Así es la vida

La importancia de ser feliz

Hace un año tuve la suerte de conocer a una hermosa dama, mujer panamericana y primer Gran Maestre Mazón (grado 33), de una logia mixta que ella fundara. Pero esto no lo es todo, esta hermosa mujer ha sido siempre ardua trabajadora preocupada por la educación y salud de niños sin recursos; ha aportado interminables jornadas de trabajo no remunerado; es más, ha mermado su patrimonio para secundar importantes logros que benefician a cientos de niños y jóvenes quienes hoy le agradecen la oportunidad. Cuando tuve el valor de preguntar por sus años y supe que tenía noventa… quedé atónita, pues aparenta ser menor que mi madre de 78, así es que no pude menos que pedirle la receta; la respuesta caló hondo y motiva esta reflexión; ella me respondió: SOY UNA MUJER FELIZ. Algo tan simple como el sentirse feliz podría ser el equivalente a tropezarse con la tan buscada fuente de la juventud.

Hace pocos días, volví a vivir una experiencia similar, esta vez, la dama en cuestión era nada más y nada menos que la octogenaria española Amparo Carvajal, oriunda de  Riaño-León y ex religiosa de la orden de Las Mercedarias, quien llegó a Bolivia en 1971 para ejercer como Directora de la Escuela Fernando Bravo en la ciudad de La Paz, involucrándose de inmediato en la problemática de las clases menos favorecidas, renunciando a su orden en 1980 para continuar con la defensa de los derechos humanos, viajando a través de todo el territorio nacional denunciando el maltrato, represión y persecución política que vivimos durante los gobiernos militares de dictadura, además del despojo de territorios indígenas que persiste a la fecha. 

Trabajando con la Comisión Episcopal Justicia y Paz, junto el entonces expresidente Luis Adolfo Siles Salinas, sucedió que esta institución les fue cerrada y reemplazada por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, a su vez,  liberada del control episcopal por el dictador Banzer; hecho que dio pie para que posteriormente Amparo cofundara, con Siles Salinas, la Casa de los Derechos Humanos, inmueble que hace un par de meses le fue arrebatado  a Carvajal de forma violenta por militantes del MAS (Movimiento al Socialismo), partido totalitarista gobernante desde hace casi veinte años. Cabe aclarar que Amparo Carvajal lleva más de 30 años como presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos convertida en gigantesca luchadora y, frecuentemente, defensora de causas perdidas.

A pesar del pequeño tamaño y fragilidad de Amparo Carvajal a sus 84 años, con problemas de cadera y sobreviviente de un cáncer, esta diminuta pero grande mujer inició una vigilia de protesta pacífica durmiendo a la intemperie por 50 días consecutivos de un crudo invierno, sin siquiera un techo o un baño para cubrir sus necesidades; es más, ante la negativa del gobierno y el acecho agresivo por parte de los avasalladores que se adjudicaron la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos como un “botín de guerra”, nuestra heroína mandó comprar una escalera y trepando sus peldaños con dificultad, llegó hasta la azotea en donde continuó su vigilia ante el asombro y admiración de sus seguidores y también de sus verdugos. Así, luego de 52 días de desvelo a la intemperie, logró ganar la batalla y recuperar la sede de su institución. Cuando le pregunté que, si a pesar de este episodio y tanta injusticia y maltrato se consideraba una mujer feliz, me respondió: “Si, soy una mujer feliz y agradecida por tanto amor. Generar una cultura de paz es la actitud que me da el instrumento para luchar en favor de los derechos humanos. Soy muy feliz olvidando lo que ellos no quieren recordar… es una manera de perdonar”. Como Jorge Quiroz bien lo dijo: Amparo Carvajal es la mejor boliviana que España le pudo dar a Bolivia.

Ya que la felicidad existe a pesar de todo, aunque no sea perenne, les sugiero tomarla en cuenta saboreando aquellos instantes de plena y absoluta placidez que nos llegan frecuentes, pero los pasamos desapercibidos; momentos que varían de acuerdo a nuestras necesidades y expectativas y que los dejamos pasar sin mayor acogida para concentrarnos más, en engrandecer actitudes y hechos que nos desagradan o nos hacen sufrir, cuando debería ser al revés. ¿Por qué no disfrutar los instantes de efímera felicidad? Podríamos hacerlos perdurar en la memoria para refrescarnos el espíritu alimentando nuestra juventud. ¿Cómo definir la felicidad? La felicidad está en lo escueto y cotidiano y podría definirse como transitoria u ocasional o también de esta simple manera:

Un buen recuerdo, un café, chocolate y cigarrillo

Un buen amigo, un libro, triunfos, palabras, ojos y oídos

Un buen día, el sol, el campo, la risa, familia y un coche

Una buena noche, el cielo, romance, la luna, estrellas, ternura y derroche…

Así, disfrutando de las pequeñas grandes cosas cotidianas y olvidando lo que ellos no quieran recordar, perdonaremos agravios de propios y extraños reencontrándonos con la felicidad… probada fuente de juventud y sobrevivencia.