El desván de Lorca

García Lorca, “escudero” en el homenaje a Ganivet (1925)

En 1898, con seis meses de diferencia, se producen dos acontecimientos importantes para Granada: El nacimiento del poeta García Lorca en Fuentevaqueros (junio)  y el fallecimiento por suicidio del pensador y diplomático  Ángel Ganivet en Letonia (noviembre) . Parece como que el destino quisiera relevar la desaparición  de una figura insigne con la llegada al mundo de otra también ilustre. Granada la cuna de ambos

Interesante de resaltar y bastante insólito que el poeta y su padre estuviesen involucrados en distintas épocas y circunstancias en el traslado de los restos mortales del pensador desde Riga (Letonia) hasta Granada. El padre como concejal del ayuntamiento granadino en 1918 y su hijo Federico García Lorca como miembro de la Comisión encargada de traer los restos desde Madrid a Granada en 1925, siete años después. 

Dada esta coincidencia, queremos trazar un paralelismo en este año 1898 de lo que significó el alfa para uno y el omega para otro. Y resaltar la admiración que el poeta sentía por el pensador hasta el punto de ser parte activa en la repatriation de los restos de Ganivet. 

La fecha, el lugar y las circunstancias del suicidio de Ganivet estuvieron envueltas de  misterio y de inexactitudes. Aún hoy es difícil de aclarar lo sucedido. La consulta a los diarios de la época no ayudan a disipar dicha dificultad. Se da la fecha del 27 de noviembre de 1898 casi con 33 años, como el día en que Ángel Ganivet se arrojó a las aguas del río Dvina en Riga (Letonia) desde un vapor-transbordador. Otras fuentes señalan que fue desde un dique del puerto en la localidad de Helsingfors actual Helsinki. Esto es improbable porque esa fue la ciudad en la que había estado destinado antes de su último destino  diplomático en Riga.

Otras informaciones hablan de que fue en los primeros días de diciembre. La fecha más fiable es la de la  pequeña lápida de su sepultura  que reza el 29 de noviembre. Esta lápida  fue traída desde uno de los cementerios de Riga y fue la original de la tumba en la que se enterró primigeniamente.

Algunas fuentes señalan que el mismo día del incidente, llegaban a Riga su compañera Amelia y Ángel, el hijo de ambos. 

Se asegura que el motivo del suicidio fue la suma de su soledad, del clima, de las dificultades que tenía para  trasladar sus enseres personales por la aduana de Finlandia, quizas problemas de salud, se hablaba de que padecia una enfermedad venerea y la llegada de su familia le preocupaba bastante. En definitiva, nunca se podrán aclarar los auténticos motivos de su suicidio, seria un secreto interior que se tragaron las frías aguas del río Dvina .

Su estancia en Helsingfors fue relativamente grata. Por su labor de diplomático conectó con la colonia española, asentada por motivos de negocios, en especial con Enrique Sánchez y su familia, importador de sal de Torrevieja. Asistía a diversas tertulias culturales existentes en dicha ciudad. También su traslado como nuevo destino diplomático a Riga pudiera ser el detonante, unido a las circunstancias anteriormente expuestas, de su trágico final.

El casi granadino, Américo Castro, en el discurso que pronunció en 1925 con motivo de honrar sus restos, aportó datos sobre la personalidad de Ganivet, al que definió como rígido y violento en la defensa de sus ideas: “ideas con muchas aristas”. A pesar de estas pequeñas connotaciones, el discurso en líneas generales, resultaría elogioso. 

Una característica común en el carácter de los pensadores integrados en el regeneracionismo de esta época -como Joaquín Costa, José María Salaverría como novelista (padre de Margarita Salaverria la primera mujer diplomática), Bernardo de Quiros, etc. a los que se uniría posteriormente Ortega y Gasset,- sería este carácter difícil y fatalista   que posiblemente fuera la característica común que marcó a estos pensadores llamados “regenacioristas”, y posiblemente causará su gran frustración, porque sus ideas no calaron e influyeron en la sociedad contemporánea en la que les tocó vivir y pasaron inadvertidos ellos y sus ideas hasta ser reconocidos en épocas y décadas  posteriores. 

Su primer enterramiento debió de pasar inadvertido para una sociedad española convulsionada por el ocaso colonial. Unos días después del suicidio, el 10 de diciembre del año en curso (1898) se firma el Tratado de París en el que se pone fin al Imperio español. Con él se perdía Cuba, Puerto Rico y Filipinas. España se encontraba en esa época muy debilitada, militar y económicamente, con una depresión social y colectiva importante.

