A Volapié

Acerca de la estabilidad presupuestaria

Voy a tratar de explicar por qué la estabilidad presupuestaria es necesaria si queremos prosperidad y que las cuentas públicas sean sostenibles.

Desde que llegó P. Sánchez hemos abandonado la política de estabilidad presupuestaria de la que gozamos desde que entramos en el Euro hasta 2007, así como en menor medida a lo largo de los años 2014 a 2018. Esta política suele generar un mayor crecimiento, más empleo sostenible, menores desigualdades, menos déficit público, y un menor endeudamiento relativo. 

Nos han vendido que primar lo público a costa de lo privado es bueno en interés de la justicia social, lo cual no es cierto, como veremos. Para aumentar el gasto social, hay que eliminar el corsé de impuestos y regulaciones que asfixia a la economía para que esta crezca a un nivel cercano a su potencial. 

Evolución del endeudamiento y del PIB (fuente Datosmacro.com)
  2010 2023 %
Deuda pública millardos 649 1.573 142
PIB millardos 1.072 1.462 36
Deuda per cápita euros 13.910 32.386 131
PIB per cápita euros 23.040 30.320 30

 

En la tabla vemos que durante los últimos quince años la deuda pública se ha disparado mientras que el PIB apenas ha crecido. A la vista de estos datos, parece evidente que el abuso del gasto público apenas produce crecimiento, es un gasto ineficaz e ineficiente, que genera poca riqueza y mucha deuda.

El sobreendeudamiento actual sólo beneficia a los políticos y a su red clientelar. Si esto no fuera así, no tendríamos además el paro (11,6%) y la pobreza (20%) que padecemos en 2024. Tampoco habríamos retrocedido diez puntos porcentuales respecto de la media de renta per cápita europea. 

La deuda, tanto en el mundo empresarial como en el público, es necesaria y beneficiosa si se toma con moderación, o en momentos puntuales de grave crisis. Cuando estas quedan atrás, se debe reducir la deuda y el déficit a niveles moderados.

Vamos a analizar los niveles de déficit y deuda actuales y ver si son sostenibles. Por definición, la deuda pública es mucha o poca, no en función de la cantidad, sino de si se generan recursos propios suficientes para hacerle frente.

Los ingresos del Estado se componen de: ingresos corrientes, ingresos de capital e ingresos financieros.

Ingresos corrientes: impuestos directos e indirectos, tasas y precios públicos. 

Ingresos de capital: transferencias de capital recibidas, venta de inversiones reales.

Ingresos financieros: rendimientos, desinversiones de activos financieros, emisiones de deuda pública a corto, medio y largo plazo. 

Los gastos del Estado se componen de: gastos corrientes, gastos de capital y gastos por operaciones financieras.

Gastos corrientes: gastos de personal, gastos en bienes y servicios, transferencias corrientes realizadas.

Gastos de capital: inversiones en bienes reales, transferencias de capital realizadas.

Gastos de operaciones financieras: el pago de intereses de la deuda, la inversión en activos financieros, la devolución de deuda pública.

Cuatro años después del COVID, y bajo una lluvia de millones provenientes de Europa, nos dice el gobierno que un déficit del 3,66% en 2023 es un éxito. Lo mismo dice de un endeudamiento público que roza el 110% del PIB. Estos datos obtenidos en un entorno de expansión económica me parecen negativos. 

La ratio Deuda/PIB tiene su utilidad como es lógico, pero es insuficiente. Adicionalmente conviene analizar si el servicio de la deuda (el pago de los intereses y de la deuda que vence en el año) es sostenible o soportable por las finanzas del estado.

Lo primero que tenemos que analizar es el Ahorro Bruto o Superávit Primario. Se calcula restando los gastos corrientes (sin contar los gastos financieros) a los ingresos corrientes. En las fases de expansión económica debe ser siempre positivo y debe exceder el importe a pagar en intereses y comisiones de la deuda pública. 

