ARS GRATIA ARTIS

Inge Morath. Peregrinar a compostela

Pilar Corredoira
photo_camera Pilar Corredoira

La fotógrafa Inge Morath (Graz, Austria, 1923 - Nueva York, 2002), pionera en el ámbito del fotoperiodismo contemporáneo, fue una ilustre peregrina que recorrió el Camino de Santiago en los años noventa. Anteriormente, en sus comienzos tuvo la oportunidad de conocer una parte de la sociedad española de los cincuenta, que refleja en sus imágenes en blanco y negro, dando todo el protagonismo a desconocidos personajes ensalzados en su dignidad y entorno. Se asomó, en otras ocasiones a la variedad de paisajes, gentes y costumbres de la geografía  hispana, en algún momento próximos al Camino. Incansable viajera, su vida independiente comenzó a partir de su trabajo como traductora y periodista y esa labor la llevó directamente a la fotografía, al conocimiento del oficio al lado de Simon Guttmann y de Ernst Hass. Luego vendría la etapa de total  inmersión en el mundo de la imagen fotográfica junto a Cartier Bresson y Robert Capa y su entrada en la Agencia Magnum Photos, en 1955. Era la primera mujer que se introducía, con todo merecimiento, en ese espacio habitualmente conformado por reporteros que añadían un plus de creatividad a sus fotografías. Inge había ganado su propio prestigio y con la intuitiva capacidad para captar con su cámara, de un modo magistral, la normalidad de las personas en su hábitat, siguió adelante recorriendo el mundo, enviando  crónicas fotográficas a las que incorporaba textos. Del conocimiento de las tradiciones españolas, derivaron las imágenes que dieron lugar al libro “Fiesta en Pamplona“ (1956). De ciudades y zonas recónditas de Cáceres, Ávila, Vigo, Cádiz o Las Hurdes, Morath dejó constancia del interés por aquella sociedad anclada en el pasado, en la que encontraba una innata elegancia, en las mujeres vestidas de negro, en los hombres de rostros sobrios, pausados, con el paisaje como fondo.   

Su trabajo como fotógrafa se publicó en las revistas “Life”, “París Match”, “Vogue” y se incluyó en las películas “Moulin Rouge” (1952), “Vidas Rebeldes” o “Los que no perdonan” (1960). Retrató a Picasso, a Miró y el encuentro con el dramaturgo Arthur Miller, en 1961, y la relación entre ellos, dio nuevos bríos a su mundo personal y creativo, como también agrandó su experiencia, igualmente la capacidad de comunicación con artistas de diferentes nacionalidades y la facilidad para relacionarse con todo tipo de gentes, de distintos lugares y condiciones. Entre 1959 y 1961, llevó a cabo un singular proyecto centrado en la idea de la máscara, en colaboración con el escritor, caricaturista y dibujante Saul  Steinberg, amigo del artista surrealista gallego Eugenio Granell; era además un tema que Steinberg utilizaba con frecuencia. Y de ese modo, personas reales, fotografiadas en grupo o en solitario con la cara tapada con máscaras dibujadas sobre papel marrón, fueron posando para Morath en el estudio de Steinberg, en Nueva York. El resultado daría lugar al libro “Masquerades”.  

Cuando, en 1998, Inge Morath toma la decisión de peregrinar a Compostela, siente que todavía cuenta con la energía suficiente para acometer uno de sus grandes sueños que era recorrer parte de la ruta milenaria y con ello el deseo de dejar constancia del interés por nuestra cultura y volcar esa visión en sus imágenes fotográficas. Por fortuna, cumplió su propósito y el resultado, un legado extraordinario, es una de las grandes aportaciones a la historia reciente del Camino de Santiago. Quedará definitivamente vinculado a la crónica del peregrinaje, y a la biografía de la fotógrafa que supo documentar en los últimos años de su vida una realidad social, fruto del conocimiento directo, del riesgo, también de su sentido creativo, de la serenidad ante situaciones complejas. Su paso por la Ruta Xacobea se refleja en un conjunto de fotografías de las que una selección fueron publicadas en forma de libro por la Universidad de Santiago de Compostela en 1999. Su ejemplo y atención pueden inspirar nuevas ideas posibles tan necesarias en estos momentos en los que se necesitan refuerzos positivos. El Camino posibilita infinitas vivencias, interpretaciones, transformaciones y es ejemplo de la capacidad de resistencia; como ruta espiritual, se mantendrá, una vez más, firme e inquebrantable, como siempre.