No se sabía a ciencia cierta dónde reposaban sus restos hasta que, veintidós años después, en 1920, el jerezano Enrique Domínguez Rodiño (periodista corresponsal del diario La Vanguardia en Rusia y posteriormente director del Imparcial) en una gira por Estonia, descubrió la tumba de Ganivet. A partir de ese momento se inicia la campaña de prensa y de los intelectuales españoles para repatriar los restos del pensador y diplomático.

Este hallazgo dio lugar a un sin número de homenajes al pensador Ángel Ganivet. Anteriormente a esta fecha hubo algunos actos para honrar  su figura, como el que aconteció en el Ateneo de Madrid el día 27 de noviembre de 1903 con motivo del quinto aniversario de su muerte, en el que se volvieron a recordar las aportaciones al pensamiento preconizadas en sus obras y apoyándose en filósofos existencialistas como Nietzsche o Maeterlinck.

En 1918, dos años antes de la localización de su tumba, la élite de la sociedad intelectual granadina, decide homenajear a Ángel Ganivet y repatriar sus restos. Uno de los más influyentes e incondicionales para esta tarea fue Natalio Rivas diputado por la provincia de Granada y Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública. En 1918, como presidente de la comisión encargada para realizar un monumento a Ganivet, solicitó al Ayuntamiento de Granada la realización del mismo.

La solicitud fue aprobada por unanimidad por todos los miembros de la Corporación el día 24 de junio de 1918 en el punto veinte. El texto del acuerdo plenario del libro de actas, textualmente dice lo siguiente: Da cuenta el señor Alcalde al Cabildo de una carta que ha recibido del Exmo. Sr. D. Natalio Rivas, Subsecretario de Instrucción Pública, como Presidente de la Comisión encargada de conseguir un recuerdo al inmortal genio granadino Ángel Ganivet, colocando un busto en el Paseo de los Tristes, camino de la Fuente del Avellano, sitio predilecto de nuestro egregio paisano; expresa el referido señor en la citada carta, que algunas corporaciones madrileñas han otorgado su ayuda y que por esa razón no ha vacilado en acudir a la representación de nuestra ciudad para darle ocasión de sumarse a una empresa que por encima de todo interés está el de consagrar como se merece a la más alta de las glorias granadinas; en su consecuencia interesa de la Corporación se conceda una cantidad para ayudar a los gastos de tan merecido homenaje .El señor Martín propone que se acuerde de conformidad con lo interesado y que se autorice al señor Alcalde para que se libre una cantidad que estime conveniente. Por unanimidad se acuerda así.-

En otra acta de pleno municipal del día 7 de agosto en su punto dieciséis textualmente decía lo siguiente: Queda enterada la Corporación de la comunicación del Sr. Presidente del “Centro Artístico” de esta ciudad, dando las gracias al Exmo. Ayuntamiento por el acuerdo concediendo una cantidad para ayudar a los actos de homenaje a Ganivet.-

Este interés del Ayuntamiento en el homenaje cobra más relevancia para el tema que nos ocupa por estar entre los concejales que aprueban dichas mociones el padre de García Lorca, Federico García Rodríguez, octavo teniente de alcalde y encargado de la Comisión de Peticiones y Personal. En el año  1917 había sido responsable de la comisión de Hacienda. García Rodríguez fue concejal del ayuntamiento en el período de enero de 1917 a febrero de 1919, cargo del que dimitió alegando problemas de salud, (en realidad sería un cese), aunque la verdadera causa fueron los sucesos de protesta contra la Corporación municipal por la carestía de los alimentos y la miseria en las clases populares consecuencia todo de la primera guerra mundial durante la cual los terratenientes como el propio García Rodriguez vendían los productos agricolas a los países en conflicto, que pagaban precios más altos, a pesar de la prohibición del gobierno, provocando un desabastecimiento de productos de primera necesidad en Granada, en la represión de las protestas resultaron muertas dos personas por heridas de bala, (un estudiante de la universidad en la calle y una señora que se encontraba en su casa a la que mató una bala rebotada) a manos de la guardia civil del puesto de Santafe .

Fruto del anterior acuerdo municipal, fue el encargo al escultor Juan Cristóbal de la realización del monumento a Ángel Ganivet en el bosque de la Alhambra, que es lugar donde se encuentra en la actualidad. 

A raíz del descubrimiento de la tumba, en 1920, es cuando se intensifican las reivindicaciones de periodistas granadinos influyentes del diario la Vanguardia como “Fabián Vidal”, quienes estuvieron pendientes del traslado de los restos.

