Zarabanda

La fábula de los ciegos

"Humanidad de ciegos, como el cuadro de Brueghel. El más ciego de todos conduce a los demás y todos van cayendo al mismo precipicio". Escribí hace ya doce años en mi poemario "Brisas y briznas".

Me reafirmo en lo escrito, y compruebo, con pena, que a la ceguera de quienes nos dirigen se suman la torpeza y la crueldad. Ceguera de alma y de mente, que nada tiene que ver con la de los invidentes, que nos aporta luz.

Conocí el cuadro cuando estudiaba el bachillerato y me impresionó. Desde entonces he tenido presente esa alegoría, esa metáfora del gran pintor flamenco. Seguir a ciegas a quien ve menos que tú, en lugar de utilizar nuestros propios medios, nuestra inteligencia, nuestros bastones, para sortear los peligros que nos trae la vida, nos conduce al desastre.

Pieter Brueghel el Viejo, nacido hacia 1526 en Breda o Breugel, pintó la escena cuando había llegado a la cúspide de su creación artística, con 42 años, en 1568. 

Fue un año difícil en Flandes, tras la crisis política iniciada en 1564 por buscar una mayor autonomía, llegó la represión del Duque de Alba y las decapitaciones de los condes Egmont y Horm, el 5 de junio. Es posible que estos hechos indujeran a este "hombre tranquilo, sabio y discreto" (Carel von Mandel) a plasmar sátira tan cruel.

La tituló "La parábola de los ciegos" ("De parabel der blinden", en neerlandés). Después se llamó tambien "La ceguera". Se encuentra en el Museo Nacional de Capodimonte (Nápoles) y es una de sus mejores obras. Fue su testamento vital, murió al año siguiente, en 1569.

Se inspiró en una parábola bíblica (Mateo 15.14):

"Dejadlos -dice Cristo- son ciegos que guian a ciegos y si un ciego guia a otro ciego, los dos caerán en el hoyo"

En el cuadro son seis los ciegos. Andan vacilantes, sin usar los bastones, apoyados uno en el otro. El primero, el guia, ya ha caido, en este caso en el rio, donde flota el instrumento que tañía, una zanfoña medieval parece. El que le sigue mira, sin ojos, asustado, mientras pierde pie. Los demás avanzan, temerosos, tanteando. Solo el sexto, ignorante del peligro, parece tranquilo y confiado. Sus tipos de ceguera son distintos, como diferentes son los hombres cegados. Forman una procesión tristemente tragicómica. Una danza de la muerte que induce a la risa y al llanto. Son símbolos de quienes se dejan engañar y caen en el error.

La escena, naturalista, se representa en un espacio real, Sint Anna Pede, hoy distrito de Dilbeak (Brabante, Bélgica). El rio es el arroyo Pedebeek, que dio nombre al pueblo. Se ven sus casas, y su iglesia en el centro, el agudo chapitel de su torre parece unir cielo y tierra. Es otoño. Hay árboles que han perdido las hojas, otros empiezan a amarillear, la hierba entreverdea, el rio fluye, los iris florecen y en lo alto las aves migratorias se dirigen a sus hogares de invierno. Todo es paz en esta naturaleza tan real, tan ajena a la tragedia humana.

"Somos los hijos de Prometeo, los depositarios y continuadores de la creación, nos hemos puesto.a remodelar el universo y, en caso de que hubiera sobre nuestras cabezas un Creador Supremo, nos mereceríamos su orgullo, tanto como su ira"( Amin Maaluf. "El desastre del mundo")

Es terrible el mundo en que vivimos y perversa la actuación de muchos hombres, que parece invitar a los dioses a que envien un nuevo diluvio o lancen fuego y azufre sobre las nuevas Sodomas, como hizo Jahve, por no encontrar en la bíblica ni diez hombres justos.

"Finalmente Abraham dijo: ¿qué pasará si solo encuentras diez justos? Y el Señor contestó: no la destruiré para salvar a esos diez".

Ante las difíciles circunstancias que estamos viviendo en España, conducida por personajes cegados por la prepotencia y las ansias de poder, hoy, 15 de noviembre de 2023, me pregunto: 

¿No habrá entre los diputados y diputadas del PSOE diez hombres justos, que nos libren de la caída?