El Obserevador

En mi nombre no

Por fin el sátrapa ha dado la cara. Llevaba semanas urdiendo en la sombra el pacto que le va a permitir seguir en la Moncloa algunas semanas, o meses o -en el peor de los casos para el país- años. Son semanas de vergüenza democrática, de negociaciones con los herederos de los asesinos etarras, de reuniones con ellos, de firmas y acuerdos alcanzados con una desfachatez que ni el peor presidente (hasta ahora) de nuestra historia, Zapatero, había osado.

Pero si esto es bochornoso, no lo es menos la servidumbre con que está sometiendo la gobernabilidad del país a un delincuente huido de la justicia. 

Hagamos hincapié en lo que esto significa, aunque de tanto oírlo la sociedad española lo ha empezado a asumir con una peligrosa naturalidad. Amnistía, referéndum, devolución de sanciones económicas, forzar la Constitución, humillar al Tribunal Supremo y a los jueces, cercenar la labor del Parlamento, sumir a España en el descrédito internacional... Ahora sabemos que todo ello lo hace en nombre de España -Sánchez dixit- y en medio del aplauso lanar de un comité hecho a su imagen y semejanza. Esta es la razón que aduce el candidato y, en el colmo del cinismo, lo justifica: “Tenemos que hacer de la necesidad virtud”, explica.

Es, sin duda,  la primera verdad que dice en la legislatura. Necesito los votos y hago lo que sea para tenerlos. Y le aplauden, sin darse cuenta de que hoy lo que necesita es esto, pero mañana puede ser cualquier otra felonía que volverá a justificar haciendo de la necesidad virtud.

La degradación moral a la que está llevando la política española este sujeto tiene una consecuencia muy peligrosa, el ciudadano perderá las referencias éticas que se supone deben significar las personas que están al frente de las instituciones. Pero si esas personas son las que ignoran la ley, la retuercen y se la saltan, se está abriendo una puerta y haciendo una invitación a que cualquier ciudadano pueda verse tentado a hacer lo mismo. En un país en el que se derrumba el imperio de la ley, el panorama empieza a ser muy sombrío.

Luis Aznar Fernández 

Ex secretario primero del Senado