El último día de los festejos del Corpus de 1924, domingo 30 de mayo, se descubrió una placa en la Fuente del Avellano, al que asistieron los miembros de la famosa Cofradía del  Avellano.

El día 3 de octubre de 1921 se inaugura el actual monumento a Ganivet en el bosque de la Alhambra al que asisten, entre otros, Natalio Rivas, el vicepresidente del Centro Artístico Gallego Burín quien leyó unas palabras de Francos Rodríguez y de algunos insignes ausentes. El notario y poeta Nicolás María López, recitó también varios poemas en representación de la denominada Cofradía del Avellano (grupo de intelectuales granadinos fundada entre otros por el propio Ganivet) y que se reunía en algunas ocasiones en la famosa fuente del Avellano en las faldas de la Alhambra. 

Las crónicas hablan de una magnífica tarde de otoño, de la ofrenda al monumento de flores recién cortadas en los jardines de la Alhambra y en los cármenes del Albaicín. 

Después de unas breves palabras del alcalde de Granada, cerró el acto Natalio Rivas  exhortando al alcalde, con unas sentidas palabras, a honrar la memoria de los muertos ilustres.

El monumento fue realizado por el escultor almeriense Juan Cristóbal González Quesada. En su infancia había sido botones del Centro Artístico, amigo de García Lorca, protegido de Natalio Rivas y de los que se daban cita en la taberna del padre de Ángel Barrios, llamada Polinario. Incluso se conserva una carta fechada en septiembre de 1917, firmada por el propio Lorca, en que varios socios del Centro Artístico, solicitan a la Diputación una ampliación en la ayuda para los estudios  del escultor.

Es posible que influyera en la mente del escultor y su inspiración algún tipo de relación entre la figura del macho cabrío de la escultura que se encuentra en los jardines de la Alhambra y el poema de Lorca fechado en 1919 titulado:”El macho cabrío”. También se baraja que parte del grupo escultórico, como es el busto de piedra de Ganivet distinto al otro que está realizado en bronce, pudiera ser el originariamente concebido para el Paseo de los Tristes y después se añadiera  al del macho cabrío realizado en bronce. 

Posteriormente, el 30 de octubre de ese 1920, el Ayuntamiento de la ciudad se dirige al Ministro de Estado (Asuntos Exteriores) para pedir autorización del traslado de los restos desde Riga. En otras noticias se afirma que el Ayuntamiento correría con los gastos del traslado.

El traslado desde Letonia

En un primer momento, el Ayuntamiento pensó que los restos podrían llegar por vía marítima al puerto de Almería procedentes de Riga, pero esa opción se descartó y se prefirió que fueran trasladados desde Riga al puerto francés de El Havre.

El 18 de marzo de 1925 los restos llegaron el Havre a bordo del vapor Tíber. Fueron recibidos por el embajador de España en Francia, José María Cubas (amigo personal de Ganivet).

Realizados los trámites pertinentes en Francia, se hizo el traslado por territorio francés.

El 26 de marzo los restos llegaron a Hendaya, donde fueron recibidos por el hijo del insigne personaje y trasladados por carretera a Irún, para quedar depositados en su Ayuntamiento a la espera de su traslado por ferrocarril a Madrid.

Durante esos días se realizaron diversos homenajes en Madrid y Zaragoza para recordar a Ganivet.

El día 28 llegan a Madrid en el expreso del norte procedente de Irún. En la estación los esperaban autoridades, el representante del Ayuntamiento de Granada, concejal señor Galdo, y una representación granadina: Natalio Rivas, Tovar, Ángel Barrios, Rodríguez Acosta, Góngora, “Fabián Vidal” etc. También estaban Gregorio Marañón, Jiménez de Asua, y el escultor Juan Cristóbal (autor de su monumento). El féretro venía envuelto en un gran bandera nacional y precintado por las autoridades estonias, los sellos se rompieron a su llegada a Granada.

El séquito

Llegados los restos a  Madrid, el séquito se puso en marcha precedido por una sección de la Guardia Municipal. La banda municipal interpretaba la marcha fúnebre de Chopin. Fue conducido a hombros de estudiantes como Antonio Garrigues. En la comitiva iba el hijo de Ganivet, Ángel (de 29 años), la hermana de Ganivet, Josefa, y sus sobrinos.

Llegaron a las 12 de la mañana a la Universidad Central. A las cuatro se celebró la sesión necrológica en la que intervinieron con sus discursos los señores Garrigues, Jiménez de Asúa, Rodríguez de Viguri, Baldomero Argente, Gregorio Marañón, Américo Castro, Eugenio D´Dors, Gómez de Baquero, conde de las Infantas y doctor Carracido.

