El Jardín del Edén

Go West!

A los marxistas nos es difícil olvidar la famosa frase de Marx (Groucho) dicha en una escena de la película “Go West” (los hermanos Marx en el Oeste): “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. 

Parece que no somos los únicos. Creo haber oído a nuestro Presidente de Gobierno decir que si el Sr. Feijoo hubiera necesitado de los votos de los independentistas, él también hubiera aprobado una Ley de Amnistía. 

Si nos paramos a reflexionar lo que en realidad ha querido decir nuestro Presidente, cuando para explicar sus acciones le atribuye a un tercero -en este caso al líder de la oposición-, la que ha sido su decisión sobre la Ley de Amnistía, es porque ese tercero, si obrase igual que él, compartiría su principio básico de que lo bueno es lo mismo que lo útil. Dicho de otra forma: lo que importa al gobernar no es la visión de país, sino hacer lo que permite seguir gobernando. Hoy será una Ley de Amnistía; ya veremos lo que hará falta mañana.

Los corolarios de este pensamiento son aterradores: lo que resulte bueno para el país será únicamente un objetivo subsidiario, y sólo se llevará a cabo siempre que no entre en conflicto con el objetivo primordial de que el Gobierno pueda mantenerse en el poder. Aunque la ironía y el sentido del humor nos permiten tomar distancia con los temas, especialmente si los temas son graves, no podemos ocultar la preocupación de tener al frente un conductor cuyo objetivo parece que no es llegar a ninguna parte, sino simplemente seguir conduciendo. 

¿Y porqué ese afán por mantenerse en el Gobierno? Los que tengan aficiones por la psiquiatría lo achacarán a complejo de Narciso, y los que estén más en la movida verán un Yonki con mono de poder. Sin desdeñar esas explicaciones, yo privilegio otra causa: el Estado controla directamente la mitad de la economía española, e indirectamente, a través de contratos, subvenciones e influencias, la otra mitad. El que está al frente de la maquinaria del Estado tiene la capacidad de comprar todo tipo de lealtades ofreciendo Presidencias, Embajadas y otras canonjías -como hemos visto recientemente- a sus afines, todo ello sin perder la perspectiva de que los sueldos, gabelas y estipendios de los afortunados no los paga él, sino usted con sus impuestos.

Me ha dicho recientemente una amiga que ser consciente de un problema no lo soluciona. Estoy de acuerdo, pero si no estamos cómodos con que el profesor Silvestre Tornasol y su inseparable péndulo nos guíen “siempre al Oeste” como lo hacía el Marx de los inamovibles principios morales, al menos esa conciencia del problema nos crea la urgencia de tratar de hacer algo, lo que en este caso es un escalón imprescindible para buscar, plantear y confluir en alternativas a la situación actual. 

Creo que muchos de nosotros sentimos la carencia de una sociedad civil cohesionada, alimentada por los principios del bien público, y que modere de modo eficaz a los que hemos otorgado la prerrogativa de gobernarnos; evitando, entre otras cosas, que nos insulten todos los días a nuestra inteligencia. Pensemos que una alternativa a lo que tenemos ahora requiere de una amplia base social que necesita de nuestro estímulo. No tendremos derecho a quejarnos si elegimos no hacer nada: ¡indignez-vous!