Senciallamente irresistibles

Constituciones y cuentos

Cuando nació, allá por la Francia de 1632, ya tenía dos dientes, quizás para agarrarse a la corona con la máxima fuerza posible. 

Era soberbio, despótico y tan absolutista que  se le conoció como Rey Sol porque igual que el astro, fue el centro de todo, el todo de todo, el Estado en su totalidad, ya que así Dios se lo había encomendado. 

Y también muy cochinote. Jamás se bañaba, el agua no le tocaba nuca, así que los piojos y las chinches le acompañaron multitudinariamente, ejerciendo a tope de leales súbditos, aunque repugnantes en ese Versalles de cortesanos que recreo.

Y hablando de repugnancias, curiosamente en este momento de traiciones, anacronismos, mentiras, falsedades y ridiculeces constitucionales, una plaga de chinches que como los del el rey Sol Luis xlv proceden de Francia, nos invade. 

El tema es que mientras una virginal princesa de cuento jura lealtad a la Constitución el presidente Solchez , que no ha necesitado a Dios para estar por encima de la ley, porque camina a su lado como si nada, sin despeinarse. Se proyecta hacia una traición anunciada (y esto no es un cuento), va a pisotearla, a pincharla sin piedad como un globo, porque necesita siete votos para perpetuarse en el poder, en el Falcon, en las historietas del abuelo cebolleta retransmitidas por todos los Medios y canales de TV (la economía va como un tiro, la pandemia se gestionó impresionantemente bien, las leyes son lo de menos por el aquel del decretazo y etc. etc.). Y también en las ocurrencias peregrinas y en la peregrinación de inmigrantes, mejor dicho invasión programada. 

Que farsa hemos vivido con el juramento principesco! pero muy vistosa y entretenida, eso sí (nos faltaron las palomitas). 

La realidad descarnada, quitando el baño de chocolate del seremos felices, nos deja ver que tendremos anticonstitucional amnistía y consiguientemente investidura. Que votar una cosa u otra en las urnas no vale para nada, y que piojos y chinches nos acompañaran unas legislaturas más convertidos en minimistros y ministresas.

Tendremos lo que Él quiera que tengamos, porque los dictadores, aunque ejerzan de sepultureros y se disfracen de demócratas, dictadores se quedan.

Y no olvidemos mientras nos rascamos, que a lo mejor Solchez, no nació con dos dientes, pero si lo hizo, al menos metafóricamente, con dos colmillos muy, muy retorcidos. 

¡A ver quién es el odontólogo que se atreve a corregirle la mordida!