Pues bien, según los presupuestos generales del estado consolidados, desde 2014 hasta el 2019 el Superávit Primario fue de 15 millardos anuales de media, es decir la mitad de los gastos financieros, lo cual es insuficiente. M. Rajoy recibió una herencia envenenada, pero podía haber hecho más. Creo que no merece un aprobado. 

Con P. Sánchez estamos aún peor. Dejando de lado los ejercicios 2020 y 2021, por ser excepcionales, en 2022 y 2023, el gobierno actual ha generado un Déficit Primario de 9.000 millones y 2.700 millones respectivamente. Esto quiere decir que el Estado está pagando los gastos financieros con deuda adicional, lo cual es una muy mala noticia.

Lo segundo que hay que ver es el Déficit No Financiero, es decir el Déficit después de restarle las operaciones de capital al Déficit Primario. La media para los años 2014 a 2018 fue de 35 millardos por año. Pues bien, ¡en 2022 y 2023, P. Sánchez nos ha regalado un descuadre de 66 millardos al año!

Podemos entonces decir objetivamente que la gestión presupuestaria del actual gobierno no es un éxito, a la luz de los siguientes hechos:

  • Deuda per cápita: crece mucho más rápidamente que la renta per cápita, por primera vez en la historia en 2023 la primera supera a la segunda.
  • Endeudamiento: desde el 2013 no hemos sido capaces de reducir la ratio Deuda/PIB por debajo del 110%. Se ha conseguido apenas en 2023 gracias a que no se ha deflactado la tarifa del IRPF y a la lluvia de millones recibida de Europa. Es un pequeño éxito fruto en gran medida del dopaje.
  • Déficit: situación bastante vulnerable dado el déficit primario del Estado, imaginen cuando llegue la próxima contracción económica (*). El 3,66% de déficit con una economía en expansión es claramente un mal dato.
  • Gastos financieros: nula cobertura, es decir, no se generan recursos ni para pagar los intereses, se pagan en su totalidad con nueva deuda.
  • Inversiones: se financian con deuda en vez de con fondos propios.

(*) el ratio Deuda/PIB ha crecido de media 9,6 puntos porcentuales al año durante los últimos 6 años de contracción económica (sin contar 2020). Esto se pudo soportar durante los años de la crisis del 2009 gracias a que partíamos de un Deuda/PIB de sólo el 53%. En la crisis del 2020 fue gracias a que Europa y el BCE daban dinero a fondo perdido. 

Este es el resultado de la apuesta exagerada por el sector público. Esta política nunca tiene éxito en el medio y largo plazo, siempre acaba, o bien en un trauma, o bien en una larga y dolorosa decadencia, ya que asfixia al sector privado y hace insostenibles las finanzas públicas. Solo evitaremos recortes del gasto social en el futuro protegiendo la sostenibilidad de las cuentas públicas.

En base a todo esto, sostengo, que si la economía está creciendo, hay que mantener la estabilidad presupuestaria con rigor, y generar un superávit primario igual o superior al 150% de los gastos financieros. 

Esta es la forma para:

  • conseguir un déficit público cercano a cero 
  • estabilizar el stock de deuda pública y hacerla sostenible
  • garantizar el servicio de la deuda
  • reducir la ratio Deuda Pública/PIB por debajo del 90%
  • en caso de grave crisis, tener margen para levantar nuevos fondos vía deuda a tipos aceptables 
  • financiar en gran medida las operaciones de capital/inversiones con fondos propios
  • dejar de lastrar la economía y favorecer la prosperidad

Por lo tanto, conviene revertir las políticas basadas en la preponderancia del sector público, el permanente endeudamiento, y la asfixia del sector privado causada por excesivos impuestos y regulaciones. La estabilidad presupuestaria no es una opción si aspiramos a la prosperidad, es una obligación. 

Mayores niveles de gasto social se deben financiar mediante políticas que incrementen la riqueza y la productividad, no con deuda, ni con impuestos excesivos. De todo ello ya he hablado largo y tendido en anteriores artículos.