Homenaje a Isabel

Isabel Quintanilla Costura - Amalia Martínez
photo_camera Isabel Quintanilla, Costura - Amalia Martínez

¿Qué hace un vaso Duralex dentro de la tienda del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid?

Me asaltaron las preguntas al llegar allí. Tuve una especie de flashback y recordé la vajilla verde que mi abuela usaba para dar a los nietos de comer. Sí, ella hacía la comida y ella nos la servía en aquellos platos semitransparentes, grandes cantidades de arroz amarillo o filetes empanados, enguillidos por mi hermano y por mí.

En los recuerdos de muchos lectores y lectoras, estoy segura, también aparecerá la vajilla Duralex. En conversaciones casuales, he reafirmado que sus piezas estuvieron presentes en un gran número de hogares décadas atrás. Me vuelvo a preguntar: ¿qué hace un vaso Duralex dentro de la tienda del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid? Isabel Quintanilla también tenía una vajilla Duralex en su casa. Desde finales de febrero y durante los próximos meses el Museo Thyssen le dedica a la artista una exposición temporal: El realismo íntimo de Isabel Quintanilla

Empiezo a caminar por las salas y ahora lo entiendo todo. En una de las primeras paredes me quedo perpleja ante los dibujos en los que la artista retrata al misterioso vaso : uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho obras, realizadas en diferentes técnicas, con ocho vasos Duralex que posan ante el espectador. Alguno, junto a la ventana, reflejando la luz; otro medio vacío o medio lleno -esto depende de quién mire-; y hay más: qué bonito este en el que se humedecen unos pensamientos.

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Amalia Avia, María Moreno y la propia Isabel Quintanilla - Amalia Martínez

Isabel Quintanilla (Madrid, 1938-Brunete, 2017) fue artista, fue pintora, fue mujer desde la segunda década del pasado siglo y hasta casi la actualidad. Como una de las integrantes del grupo de los Realistas madrileños su nombre siempre ha dado oportunidad para hablar de sus compañeros varones, Antonio López y los hermanos Julio y Francisco López Hernández. La misma Isabel, Esperanza Parada, Amalia Avia o María Moreno no han tenido la misma repercusión, o al menos hasta hace pocos años no había llegado a mis oídos que la mujer de Antonio López, María Moreno, también pintaba, y que lo hacía muy bien. Todos ellos se conocieron mientras se formaban en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. En sus obras compartieron el interés por mostrar la realidad que les rodeaba, las calles, los edificios, las personas y el interior de los hogares; las emociones que sentimos al conectar con el entorno que nos rodea. 

En las pinturas de Isabel Quintanilla se entiende todo este manifiesto. Ella elige el interior del hogar -no me parece casualidad cuando la artista es una mujer-; casi todas las piezas de la exposición enfocan la cotidianeidad de su casa y su taller: preciosos bodegones de comida cruda, fruta, pescado y carne, sobre un plato en un espacio en blanco. También la estantería del baño, la cocina; Francisco López, su marido, escribiendo en el salón. 

En varias de sus pinturas se repite un objeto: la máquina de coser. En La habitación de costura (1974) un cuarto vacío con una máquina al fondo, una habitación propia para la labor y la creación y en homenaje a su madre, costurera de profesión. Cuántas mujeres habrán sacado adelante a sus familias a través de la costura, como la de Isabel. El mundo femenino emana de cada uno de los lienzos. No dejo de pensar en las mujeres artistas y cómo compaginan su labor con las tareas del hogar; también en las mujeres de mi familia. Isabel y mi madre comparten nombre; mi madre también cose.