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El declive del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas

La cultura no escapa al declive cuando las sociedades retroceden y los ejemplos son numerosos; uno de esos casos, de descenso y debilitación, lo encontramos en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en tiempos atrás, una institución avanzada en cuanto a sus propósitos y con claros y cumplidos objetivos. Creada gracias al impulso de la periodista y promotora artística Sofia Imber (1929-2017) nacida en Moldavia y venezolana de corazón, la vida profesional de esta mujer “intransigente”, como la denominaron quienes la conocieron, ha hecho historia. De tal modo que las consecuencias de su brillante apuesta por el arte contemporáneo, afectaron positivamente a un considerable ámbito de la produción artística hispanoamericana de las recientes décadas; y esa sería una de las principales razones, unida a otras muchas  facetas que enriquecen su personalidad, que llevan a no olvidarla y a revisitar su biografía, unida a la memoria del MACC. No sería posible la existencia del museo sin la presencia de Sofía Imber, visible, antes y desde el momento en que la institución abre sus puertas, en 1974, simbolizada la vocación de vanguardia en las primeras acciones inaugurales a través de las obras de los artistas Jesús Soto y Carlos Cruz Diez; acompañados de una representación internacional, en la que se incluían creaciones de Adami, Botero, Pistoletto, Telémaque, Larry Rivers, Spadari o Richard Smith. Las actividades iniciales constituyeron una ilusionante etapa, acompasadas en los espacios  del edificio de nueva planta diseñado por Nicolas Sidorkovs, en Parque Central. En el futuro, la naciente colección con vocación permanente se irá enriqueciendo con nuevas aportaciones; depósitos y compras y no solamente de artistas y coleccionistas  venezolanos, entre los que se incluyó oportunamente obra de la escultora Marisol Escobar próxima a los artistas pop  americanos, y amiga de Andy Warhol.

En las siguientes décadas el museo se consolida como uno de los focos de mayor irradiación artística e influencia en el continente suramericano y el nombre de Sofía Imber se añade al de la institución que pasará a denominarse, durante unos años Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber (MACCSI). 

Sus logros en la gestión, así como la sagaz visión para detectar lo que era preciso para que el museo fuese el reflejo de la vanguardia del país o la forma de ampliación de las colecciones, constituyeron una ejemplar referencia para otros centros internacionales  y aunque el proceso evolutivo está estrechamente ligado a Imber, a su contribución y dirección, en 2001, el entonces presidente de Venezuela Hugo Chavez la destituyó de su puesto. Y todo este recuerdo viene a colación, porque el museo ha ido empeorando en su valores y desde hace años está pasando por momentos de extremas dificultades, viviendo situaciones complicadas y persistentes, que hacen imposible su cometido. No resulta extraño dadas las circunstancias que viene atravesando el país venezolano; con falta de presupuesto y la desmoralización de su personal que fue escaseando, sus funciones mermaron progresivamente; los espacios se fueron deteriorando y las condiciones que todo museo debe ostentar para garantizar el cumplimiento de su fines se han agravado ostensiblemente. 

Su colección extraordinariamente valiosa, en extenso número  de obras y alcance de artistas marcó desde los primeros momentos el sentido de la institución y su vocación a favor del arte contemporáneo venezolano, americano y europeo. Picasso, Matisse, Kandinsky, Mondrian, Braque, Miro, Giacometti, Krasner, Saint Phalle, Tamayo, Dalí, Warhol, Bacon o Reveron, son una mínima parte de los nombres que se incluyen en sus fondos, junto a una nutrida  representación del arte cinético venezolano. Sin olvidar el pasado brillante que acompaña la historia del MACC, en los últimos tiempos y desde diferentes foros internacionales se han lanzado mensajes de alerta ante la situación que padece este museo herido en sus raíces.