Vivimos en un mundo interconectado, donde nacen preguntas que son fundamentales en cuanto a la universalidad de los valores y los sistemas de gobierno. ¿Realmente un único enfoque puede servir para todos? Definitivamente no hay una respuesta tan clara como nos gustaría.
¿Pueden políticas encajar del mismo modo en Arabia Saudí, que en Suecia? ¿Se pueden entonces considerar los derechos humanos, una norma efectiva en cualquier lugar? Una vez más las respuestas resultan ambiguas…
Y la cuestión: lo que es factible en un territorio, puede ser un inconveniente en otro. Las normas universales suenan bien en la teoría, pero en la práctica estamos viendo como estas normas son desafiadas por los valores culturales y las tradiciones.
Es por ello que la diversidad cultural si no tiene un enfoque adecuado, genera tensiones y choques. ¿Todos los Países valen para todas las culturas?
En este sentido, creo que hasta la persona más idealista puede reconocer que, a pesar de lo valiosa que es la diversidad cultural, no resulta óptimo en lugares donde una multitud de culturas, sin comprensión mutua ni diálogo efectivo acaba generando hostilidad en el país.
Éstos conflictos culturales surgen en el momento que las diferencias son tan notables que impiden la cohesión social. Habría que plantearse hasta qué punto es sostenible, la diversidad cultural dentro de un solo país y si realmente se pueden encontrar soluciones que permitan una convivencia en armonía, o de lo contrario asumir que no todos los países valen para todas las culturas.
