para abolirlo. Y para darle qué pensar, le ofrezco desinteresadamente algunos testimonios escritos por destacadas figuras de nuestro acervo cultural, todas de derechas, como no podía ser de otra manera.

“ (…) no es posible conocer la historia de España, a partir del siglo XVIII hasta nuestros días, sin tener presente la historia del toreo”. José Ortega y Gasset.

Es el “ (…) arte que mejor prepara el alma para la debida contemplación de las grandes verdades eternas de ultratumba.” Miguel de Unamuno. 

“ Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle como un fruto.
(…) Como el toro me crezco en el castigo (…)"

Miguel Hernández.

“ (…) Abanicos de aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas (…).”

Rafael Alberti.

“Subsistirán, pues, las corridas de toros mientras exista el alma española (…). Se puede decir que el día que no haya toros, los españoles tendrán que inventarlos”. Pérez Galdós.

Y podría continuar sine die, señor Urtasun. Don Ernesto.