Zarabanda

El más bello Cantar

María Pilar Cavero Montori
photo_camera María Pilar Cavero Montori

Con dolor, entre ruinas; con olor a sangre derramada y miembros amputados; sintiendo la pena de quienes se quedan sin hogar, de los que tienen que abandonar su país, dejando en él sus corazones, llegamos a un nuevo solsticio de invierno, a una nueva Navidad. En el occidente cristiano, en casas lujosas, confortables o humildes, junto a belenes y árboles navideños, cantaremos a un niño que nació en un pesebre, sin manta con la que arroparse, calentado tan sólo por el aliento de un buey y una mula, en un pueblecito llamado Belén, en tierras de Judea y Palestina. A María, a punto de dar a luz, y a José, sus padres, nadie quiso darles cobijo. Los ángeles cantaron a ese niño llamado Emmanuel, que era Dios hecho hombre, al niñito Jesús:

"Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad" (Lucas, 2.14).

Hoy sus voces no se escucharían, lo impedirían el estruendo de bombas y misiles, y los lamentos y gritos de las víctimas. Por eso han huido, y ya no hay canciones.

Siglos antes que ellos, otras voces brotaron por aquellos lugares, que eran de promisión, de leche y miel, llamados Canaán, la Tierra Prometida. Eran sones de poetas que cantaban los amores del rey Salomón y de la hija del faraón. Ese "adorable y prodigioso cántico" (Jorge Guillén), que se llamó "El Cantar de los Cantares", se compuso entre los siglos V y IV a.C., mucho después de que el rey hubiera muerto (Salomón reinó en Israel del 970 al 931 a.C.), en su entramado había antiguos poemas egipcios y mesopotámicos. Pero en su primer versículo a él se le atribuye, quizás por componer alguno:"Cantar de los Cantares, el cual es de Salomón" (I,1)

El "Cantar", "Shir hashirim" en hebreo, es un largo poema de 117 versículos, recogido en un breve libro del "Ketuvim", dentro del "Tanaj" (Antiguo Testamento). Un poema que es luz, dulzura, amor, pasión, disfrute y placer. Todo lo que hoy falta en esas tierras, llenas de sombras, amargura, odio y dolor.

Hace diez años, en 2013, en circunstancias difíciles de mi vida y en un mundo convulso, cuarenta y cinco conflictos bélicos en tres continentes, después de releer, cómo bálsamo, el "Cantar", compuse este breve poema:

EL CANTAR 

"Hanse mostrado las flores en la tierra,

el tiempo de la canción es venido"

("Cantar de los Cantares" 2,10)

 

¿A dónde fueron aquellas palabras

del más bello Cantar?

 

¿A dónde, aquellas manos

que "gotearon" mirra?

 

("Policromía")

Hoy, en 2023, son más los conflictos activos, se cuentan hasta cincuenta y seis, y una vez más la guerra ha llegado a Europa y a nuestro "Mare Nostrum". Anegados de sangre y de tristeza, hay pueblos que antes fueron hermanos. La maldad y el odio circulan sin freno.

"Mala gente que camina.

y va apestando la Tierra..."

(Antonio Machado)

 

Vuelvo a consolarme con las sabias, gustosas y nutricias palabras del "Cantar". Saboreo cada sílaba y cada verso de ese excelso poema, que a tantos poetas, a tantos místicos y a tantos amantes ha inspirado.

A mediados del siglo XVI, fray Luis de León, hijo de judio converso, el abogado Lope de León, y de madre cristiana, lo tradujo del original hebreo a la lengua vulgar, el castellano, lo que le llevaría a la cárcel de la Inquisición en Valladolid. Cuidó

cada sílaba, mimó cada verso, "para captar la profundidad y la pluralidad del sonido de las palabras, a fin de que en ellas resuenen los significados más abiertos, que transmitan las más variadas vivencias" (Víctor García de la Concha), "convencido de que cuanto más penetramos la experiencia humana, mejor comprendemos el sentido alegórico espiritual que se oculta en los versos" (Jorge Guillén). Este significado espiritual, junto a la belleza del texto, captó y dio aliento a nuestros más grandes poetas y místicos, al citado fray Luís, a Teresa de Jesús y a Juan de la Cruz. Los dos últimos también hijos de padres judeoconversos, comerciantes en sedas, y de madres, cristiana y noble, Teresa, y morisca y pobre, Juan. 

Este frailecillo, patrono de los poetas en lengua castellana, y uno de los más sublimes, que "voló tan alto tan alto/ que le dio a la caza alcance", encierra y atesora dentro de sí la esencia de lo hispano: morisco, judío y santo católico. Comparte los saberes de las tres religiones del Libro, la judía, la cristiana y la musulmana, hoy otra vez cruelmente enfrentadas.

Estas navidades, mientras saboreo un mazapán y paladeo una copa de buen vino, volveré a degustar las palabras del más bello "Cantar":

"¡Oh, sí él me besara con besos de su boca

porque mejores son sus amores que el vino!" (I,2).

"Fuerte es el amor como la muerte,

sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama" (8,6).

"Las muchas aguas no podrán apagar el amor,/

ni lo ahogarán los ríos" (8,7).

Qué así sea, qué ni las aguas, ni el fuego, ni el odio, ni las guerras apaguen el amor.