Terminado ese acto, el féretro se trasladó por las calles de Madrid a hombros de los estudiantes hasta la estación del Mediodía. El público se agolpaba a lo largo del itinerario para ver pasar los restos  del insigne personaje. 

La comitiva iba precedida por la guardia municipal a caballo, recorriendo S. Bernardo, Preciados, Plaza de Callao, Gran Vía, Alcalá, Paseo del Prado y Botánico. En el andén se repartió una carta de Miguel de Unamuno en la que se elogiaba a Ganivet. El féretro fue cargado en un furgón que se uniría al tren correo de Andalucía.

La Comisión Organizadora para el traslado de los restos desde Madrid a Granada, estaba compuesta por Eduardo Marquina, Baldomero Argente, Tovar, Fajardo y Federico García Lorca. Esta Comisión acompañó al féretro hasta Granada en el mismo tren, para seguir con los actos de homenaje que se celebraron en la ciudad. Nuestro poeta García Lorca, en su calidad de miembro de la Comisión del homenaje, asistió a todos los actos que se realizaron, y fue denominado por Gallego Burin: “como uno de los escuderos de Ganivet en su homenaje.”

El ataúd envuelto en las banderas de las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras llegó a las cuatro de la tarde del día 29 a la ciudad de Granada. Los estudiantes condujeron el féretro por la plaza del Triunfo, San Juan de Dios, San Jerónimo y el Paraninfo de la Universidad. Fue oficiado un responso por el sacerdote y catedrático Juan Herrera. La banda municipal que los acompañaba era la encargada de interpretar marchas fúnebres.

El gentío era enorme. Estuvo avisado por numerosos boletines informativos y colocados en las calles principales desde primera hora de la mañana.

La comitiva que acompañaba al féretro,  encabezada por el Gobernador Civil, Alcalde y Comisión Organizadora del homenaje, se dirigió al Ayuntamiento por las calles Escuelas, Mesones, Puerta Real, Reyes Católicos y Plaza del Carmen en cuyo salón de plenos quedó instalada la capilla ardiente por la que desfilaron millares de granadinos, como queda patente en la foto de la época que se reproduce. Estudiantes e intelectuales velaron toda la noche los restos mortales.

A las doce de la mañana del día 30 de marzo partió el cortejo camino del cementerio. Las calles eran un hervidero de gente que quería dar el último adiós a su insigne paisano, las escuelas no se abrieron y el comercio permaneció cerrado en señal de respeto.

La comitiva recorrió las calles Reyes Católicos, Plaza Nueva, Cuesta de Gomérez, bosque de la Alhambra y paseo central de la misma. Al llegar a su monumento, se hizo un alto mientras sonaba la campana de la torre de la Vela. Se depositaron flores por parte de escolares. El malogrado Constantino Ruiz Carnero, director del diario El defensor de Granada fusilado en Granada en 1936 y amigo de García Lorca, fue el encargado de pronunciar un discurso necrológico junto con el director del Centro Artístico, Guillermo Sánchez Aguilera. El estudiante de Derecho, José López, declamó una magnífica poesía.

El séquito fue presidido por el Rector de la Universidad, la Comisión Organizadora, y las autoridades provinciales y del Ayuntamiento, mientras sonaba la marcha fúnebre de Chopin. Lo cerraba una multitud de coches con coronas de flores, y una formación de aviones del aeródromo de Armilla que lo sobrevolaba.

Una vez en el cementerio municipal de San José, el capellán entonó un responso. Se procedió al acto de quitar los sellos y abrir el féretro en una fosa del primer patio, donde se proyectó la construcción de un mausoleo encargado al escultor Juan Cristóbal. Pasados 99 años de aquella fecha aún está pendiente de realizar, como recordaba Moreno Casado un periodista del diario ABC en 1965 tampoco lo creyó necesario la comisión creada con motivo del centenario de su nacimiento.

Una sencilla tumba de mármol y la modesta lápida que trajeron de su sepultura de Riga es la que se colocaría  a los pies de la tumba actual. La ciudad se olvidó así de uno de sus grandes figuras, la deuda con Ganivet por parte de Granada sigue pendiente.

Si habría pequeñisimos y sentidos homenajes, en algunas ocasiones en su tumba se podía ver  un clavel rojo solitario, puesto ahí por una persona que admiraba profundamente al pensador, ese admirador era mi padre.
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