Zarabanda

Amor y Naturaleza

En estos aciagos días en los que gran parte del mundo se desangra y España se descoyunta, en los que el odio se impone al amor, el fanatismo a la razón, la vileza a la integridad, la cobardía al valor, la mentira a la verdad, la arrogancia a la humildad, la tiranía a la libertad, la guerra a la paz, busco mi consuelo en el afecto y la amistad, en la naturaleza, en la música y la poesía, en el arte y en la belleza.

Necesito tomar impulso cada mañana para afrontar otro día que vislumbro tan negro como el anterior. Abro el balcón y aspiro el aire frío del amanecer, a veces cargado de niebla, escucho la sinfonía que los mirlos me envían desde las ramas sonoras de los álamos y dejo el pan de cada día a los gorriones. Después vuelvo al salón, al aroma del café y al calor de mi casa vacía. Busco en el estante de mis poetas más queridos a mi Federico y con él a mi lado y una taza llena del líquido negro, espeso y colombiano, que sorbo lentamente, inicio acompañada una nueva jornada. El azar me conduce a sus "Sonetos del amor oscuro". Sus versos asaltan mi mirada, horadan mi pecho y mi cerebro, mientras el café me reconforta. 

   ¡Ay voz secreta del amor oscuro!

   ¡Ay balido sin lanas! ¡Ay herida!

   ¡Ay aguja de hiel, camelia hundida!

   ¡Ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

   (...) apiádate de mí ¡rompe mi duelo!

   ¡Que soy amor, que soy naturaleza!

Llena de él, cierro con pena el poemario. No puedo dejar de pensar que meses después en una España dividida, como la de ahora, y en guerra, sería asesinado.

Luego abro mi móvil, mientras endulzo mi boca con un dátil, y busco el placer en las imágenes barrocas que Gian Lorenzo Bernini me ofrece. Es el grupo escultórico de Apolo y Dafne (1625) de la Galería Borghese de Roma, quizás su mejor obra. También en ella está el amor y la naturaleza. El amor, en el dios; la naturaleza, en la ninfa Dafne, cuyo nombre en griego significa laurel. 

El mito que representan tiene su origen en el siglo III a.C. El poeta romano Ovidio (43 a.C.- 17 d.C.) lo recoge en sus "Metamorfosis". Nos cuenta que el dios Apolo, enamorado de la ninfa, la persigue, y ella que no lo quiere huye. "El viento desnudaba su cuerpo, soplos contrarios agitan su vestido y la brisa hace retroceder su cabello en movimiento. El perseguidor, al que las alas del amor ayudaban, es más rápido y alcanza la espalda de la fugitiva" (Ovidio). Ella, asustada, pide ayuda a su padre el dios río Peneo que para evitar que Apolo la posea la convierte en laurel. "Una delgada corteza ciñe su tierno pecho, sus cabellos crecen como hojas, sus brazos como ramas, sus pies hace poco tan rápidos se adhieren a la tierra como raíces. Febo (Apolo), desesperado, abraza las ramas y da besos a la madera. Ya que no puedes ser mi esposa -le dice- al menos serás mi árbol. Siempre te tendrá mi cabellera, te tendrá mi cítara, oh laurel, y te tendrá mi carcaj. Tú acompañarás a los caudillos latinos cuando voces alegres canten sus mitos" (Ovidio).

El laurel será el árbol que representa a Apolo y con sus ramas y hojas corona su cabeza y las de los triunfadores y los poetas. 

La venganza del dios Eros o Cupido, el dios del amor, que se representa como un niño alado con un arco y unas flechas, es la causante de los sucesos que cuenta el mito. Ofendido porque Apolo, un hábil arquero, se burla de él por sus pequeñas flechas y su mala puntería, le clava la flecha de oro del amor, mientras que a Dafne la hiere con la de plomo del desamor, por lo que la pasión del dios no puede verse correspondida, a pesar de su atractivo y su hermosura. Apolo es el dios de la belleza, de las artes, de la poesía, de la música y se asimila al mismo sol.

Enamorado del laurel en que se transforma su amada, y que será su símbolo, lo dotará de cualidades excepcionales. Será fuente de inspiración poética, gozará del don de la inmortalidad y de la eterna juventud, sus hojas siempre estarán verdes, purificará cuerpos y almas y propiciará sueños premonitorios. Apolo o Febo, su otro nombre, fusiona el amor a la esencia femenina con el amor a la naturaleza, encarnada en la belleza y las cualidades de un laurel.

La interpretación que hace Bernini del momento en que el milagro de la transformación se produce es de las más hermosas y significativas de la historia del arte. El grupo escultórico, con influencia helenística, es un modelo de equilibrio y dinamismo. Ella parece volar mientras él la alcanza y la atrae hacia sí con fuerza y con dulzura, sujetándola por el vientre. Parece escucharse el grito de Dafne ante la pasión del dios y vemos cómo su desnudo cuerpo se transforma en leñoso tronco, brotan hojas de sus cabellos al viento, sus brazos se transforman en ramas y sus pies en raíces.

Devuelvo a su estante "los sonetos del amor oscuro" de mi Federico (Federico Garcia Lorca), apago en mi móvil la escena de ese amor contrariado y salgo al patio. Mi laurel muestra su brillante verdor entre los árboles desnudos, mientras un rayo de sol lo acaricia. Me acerco a él, lo huelo, lo acaricio, abrazo su tronco, y recuerdo un poema que hace años le compuse y que transcribo en prosa: 

"Tras el laurel en flor, me encontré con tu rostro y tu intensa mirada. Hijo de Leto -dije- no soy Dafne, ni Driope, tampoco soy Pitón, no me lances tus flechas. Desde niña admiré tu belleza, tu seducción me atrajo, y me encantó la música que cada primavera rebrota de tu lira, la de las siete cuerdas y las siete vocales".

Envuelta en este círculo mágico, me olvido por un tiempo del terrible mundo en que vivimos y de todas sus miserias, y repito con el poeta: "que soy amor, que soy naturaleza".

Después arranco una rama del laurel, es bueno contra la polilla y muy bueno, cuando está seco, para guisos y sopas. Y sigo con mi vida.