Zarabanda

Libertad, 8

Madrid, once de enero de 2024, las siete menos cuarto de la tarde y noche cerrada. Hace frío. Desde la Gran Vía dirijo mis pasos al barrio de Chueca. Camino deprisa y en pocos minutos me adentro en la calle de la Libertad. Pronto diviso las puertas pintadas de rojo de un café pequeño con su mismo nombre y el número 8. Entro en el local, que no visitaba desde la pandemia. Me recibe una barra alargada con varios clientes. Al fondo la pequeña sala en semipenumbra. Una pareja se levanta cuando yo me siento. Me he quedado sola, pido un café con leche que me haga compañía y espero. Voy a presentar un poemario. 

Observo el breve escenario, de obra, ligeramente elevado, que tengo frente a mí. En la pared del fondo el nombre del local, Libertad, 8,  a la derecha una pianola que tiene más de un siglo y dicen que funciona, junto a ella, apoyada en el muro, una guitarra, cerca un taburete y en el centro, el micrófono. 

En la salita, varias mesas, sillas variopintas y asientos adosados con cojines. Desde las paredes me observan retratos de mujeres desnudas. Me doy cuenta que ha sido remozada. 

El poemario que voy a presentar se llama "Memoria de agua". Su autora, Luisa Ballesteros Rosas, profesora en París,  investigadora,  académica, escritora, es una gran mujer y excelente poeta. No es mi primera actuación en ese escenario,  presenté un libro de cuentos e interpreté un papelito, Lucía, la criada, en Don Juan Tenorio. Como público asistí a varios  eventos, y en uno de ellos regalé mi primer poemario, "Brisas y briznas" a un desconocido, un hombre elegante y atractivo, que me pidió permiso para sentarse a mi lado, el local estaba lleno. Ese desconocido resultó ser un príncipe, Carlo Emanuele Ruspoli, y un buen novelista de novela histórica, con quien comparto editorial, Sial Pigmalión. La persona a quien había llevado mi libro no había aparecido. Muchas cosas curiosas han sucedido y suceden en este mítico habitáculo. 

Me viene a la memoria una que me contaron sobre Jorge Drexler. Parece que una tarde depositó sobre la barra de la entrada el Oscar que llevaba guardado en la bolsa de la ropa sucia del hotel. Lo había ganado el 27 de febrero de 2005 por su canción "Al otro lado del río" que interpretaba en la película "Diarios de una motocicleta ":

"Clavo mi remo en el agua,

llevo tu remo en el mío, 

creo que he visto una luz

al otro lado del rio..."

Ricardo del Olmo, dueño del local, y Julián, el encargado, lo saludaron efusivamente. Los clientes no lo reconocieron.

El café se llamó inicialmente "El Café de la Libertad" en honor al nombre que Ricardo de la Vega, autor del texto de la "Verbena de la Paloma", dio a uno de sus sainetes. Después tomaría el nombre actual, por la calle en la que mora y el número que ocupa.

La calle "Libertad" no tuvo siempre ese nombre. En el plano de Texeira (1659) aparece como calle Carmelitas, por su proximidad al convento de Carmelitas Descalzos. Después se denominaría de San Fernando por un importante edificio que se construyó en el siglo XVII para albergar a una congregación de religiosas, dedicadas a la liberación de cautivos. Esta noble función acabó dando nombre a la calle. El convento fue desamortizado en 1869 y el inmueble derruido. En su lugar, se levantó un teatro, el Alhambra,  de estilo neomudéjar, por iniciativa del Marqués de Villamejor. Su actividad fue corta pero intensa. De 1871 a 1905 se dedicó al género chico, a la ópera, a sainetes, a varietés y a salón de baile. Después se transformaría en viviendas.

Además, en el número 16 se abrió en 1854 una famosa taberna, La Carmencita; en el 18 tuvo su sede el semanario Época;  y en ella se instauró la sede del PCE (Partido Comunista de España) años después. Diversos edificios y contrapuestas sus funciones.

En el lugar que hoy ocupa el café, nació el 1 de enero de 1809 la vizcondesa Micaela Desmaissieres, que fue fundadora de las Adoratrices como Venerable Madre Sacramento. Pasado un tiempo, sería vaquería, tienda de vinos, sede de la célula ferroviaria del PCE y refugio antifranquista durante la dictadura. Nobles y variadas tareas. Por fin, en 1975 se transformó en lo que hoy es, un café.  Cenáculo en el que en su inicio se reunían periodistas y escritores, y desde 1994 faro de la nueva canción, por donde han pasado los más importantes cantantes: Luis Pastor, Pedro Guerra, Aute, Jorge Drexler, Rosana, Ismael Serrano, Amaral, Marwan..., entre otros. 

Hoy se sigue ofreciendo como escenario a artistas que empiezan, a cantautores,  contadores de cuentos, poetas, narradores.

Su fama se extiende por España y América, "cueva de la canción, lo llaman. El ayuntamiento de Madrid lo ha reconocido Patrimonio Cultural de la Ciudad. 

El escenario se llena de luz, el dueño lo acondiciona para su función,  la gente ocupa los asientos, llega Basilio, el editor, y tras él, la autora. 

- Me he perdido en este laberinto de calles -me comenta.

Salgo de mi ensoñación. Son las siete y treinta y cinco de la tarde, sobre la mesa brilla el poemario "Memoria de agua". Editor y autora inician el acto. Luego sigo yo.

Luisa Ballesteros Rosas -comienzo- gracias por ofrecernos este poemario y gracias por permitir que te lo presente.

Breve e inabarcable,  por su intensidad, su fuerza y su belleza... Son 26 poemas bilingües, español y francés, en verso libre, fluido, armonioso, melódico. "Ofrece un canto a la vida acudiendo a un torrente de imágenes luminosas alusivas al agua, que puede ser lluvia fresca o lágrimas amargas..." -dice el prólogo de Cecilia Lee.

El poema número 13 lleva el título del poemario. Lo leo. Éste es su comienzo:

"Los dioses se miran en los ojos azules

del líquido elemento

y hacen planes de misterio "

Una vez más la poesía suena con libertad en Libertad, 8. Después llegará la música.